¡¡¡HOLA, PUTAS!!! La reapertura de mi habitación está muy próxima. Espero que las zorritas estéis muy atentas, porque se avecinan cosas muy interesantes en la tercera temporada...

jueves, 20 de octubre de 2011

Capítulo 12: Una temporada en estado salvaje

Hola de nuevo, queridos. Como ya sabéis he pasado por una temporada bastante complicada, y por eso me encuentro asistiendo a sesiones psiquiátricas que, según el que lleva un control de mi problemilla, dice que me hacen muy bien para madurar como persona “Sinceramente lo que yo pienso es que es toda una elaborada pantomima para sacarme los cuartos. Ya sé que me sobra el dinero… pero, ¿quién desea perderlo, independientemente de la cantidad que posea? Soy multimillonaria, no tonta”

Esther no me ha dejado ni un segundo durante estos duros días. Viene regularmente a casa con la intención de distraerme, aunque a veces logra todo lo contrario. Durante una de nuestras profundas charlas sobre nuestro modo de ver el mundo, encerradas en mi habitación, me dijo:

- Ay Heather, la verdad es que necesitas hacer algo para despejarte de todo esto.

- Y que tengas que decírmelo tú…- Me llevé una mano a la cabeza para recolocar el flequillo rebelde que osaba destruir la perfección de mi peinado, mientras ponía mala cara al pensar por lo que estaba atravesando.

- ¿Y si…- vaciló durante un corto periodo de tiempo; como si estuviese insegura de la idea que pretendía exponerme- nos vamos unos días a mi casa del campo? Creo que te hará bien el aire de las montañas. Te será más sencillo olvidar el mal trago que has vivido en Grecia.

- Jajajaja- Una carcajada mía, proveniente de lo más profundo de mi ser, invadió toda la habitación- ¿Yo? ¿En un medio ruralizado? Que va… Yo no estoy hecha para desenvolverme en un medio tan incivilizado. A parte, no tenía ni la menor idea de que tuvieras una casa en las montañas.

- Bueno… sí. No es una casa, casa.

- ¿Eh?- La miré con una cara que reflejó perfectamente mi desconcierto, debido a la manera que tenía esta chica de explicarse.

- Es… una granja- Sonrió tenuemente con más vergüenza en su rostro del que la mayoría de personas pueden albergar, pues sabía lo que yo opinaba de esos lugares alejados de la mano de cualquier diseñador o fabricante de cosméticos.

- ¡Ah, no! Por ahí sí que no paso- Dije levantándome bruscamente de la suave y mullida colcha de mi cama apartándome de Esther que seguía recostada en ella- ¿Encima de que estoy pasando por todo esto me quieres llevar unos días a convivir con animalejos malolientes?- pregunté con la vista enfocada hacia la ventana, de espaldas a Esther.

- Pensé que el estar en contacto directo con la madre naturaleza te vendría de fábula.

- ¡Que le den a la madre naturaleza! Yo no puedo ir a un lugar en el que la palabra wi-fi sea confundida con ese perro disminuido psíquico de la compañía Disney. O peor aún, me juzgan directamente de borracha al sonarles a la palabra WISKY dicha por alguien que lleva encima unas cuantas copas de más.

Esther no pudo contenerse y estalló en estridentes carcajadas.

- Por favor, chica… Nunca cambiarás esa forma tan extremista de ver el mundo ¿eh?- Se levantó de la cama y, situándose a mi lado, me dio un par de palmaditas en el hombro.

Giré la cabeza muy lentamente hacia la derecha, lado en el que se encontraba tan obstinada muchacha.

- ¡Pues no!- dije bruscamente.

Quería poner el tono de bordería más extremo, pero al ver la cara de Esther aguantándose la risa no pude evitar contagiarme y al final acabamos las dos riéndonos, aún no se de qué; pero acabamos dejándonos caer nuevamente sobre el colchón.

Finalmente acabó por convencerme sin que yo me diera cuenta, para ir directa hacia el infierno animalístico que era para mí su estúpida granja. “Eta chica tiene una habilidad especial para manipular que es pasmosa. Yo creo que sería capaz de crear la situación perfecta para que se produzca una guerra mundial o, por el contrario, conseguir la paz y el buen reparto de las riquezas. Pero… conociéndola como la conozco, pues me conozco perfectamente a mí misma y es igualita a mí, creo que de paz nada, estallaría una guerra con tanta fuerza que reventaría el planeta, cual globo”

Sobre las nueve de la mañana la niña esta ya estaba abajo tocándome el timbre como si la vida le fuera en ello “¿Es que la gente no duerme?”

- Ya estoy lista- Dije con mala gana, mientras trataba de mantener el equilibrio que perdía a causa de tantas maletas.

- Anda, alegra esa cara… Ni que fueras al matadero- Bromeó Esther. Y, ¿para qué quieres tanto equipaje? Solo son dos días- rió

- Casi… Yo me siento arrastrada hacia un universo humillante, que me hace pensar que el infierno al lado de esto es una barbacoa con los amigos. ¿Por qué no nos quedamos en casa? Hay tantas comodidades…

- No. Te hace falta airearte; no seas exagerada y no dramatices.

- Sí, lo que voy a conseguir, precisamente, en ese lugar será airearme. Airearme con ráfagas hediondas- Bufé.

Tras esta última queja, cerré la puerta escandalosamente para demostrar mi disconformidad con respecto a la maravillosa idea que el cerebrito de Esther había fabricado.

Dos horas de incansable viaje en coche “con Esther al volante. Que si no supiera que aprobó el examen a ciencia cierta limpiamente, pensaría que le hizo un par de favorcillos a su profesor. Ya me entendéis” y un CD con un surtido de las torturadoras canciones de ídolos adolescentes (entre los que recuerdo: RBD, Spice Girls, Backstreet Boys y Fran Perea “pobres desgraciados… fueron famosos un tiempo y ahora no se acuerda de ellos ni la negra más solitaria de la selva más profunda”) llegamos a un desvío sin asfaltar.

- ¿De verdad que sabes por dónde estamos yendo? Porque… esto no parece llevar a ningún sitio medianamente habitable- Dije dudosa de sus facultades orientativas.

- ¡¿Te quieres callar?, que me estas poniendo nerviosa!

Al fin llegamos, tras quince minutos adentrándonos en aquel sendero extraño, pues yo no lo llamaría carretera. No podía dar crédito a lo que estaba viendo; era una caserucha destartalada. Parecía que aquello no había sido usado desde la I Gerra Mundial. Era grande, eso sí, pero… demasiado deteriorada para lo que yo consideraba una buena casa. “Menos mal que me traje todo mi maquillaje y demás… sobrevivir aquí será toda una odisea. Es estar al lado del mar y envejezco cuarenta años de golpe, por el salitre; me imagino lo que será estar dos días aquí metida. Tendrán que sacarme en ataúd directamente. porque todo el botox del mundo no daría para hacer que mi rostro tuviera la apariencia y el tacto sedoso de siempre; por lo que acabaría suicidándome, metiéndome dos lápices delineadores por los agujeros de la nariz, hasta clavarlos en el cerebro”







Nos bajamos del coche. Y cargando las mil maletas que llevé comenzamos a avanzar por un caminito que llevaba hasta el porche que cobijaba a la puerta principal.

- Ains… Que recuerdos de mi niñez- dijo Esther tomando una fuerte bocanada de aire, y exhalándolo poco después. Vas a ver qué chula está la casa.

“Vamos… Una locura, como tenga la misma apariencia que en el exterior… Estos nuevos ricos…” (Su padre había hecho fortuna encontrando oro en algún lugar de Arabia; y ahora se creían los dueños del mundo. Pero… Su verdadero estatus siempre tiene que sobresalir. Aunque los bañes en oro, al rasparlos siempre saldrá el cobre. Yo que he nacido en alta cuna, sé de estas cosas. Ni siquiera soy de oro; soy de platino, queridos míos)

Cuando pude divisar mejor el porche vi tres figuras humanoides plantadas frente al portón principal. Figuras que, poco a poco, fueron haciéndose más y más nítidas a medida que avanzábamos.

- ¡No me lo puedo creer! ¿Vosotros aquí?

Resultaron ser ni más ni menos que Lázaro, Juanma y Dimas.

- Sí. Pensamos que te vendría bien pasar un finde con tus amigos- Dijo Lázaro- Y… novio- Me guiñó un ojo. Lo que me hizo ruborizar.

- Pero debiste darnos mejor las indicaciones, querida. Nos has tenido dando vueltas durante más de una hora. Ni que fuéramos un pollo asado. Además, ¿no podías tener la casa más cerca de la civilización? El bus nos ha dejado como a medio kilómetro del maldito camino de tierra. Que esa es otra; para encontrarlo… - Se quejaba Juanma.

- Eso es problema de vuestro. Menudo sentido de la orientación que teneis; como para soltaros en el Amazonas. No sobreviviríais ni cinco minutos.- Rebatió Esther.

- ¡Oh, sí! Estamos ante Esther, la mona salvaje.- Rió Juanma.

Esther trató de hacer oídos sordos a este último comentario de Juanma, pero la expresión de enfado en la cara delataba que lo había escuchado perfectamente “por favor, cualquiera que los oiga no se imagina que se conocen de tan solo poco menos de un año, sino de siempre; por la manera que tienen de molestarse el uno al otro”. Me miró y dijo:

- ¿Qué? ¿vamos dentro?- Sonrió rebuscando las llaves en el bolso.

- Sí, que remedio- contesté- ¿Y tú, Dimas, qué tal vas?- Pregunté, mirando hacia el introvertido muchacho. Que no había dicho nada desde que llegué.

- Bien, Memer. Mummle te saluda- Sonrió, haciendo uno de los ruiditos raros que siempre solía emitir en mi presencia. “Ains… que cosas más raras tiene este niño”

No me equivocaba; al entrar me impactó el papel pintado que cubría las paredes. Se hallaba ya parcialmente despegado y la humedad hacía extraños dibujos pared arriba, hasta llegar a las juntas, expandiéndose por todo el techo. Pero la cantidad de luz que entraba y el gran espacio compensaban esos grandes defectos.

En cuanto a la habitación, digamos que era medianamente habitable. Naturalmente dormí con Esther; “a los hombres hay que mantenerlos a raya, sobre todo a sus hormonas. Son una explosión absoluta de testosterona; a la que hay que encerrar en una habitación que haga las veces de jaula para así preservar el himen intacto”

Lo más productivo que hice durante el fin de semana fue engancharme a un juego que descubrí por internet (gracias a Armani llegaba la conexión de manera muy tenue, pero con la potencia necesaria como para forjar un lazo entre yo y el mundo urbano) llamado “habitación de Heather” (en la que una cría jode a su hermana mayor, mudándose a su habitación; y el jugador debe decorarla a su gusto) “Me estoy haciendo cada vez más y más famosa. Sí es que cuando una nace para algo, es inevitable. La habitación del juego me recordó a una caricatura de la mía cuando era pequeña.



Pero, aparte de eso, ha habido algunas cuantas cosillas más:

Al día siguiente de haber llegado, salimos a una especie de excursión por las afueras de la propiedad de Esther “He de reconocer que aquellos parajes tenían su punto bonito… Pero esta niña tenía tantos animales domestico-productivos dentro de los límites de su terreno, que el simple hecho de tener que atravesarlo hasta sobrepasar la frontera, hacía que la visión resultase toscamente destrozada por el insoportable hedor de esas criaturas inmundas… Menos mal que ella no vive ahí y el que se encarga de esas bestias es un viejo granjero al que se le paga por el mantenimiento de esa propiedad; porque si no, ya me la imagino apestando a heces vacunas y demás. No podría estar al lado de alguien practicante de algo tan primitivo como lo es la ganadería”



Cuando llegamos a una pequeña colina, me quedé completamente boquiabierta al ver un árbol que se hallaba prácticamente en la cima. Mirad que yo no me dejo hipnotizar por los pobladores verduscos y multicoloridos de las zonas campestres; pero lo que me llamó la atención de este árbol no fue él en sí, sino la enorme rama que adquiría, de manera natural, la forma de un monstruoso falo. “Me he sacado una foto que adjunto aquí, un tanto obscena, pues sé que es algo muy difícil de creer. Además yo tenía que tener un recuerdo de mi disfrute con la naturaleza. Jajaja, que juego de palabras más pícaro, ¿no lo creeis así? Lo único que no me gusta es que en la foto sale la mochila rañosa que me prestó Esther para ese momento; porque yo ni borracha llevaría uno de mis bolsos de firma a un lugar como ese. Pero, quería aclarar que no es mía, sino que es un hecho muy pero que muy puntual”



“Ojala una tuviera un palote así al que echarle mano siempre que desee…ains… ni el más potentorro de los negros tiene un pene tan inmenso. Como no me tire a un elefante creo que no conseguiré satisfacer esta fantasía. Aunque, eso sí, por un momento me sentí violada por la naturaleza, jajaja. No hay más que mirar la foto. Yo con esa posturita.”

Al llegar a la granja, nuevamente, me di una ducha, ya que no podía soprtar oler como cualquier mamífero granjeril. “Nos ha tocado el papel de ser animales superiores en la representación de la obra teatral titulada: La evolución del mundo. Aunque dentro de esta obra también hay gentuza y personas; la gentuza es aquella cuyo sueldo es o está próximo al mínimo y la persona es aquella que pertenece a a rama en la que estoy situada yo. Hay que aprovechar al máximo esta doble ventaja.” Y, al salir del baño, me dirigí hacia la cocina piltracosa que tenía esa casona. Resultó que me habían tendido un una encerrona, pues estaban todos con instrumentos culinarios y diferentes ingredientes sobre la encimera mirándome con una cara que daba pie a averiguar sin ninguna dificultad lo que pretendían.

- Vamos wee-wee (wi-wi); hagamos juntos un pastel de arándanos. Será divertido.- Sugirió Lázaro.

- ¡NI HABLAR!- Dije inquieta. De ningún modo me iba a rebajar a cocinar con mis propias manos. “Que de proletario resulta eso, por favor”

Intenté escapar, pero Juanma, que era el que más cerca se hallaba de la puerta, se puso violentamente delante, provocando que la hoja de esta se cerrase con el peso ejercido por su cuerpo.

- Ah, ah, ah…- Canturreó moviendo de lado a lado la cabeza y el dedo índice de la mano derecha, mientras la izquierda se ocupaba de asegurar que yo no tocara el pomo.- ¿A dónde va usted señorita? Le recuerdo que está aquí para relajarse y pasarlo bien, Así que de media vuelta porque va a empezar mezclando los ingredientes en un bol. No se admiten quejas.- espetó de manera extremadamente autoritaria.

- … Que sepáis que esta me la cobraré; sois todos un atajo de prostitutas de un dólar- Sonreí.

Me puse el delantal que Esther me alargó y me encaminé hacia la encimera. Una vez ahí, miré atentamente las extrañas herramientas que llevaba viendo a Estela usar desde que yo era pequeña, pero que nunca había utilizado yo “¿Para qué? Si Estela, es decir, el servicio lo hace por mí. No hay nada mejor que tener ayuda de pago en casa. Bueno, sí. Gratis; pero nadie trabaja por nada, desgraciadamente. Ains… lo que daría por que fuera legal nuevamente el sistema esclavista. Qué tiempos debieron ser aquellos. Aunque… siempre he soñado con ser una dominatrix. Es lo más cercano al esclavismo que tenemos en la sociedad de hoy en día: Te desahogas tratando como basura a alguien que hace todo lo que le pides, a pesar de maltratarlo, y encima te paga una fortuna. Debe ser la gloria.”

Encima he de añadir que no teníamos ni leche, ni huevos y tuvimos que ir a recoger los huevos al gallinero y la leche al establo, directamente ordeñada de las ubres de una vaca. ·”Mmm… las ubres tenían un tacto tan agradablemente globoso que de los nervios, torcí una y me salpicó leche en toda la cara. Lo cual fomentó todo tipo de chistes fáciles sobre sexo, lefa y lo, supuestamente, acostumbrada que estaba yo a que me pasaran estas cosas, pero cambiando a las vacas por los hombres. Sí, me han llamado meretriz indirectamente jajaja”



Al instante me imaginé un spot publicitario de leche, en el que aparecía yo con un bañador monísimo de estampado vacuno holandés, promocionando su sabroso producto lácteo de una manera un tanto pornográfica. Después de todo, el sexo es una de las cosas que mas vende; pues el ser humano está permanentemente cachondo perdido; sobre todo los hombres.



Tal fue la gracia, que ya Esther se atrevió a coger una ubre ella también y, aunque salta a la vista que ella tiene mucha más experiencia con estas tareas pertenecientes al campesinado, apretó conscientemente apuntando a su cara; comenzando así un fuego cruzado de leche entre risas, gemidos, orgasmos fingidos y chorradas. Todo cubierto por las carcajadas y los escandalosos ánimos que nos transmitían Dimas, Lázaro y Juanma. “¿Qué pasa? Cleopatra se bañaba en leche de burra. Es buenísimo para el cutis. Y para hacer el gilipollas un rato, también. Jajaja”

La verdad es que no fue tan desagradable como pensé; yo diría que hasta incluso fue divertido. Eso sí, el horno de leña, ahora que Esther tiene pasta suficiente como para poder permitirse defecar y limpiarse el trasero con los billetes…, debería sustituirlo por uno de bandeja extraíble, temporizador, ventilador integrado y gril. Porque poniendo el pastelito de los cojones dentro de la cavidad del horno me he llevado una quemadura en ambas manos que no veais.

- ¡MIERDA DE HORNO!- grité- Como esto me deje cicatriz y arruine mi hermoso cuerpo de diosa te vas a enterar- Le espeté a Esther.

Pero en lugar de ayudarme todos se empezaron a reír descontroladamente. Me sentí una atracción de un circo cutre y gratuito.

- Eso te pasa por la inexperiencia con respecto a los quehaceres de la casa- pudo, al fin, articular Esther.

- Mira, cállate. Que tu también tienes servicio que te atiende- le aclaré, mientras los demás no cesaban las risitas sin perder detalle de la conversación “La verdad es que eso es un hecho muy desgradable. Es muy divertido cuando tú estas riéndote con los demás, pero siendo tu la atracción principal…”

- Ya- afirmó la chica- Pero, ¿Quieres saber la diferencia entre nosotras? Que yo estoy acostumbrada desde niña a manejarme en la casa y tú no.

- Ja, ja, ja- Reí sarcástica- ¿Quieres saber la diferencia entre nosotras?-Repetí con tono burlesco- Que yo tengo clase y tú no- concluí tajante.

Ciertamente he de admitir que tenía razón. Yo, desde siempre he estado entre algodones y jamás he tenido que hacer nada por mí misma. Eso le da algo de ventaja a Esther, al saber defenderse mejor en ciertos aspectos. Pero claro, no podía hacer notar que alguien me superaba en algo. Después de todo, tengo una reputación que mantener.

Manejar los instrumentos culinarios ha sido toda una experiencia. A parte el tacto de la harina es súper suave y agradable; y el romper un huevo debidamente me a proporcionado una euforia tremenda que no había sentido antes.

Esperamos unos minutos, expectantes ante la ventanilla del horno, viendo como la masa crecía y crecía “me atrevería a decir que esa es mi parte favorita de todo el proceso” Al final quedó en su punto, y tras un momento de locura, llevando el pastel en mis manos gritando que lo había hecho yo misma, lo deposite en la encimera para que todos pudiesen admirarlo. “La gracia habría sido que se me hubiese caído después de todo el rollo que montamos con el pastelito de las narices. Pero es que… no entendía eso de que no hay nada mejor que algo hecho por ti misma, hasta que hicimos esto. Hasta sabía mejor y todo jajaja” Le pusimos una capita de azúcar glas por encima y pasé el dedo por una gota del agua de arándanos que sudó “tsss, es un secreto.” Con una buena taza de té inglés de fresa y nata, con un chorrito de leche y dos terrones de azúcar, me supo a gloria; incluso estando en semejante chabola rural.

Al día siguiente, me entró la vena exploradora y comencé a examinar la casa. Hasta que llegué a un punto del pasillo de la segunda planta en el que, del techo, se dejaba caer un cordoncito con una luna cristalina azulada, que dejaba pasar la luz a través de sí, pendiendo del extremo. Tiré de esta hacia abajo; el techo se abrió y se desplegó una escalerilla. Era la entrada a un desván; en un principio dudé si entrar, pues si la casa estaba inutilizada desde hacía años, ¿quién me aseguraba a mí que no habría ratas, cucarachas y demás animalejos repugnantes campando a sus anchas por ahí? Pero finalmente recordé que la familia pagaba a un empleado para que cuidase la higiene del lugar y la curiosidad que me impulsaba a ascender por los peldaños de las escalerillas volvió a acrecentarse.

Una vez arriba, como era de esperar, había cajas y cajas viejas amontonadas y muebles cubiertos con sabanas blancas. Pero nada de polvo. “Ese hombre es muy eficaz, no sé si ofrecerle un sueldo más alto del que le ofrece la familia de Esther y quedármelo yo”

Me aproximé hacia un armario de doble hoja, realizado en madera cuyo barniz y color habían sido comidos por el paso del tiempo. Fue todo un hallazgo lo que encontré en su interior. Rápidamente me apoderé de él y bajé veloz nuevamente por donde había venido.

Al rato, salí al exterior, donde los demás estaban observando los diferentes animales: Dimas intentaba tocar los patos que estaban en un pequeño estanque de la propiedad, sentado en un embarcadero; Juanma había sacado un caballo de la cuadra y estaba montado gracias a que Esther le proporcionó el equipamiento de equitación necesario para ello; y Lázaro y Esther viendo cómo el señor que cuidaba de la propiedad esquilaba a las ovejas.

Seguí un poco más adelante, hasta encontrarme a la vista de todos y grité:

- ¡HOLA CHICOOOS!

Instantáneamente todos dejaron de hacer lo que hacían y clavaron asombrados sus pares de ojos en mi resplandeciente persona; no pudiendo evitar fijarse en el vestido de cowgirl que llevaba, con las botas de cuero marrón, trajecito ceñido rosáceo y un gran sombrero típicamente vaquero, también rosa.



- ¿De dónde has sacado eso?- Decía Esther entre risas- Era de mi madre. Cuando yo era pequeña nos gustaba a mis padres y a mi hacer recreaciones del viejo oeste americano en casa. Jajajaja- Aclaró.

- Ah, ¿sí? Pues me va como anillo al dedo. Debemos de tener una talla parecida; si no la misma. Hasta deberían sacar merchandising solo mío-Reí altivamente.

- Bueno, ahora ya no. Ha engordado bastante- Siguió riendo. Risa a la que, inconscientemente, acabe uniéndome yo también.

Era tipo minifalda con vuelitos… pero en mi opinión podría haberse arreglado para darle un aspecto algo más provocativo. Algo que hiciera entrar, de forma instantánea, en época de celo a mi Monito (Lázaro) Algo tal que así:



Después de haberme lucido como si el suelo terroso hiciese las veces de la alfombra roja de Hollywood me desprendí de esas vestiduras y me puse algo más cómodo. Pues el conjunto oeste clásico no es lo que mejor me sienta, precisamente. Así que pedí a Esther alguna ropa desgastada y pasada de moda. Y efectivamente; me dio unos vaqueros y un top que parecían haber sido sacados de las profundidades de una cajoneta de la planta de oportunidades de una boutique conocida solo por la jefa, que a su vez es la dependienta del , no se si se le puede llamar negocio. Pero, en fin, estaba más cómoda. Después de todo, era lo que buscaba.

Los demás, por su parte, siguieron haciendo lo que antes. Por lo que me dediqué a internarme entre las bestias domestico-productivas que allí estaban. No sé si fue el olor a animal o qué; pero me dio un cruce de cables y, al ver a una piara de cerdos bien grandes, limpios y fuera de la pocilga, me pregunté cómo se sentiría una cabalgándolos. Sé que es una estupidez, y todavía no alcanzo a comprender el porqué de mi acción; pero el caso es que lo hice: me dirigí dispuesta a montarlo, sin más. Quería aprovechar, antes de que se revolcase en el fango. Porque si así lo hacía, ya, ni loca, me subiría encima, aún llevando una ropa tan démodé.

Como era algo muy tipo Dimas, este no tardó en darse cuenta de mis intenciones, me gritó para que esperase antes de subirme, lo cual alerto a los otros tres, que no quisieron perderse ni un detalle de la situación. Lo que quería Dimas era sencillo: Grabar semejante hazaña con el móvil, para así inmortalizar tan raro momento de mi vida. Yo me negué, pero él lo grabó de todos modos y lo montó. ¿Qué mejor cosa puedo hacer que colgar mi ridícula locura, para deleite de mis queridos vasallos. Una ocasión perfecta para reíros de vuestra aclamada princesa.



“si es que hasta hubo un momento en el que casi me pego un castañazo. ¿No visteis un momento en el video en el que me agarro al palo de una valla? Me sentía escurrir, y para evitar males mayores que el que dicho video volase por internet, me agarré. No quiero ni pensar que hubiera pasado si me llego a caer. Con lo famosilla que soy en mis círculos sociales, la prensa rosa no habría tardado nada en hacer eco de todo esto. Y acabaría apareciendo en las portadas de las revistas más importantes, programas cutres de cadenas basura y en los típicos basados en zapings. Sí, sé que pensáis que ha sido una lastima que no me cayese. Sois todos unas culebras”

Al final sí que tenían razón y he logrado despejarme y divertirme… Tener amigos en ocasiones jode, pero en otras es todo un alivio. Y es que aún no me puedo quitar de la cabeza la imagen de mí misma encarnando a una amazona porcina en toda regla. Además, si os fijais, esa imagen, es muy digna de aparecer en un cuadro de Andy Warhol; para iniciar una recuperación del tan atractivo e instructivo pop art.



De vuelta a casa me sentí liberada. Ocasión que no desperdiciaron estos tres para atravesarme violentamente con la frase que más odio en este mundo: TE LO DIJIMOS. Pero bueno, creo que eso es un indicio de que voy superando el mal momento griego que viví. Además mañana cumplo veintitrés años y pienso desmelenarme aún más. Es mi día y pienso exprimirlo al máximo, a pesar de saber que estoy más cerca de morir. Ains… la vejez es la tortura continua de las chicas espléndidas como yo. Pero en fin, Novio, amigos y fiesta..., ¡allá vamos!

Como moraleja de la experiencia he extraído: “Las chicas de ciudad no somos más que chicas de campo con abrigos de piel.”

lunes, 3 de octubre de 2011

Capítulo 11: Trauma en Grecia

Muy buenas noches a todos, mis queridísimos súbditos. Vuestra princesa, "es más joven que una reina y tiene prácticamente la misma influencia sobre sus analfabetos vasallos", nuevamente ha vuelto a desaparecer de manera repentina; ya sé que la última vez dije que no volvería a ocurrir, pero como aquel entonces, ha sido por una fuerza mucho más que mayor:

Después de tan maravilloso baile todo parecía ir ascendiendo en mi vida; estaba tan entusiasmada sintiéndome como si estuviese completamente rellena de helio, que llamé a Esther para contarle todo lujo de detalles y nos pasamos horas al teléfono chismorreando y evaluando el grado de buen gusto que tenía la gente de la fiesta. Algunos parecían sobras de comida envueltas en papel de seda.

“Por favor, antes de salir de casa mírate al espejo. Si comienzas a sentir un leve mareo que te provoca nauseas… No te preocupes, que no estas embarazada, ni has contraído ninguna enfermedad venérea, ni has comido nada en mal estado. Simplemente la combinación de telas y colores de tu ropa son la causa. Así que QUÍTATE LO QUE LLEVES. Ninguno de los demás miembros de la raza humana tenemos la culpa de que la idea que tengas de un buen atuendo sea comparable a una camiseta de propaganda de helados con unos pantalones hechos con la tela de un saco de patatas y unas sandalias con los calcetines puestos”

(No hay mejor ejemplo que esta foto, que saqué en un recital de una tal Lily, al que fui por puro compromiso con un tipo que resultó ser el hijo mayor de uno de los socios de mi padre; por lo que no pude rehusar la invitación "Esto ocurrió antes de conocer a Lázaro. Todo hay que dejarlo bien claro, para no dar lugar a malentendidos en cuanto a infidelidades. Que sois muy mal pensados para esas cosas". Al ver la celulitis que tenía esta mindundis y el vestido [si es que a eso se le podía llamar vestido porque, por más que lo intentaba, yo solo veía un trozo de tela que hacia un burdo intento de tapar esas carnes dañinas para toda dama con clase; dejando entrever parte de lo que Neruda llamó "oscura mariposa de sombra dormida en el vientre" pero que los proletarios llaman con un nombre menos poético pero mucho más castizo] Como veis el vestido de la sin clase, es tan horrible que yo lo llamo: el modelito ONCE. Ya que es para sordomudos "porque, queridas, si llevais esta atrocidad, todos podrán leeros los labios"; para ciegas, "porque por motivos obvios solo ellas se lo pondrían", y para sordas. "Es un último grito, tan fuertemente desaforado que el perro lazarillo de la última compradora de este diseño todavía está mordiendo el bajo muslo de la dependienta que se lo vendió)



"¿Es o no es para suicidarse tras ver semejante imagen? Ni el porno es tan insultante al lado de esto"

Unos días después del baile, todo parecía ir estupendamente con Lázaro… pero ciertamente había algo de tensión en el ambiente por mi parte, y no me refiero a la sexual (que también) sino más bien a mi falta de experiencia en esto de las relaciones serias. Hay que tener en cuenta que este chico es el primero que parece estar lo suficientemente chalado como para estar con una persona tan desequilibrada como yo. Una de tres: o bien está igual de desequilibrado que yo, o es un pervertido que encuentra morboso salir con alguien así… o… porque… ¿me quiere? “jajajaja nah! Qué estupidez…” El caso es que me dijo de hacer un pequeño viaje juntos que incluyese una travesía en barco, ya que él nunca había hecho ninguna. Me costó un poco darle una respuesta… Pero pensé “¡¿Qué demonios?, yo me apunto a todo lo que sea salir de aquí!” Y planeé hacer una ruta por las diferentes islas de Grecia.

Me puse en marcha nada más sugerir la idea sin tener en consideración la respuesta de Lázaro. Más que nada porque no le di tiempo suficiente para que elaborase una respuesta. Fue algo como… “¡GRECIA! Es un sitio genial ¿Verdad? ¿A que sí? Pues perfecto entonces.” Al dar la hora ya estaba en la agencia de viajes pidiendo folletos y demás para informarme de las diferentes rutas turísticas, gastronomía propia del país… Pero no había caído que para recorrernos todas las islas que pertenecen al país cuya gente estaba lo suficientemente muerta de asco como para delirar hasta el punto de crear una mitología la mar de preocupante. Creo que el rango de edad en el que una se suele rodear de ingentes cantidades de amiguitos invisibles, dando la impresión de padecer un fuerte caso de esquizofrenia, se prolonga toda la vida si eres griego, tendríamos que dedicarle más de la semana que teníamos prevista; así que finalmente decidí que nos centraríamos en las islas cicladas.



A los dos días de que él sugiriese el viaje ya lo tenia todo listo para poder cumplirlo. Se quedó perplejo ante la gran agilidad y rapidez con la que arreglé todo lo necesario para partir. “Como yo siempre digo: el interés es lo que mueve al ser humano. Y en especial a mí”

El viaje en si ha sido fantástico, él y yo a solas: fotos, recuerdos, comida, mar… en fin, todo lo que una va buscando cuando va a esos sitios isleños. Pero ese no es el caso. He nombrado mi escapada a Grecia por un hecho en concreto que ocurrió durante mi estancia allí y que ha sido la causa de este parón tremendo en cuanto a mis experiencias vitales en el blog.

Resulta que, yendo por una calle adoquinada flanqueada por casuchas adinteladas de planta cuadrada, revestidas con cal, dándoles una pigmentación blanquecina muy característica de un pueblecito perdido de una de las islas, cogida de la mano de Lázaro, mientras buscaba algo que me recordase, aunque sólo fuese lejanamente, al mundo tecnológicamente desarrollado del que provenía, mientras me dejaba embriagar por el aroma marino y por el molesto hedor del pescado que traían los pescadores para servirlo fresco en los pequeños restaurantes de la zona, cuando de pronto, ayudando a uno de esos trabajadores de baja categoría, se encontraba una mujer de avanzada edad y con más volumen corporal del que sus piernas podían soportar. De ahí que se tambaleara ligeramente mientras cargaba una pesada caja de cabezas de pescado; “Supongo que serían para desechar. Que asco, por favor. Ese olor no se le irá nunca.”

El hecho de que nombre a esa señora obesa no tiene nada de casual, pues me parece fantástico que aún haya gente con esos arranques altruistas, aunque yo los considere improductivos y una completa perdida de tiempo. El problema vino cuando, por una razón que no logro aún comprender, me paré a observarla más detenidamente. Para mi sorpresa vestía un modelo de Dior, de hace tres años, eso sí, ¡PERO DIOR! Un vestido tan maravilloso como ese no merecía ser el delantal de una pueblerina desaliñada, ayudante de pescadores. Mi cuerpo se detuvo en seco, y os juro que mientras la miraba no pude evitar llorar.



- ¿Pero qué es lo que pasa?- Preguntó Lázaro al notar como apretaba con fuerza su mano, y al verme completamente paralizada y la cara desencajada bañada por un descontrolado torrente de lagrimas. “Y eso que trataba de contenerme”

- ¡Mira! Eso es una ofensa a lo delicado de mi naturaleza- Dije señalando a la desconsiderada zorrona que se atrevía a maltratar a un clásico de la moda, mientras mi dedo se movía sin control debido al temblor que me producía semejante visión indeseable para alguien nacido en alta cuna y envuelta en el precioso mundo de la moda y las apariencias- ¡Esto es inadmisible!- Dije muy alterada. “Os juro que si él no me estuviese agarrando la mano en ese momento, me habría abalanzado sobre esa bola de carnes fofas. Pero ante todo soy una dama; y las damas jamás debemos rebajarnos a niveles tan bajunos”

- Pero, Heather, ¿tú te estás oyendo?- Decía con un asombro reflejado en la cara mayor del que él podía esperar.

- ¡Quiero irme de aquí!- Ya estaba completamente fuera de mí, hasta el punto de ser absolutamente incapaz de ver nada de lo que me rodeaba. Un mareo implacable se apoderó de mí, por lo que tuve que echar todo mi peso sobre Lázaro y dejarme guiar por él, mientras comenzaba a hiperventilar.

A medida que nos alejábamos del escenario en el que había sido representado uno de mis peores momentos en la vida, que superaba incluso a una pesadilla que tuve en la que Manolo Blahnick me atendía en la carnicería, mientras él llevaba puestos un de zapatos de tacón de su propia creación, hechos con piel de leopardo, que estaban siendo estropeados por el goteo del liquido que soltaba el cadáver vacuno. “Ese sueño me marcó para los restos, aunque parezca una tontería. Una chica como yo no esta preparada para soportar esas cosas tan desagradables". Es por eso que me puse así con la señora gorda y el vestido. Vosotros pensad que para mí, ver eso, es como si un coulrofóbico ve un payaso. Produciendome exactamente lo mismo. Yo lo llamaría…agreshionfobia: agresión + fashion + fobia (miedo a la agresión hacia la moda: agreshionfobia) Ains… Pero que ingeniosa que soy, coño.”

Bueno, pero bromas aparte; he ahí la razón por la cual he estado ausente durante cinco meses: gracias a Miss Grasa Grecia 2011, contenida dentro de un pobre y desfasado Dior… He acabado en tratamiento psiquiátrico, con medicación incluida, para poder superar este tremendo bache emocional-psicológico. Y después de casi cinco insufribles meses, os puedo asegurar que no he salido de esta espiral traumática indeseable para cualquier persona. Con lo cual quedan excluidos: los pobres, hippies, pluriempleados y todos aquellos cuyos pensamientos tiendan al molesto altruismo. Aún sigo soñando con regimientos de obesas mórbidas que son acróbatas y bailarinas con vestidos de noche de diferentes diseñadores de renombre, de tallas muchísimo más pequeñas de las que son capaces de llevar. Por lo que reventaban las costuras sin parar, resonando por todas partes las rasgaduras. Aún tengo el sonido desagradabilísimo metido en la cabeza, y no me lo puedo sacar “RAAAAGSH!!!, RAAAAGSH!!!, RAAAAGSH!!! ¡NOOOOO. HACED QUE PARE, HACED QUE PAAREEEE! ¡AAAAAH!



Recuerdo también que cuando ya estábamos unos metros alejados de donde había ocurrido la desgracia, me volví como pude hacia atrás. Y alzando la mano con el puño cerrado, grité como una posesa con la poca energía que me quedaba, pues el mareo la mermaba cada vez más:

¡Túúúú, vieja apencá de un culo más grande que tu propio país. No cometas ese tipo de crímenes contra la moda. Primero preocúpate por adelgazar antes de pensar si quiera en introducirte en uno de esos vestidos. Que pareces una morcilla embutida. Luego hazte un recogido de piel; que si ahora tienes las tetas que parecen orejas de cocker con pezones, no te quiero ni contar como las tendrás una vez adelgaces. Podrán ser utilizadas para hacer la cola de dos trajes de novia¡

Si no llega a ser porque Lázaro me estaba agarrando, ya habría estado estrangulándola. Se que una dama no debe perder los estribos de esa manera, pero es que me invadió una cólera inmensa que sacó a la Heather gentuza que trato de ocultar al resto de la sociedad.

Pero ya estoy más recuperada. Ahora solo debo seguir unos días más el tratamiento con pastillas y acabar el mes de sesiones que aún me quedan por recibir. Seguiré yendo los martes y los jueves, y en noviembre volveré a ser libre, y tendré nuevamente la cordura suficiente como para decir que soy perfectamente poseedora de mis facultades para volver a ir por la vida criticando al mundo como a mí me apetezca. Eso sí, siempre con fundamento.

La moraleja de hoy es: “El gusto de una persona se mide por el grado de mareo que te de al mirarte al espejo”

miércoles, 11 de mayo de 2011

Capítulo 10: Lirios del alba y flores de luna.

Estoy algo deprimida…, porque el examen me salió muy por debajo de mis expectativas. Es que ciertamente, mi mente estaba demasiado ocupada con las tonterías de mi encuentro fortuito con la extrovertida de Esther. Estaba en el examen como una persona en un país del cual desconoce su idioma. Al final acabé inventándome más contenido que los evangelistas para escribir la biblia. Saliendo del aula como si mi mente hubiese sido tremendamente absorbida por esa fina hoja de papel, parcialmente en blanco.

Pero bueno; prefiero no pensar en eso y contaros lo realmente relevante en este momento. Realmente estaba desanimada. Ya que, después de todo quería tomarme en serio la carrera de historia. Pero tras ver el 4.6 obtenido en el examen de historia moderna universal, estaba viendo con claridad que era algo que me quedaba mucho más grande de lo que yo era capaz de admitir. Estaba dándole vueltas a la posibilidad de renunciar a la carrera, recostada en la cama, mirando hacia el techo y jugando con mi pulsera de oro blanco y plata, cuando comencé a sentir que mis párpados pesaban y que poco a poco me iba invadiendo un denso sopor que no podía combatir. Cuando ya casi no era consciente ni de mi propia existencia, el sonido estridente del timbre de la puerta, me hizo retroceder justo antes de cruzar el umbral hacia el agradablemente atrayente mundo onírico. Mundo que me podía haber hecho olvidar toda aquella asquerosa atmósfera de tensión, depresión, malestar y tristeza que me arrastraba hacia unos pensamientos horribles sobre mí misma. “Por favor…, hoy no estoy de humor; ni siquiera para hacer chistes sarcásticos, de los que tanto echo mano.”

Me levanté con verdadera desgana, camino de la puerta principal, para averiguar quien osaba perturbar el sueño que podía haberme permitido olvidar toda la mierda que ocupaba mi mente en ese momento “La gente es que escoge los momentos menos oportunos para aparecer. Yo diría que tienen un detector de malos momentos. Y cuando se aburren, solo por joder “ala, vamos a visitarle.” De verdad que nunca lo entenderé.”

- ¡¿QUÉ QUI…?!

Mi grito malhumorado que pretendía preguntar qué era lo que deseaba el tan inoportuno visitante, a su vez que servir de desahogo; se vio ahogado cuando mis ojos reflejaron la imagen del porche vacío y lo retransmitieron velozmente a mi cerebro “Mierda de gente. Estoy arta de este tipo de bromitas. Tocan y luego desaparecen ¡AGH!”. De no haber sido por que bajé la cabeza por un segundo y vi una gran caja blanca y violeta, con un sobre ella habría pegado un grito lo más potente que mis jóvenes pulmones me permitían, dirigido hacia la nada. Pero el atractivo paquete solitario que se dibujaba ante mi visión me atraía como el más potente de los imanes. Lo tomé rápidamente y cerrando la puerta de golpe, lo llevé alegremente hacia mi habitación. Quedando en el olvido todo en cuanto pensaba poco tiempo atrás.

“¿Qué es esto? Otro paquete misterioso.” La emoción me embargaba mientras abría el sobrecito violáceo que guardaba celosamente una nota perfumada “Ummmh…, huele a rosas” que decía:



“Mi querida Heather, hace ya bastante que me he mantenido al margen. Lo cual no quiere decir que haya dejado de ser espectador de la representación teatral tan interesantemente bella que es tu vida. Eso sí, desde la penumbra; como siempre.

Sé que has estado atrapada por un periodo de tiempo largo en Japón (eso me ha tenido muy preocupado. De hecho intenté buscarte, pero me fue imposible. No hacían más que ponerme problemas), tu nueva amiga Esther y tu depresión por el suspenso. Aquí te mando un pequeño regalito que espero que te haga olvidar por un momento ese mal trago. Te invito a un baile que se celebrará mañana, a partir de las 8pm. En el salón de baile del antiguo palacio (que ahora es un museo). Te pasarán a recoger. Aquí la tienes si decides ir. Informarte de que será un baile de época, con antifaces.

Sin nada más que decir, allí te esperaré. Besos, tu paladín”

Me quedé sorprendidísima de que este hombre supiese tantas cosas de mí. Sobre todo porque yo no era consciente en ningún momento de que estaba siendo observada. No sabía si alegrarme o empezar a temer la posibilidad de que fuese un psicópata pervertido. “No. No puede ser; un psicópata no escribiría palabras tan poéticamente bonitas. ¿O sí?” Mi mente te debatía entre esa posibilidad y la de que solo se tratase de un hombre normal y corriente que tiene una simple fijación con una chica. En mi caso es normal siendo tan guapa y adorable.

Tan grande era el dilema, que no supe si aceptar la invitación. En medio de todo ese pensamiento miré, sentada en la cama, hundida a causa de lo mullida que hacían la colcha las múltiples plumas de cisne que la rellenaban, hacia la izquierda. Encontrándome con la gran caja que había venido acompañando de la carta y la invitación al baile. “¡Ay, ¿qué hago?… El papel es tan bonito… y huele tan bien…” Acercándome el elegante papel de carta a la nariz, para aspirar una vez más su aroma, decidí ponerme la caja en mi regazo y explorar su contenido. Quizás lo que encontrase en su interior me ayudara a tomar una decisión con respecto a todo aquello. Así que, sin pensármelo nuevamente, acaricié el suave tacto de la caja y con mucha delicadeza comencé a tirar del exquisito lazo de satén violado, viendo como, lentamente te deshacía el nudo que aseguraba que la tapa de la caja estuviese bien cerrada, manteniendo a buen recaudo lo que fuera que contenía.

No me lo podía creer. Era un flamante vestido de época adaptado a los tiempos actuales. De un rojo escarlata preciosísimo y pedrería incrustada, formando una deliciosa decoración en escote, espalda y cintura. También encontré un par de zapatos en forma de rosa roja que me deslumbraron nada más desenvolverlos, una pequeña sombrilla de encaje a juego con el vestido, un colgante de mariposa, unos guantes de seda negros, con encaje y adornados con lacitos, que me cubrían desde la mitad de la palma de la mano, hasta por debajo del codo. Y, por último, un antifaz bellísimo; dorado, con un extravagante plumaje rojo.

Tras haberlo extraído todo, y ver el vestido y los complementos bien colocados y estirados sobre la cama, mis manos perdieron la fuerza y dejaron caer la caja, precipitándose irremediablemente contra la suave alfombra de angora. Lo que produjo que, al volcarse la caja, dejase escapar un pequeño trozo de papel que, con la euforia, no había advertido. “Oh…” Me agaché a recogerlo, y me volví a sentar en la cama, desplegándolo con sumo cuidado.

“Ah, se me olvidaba: Espero que te guste el vestido. Imaginé que no tendrías nada para la ocasión, así que me he tomado la libertad de escoger este, con sus complementos correspondientes, para ti. Pruébatelo. Seguro que te sienta de maravilla. Así me será fácil reconocerte cuando hagas tu magnifica entrada en el salón. Disfrútalo. No me falles. Hasta pronto, mi bella rosa roja.

Tu paladín.”

Era algo tan bonito que mi mente no podía asimilar que lo tuviera en mi cama. Pasé muy lentamente la mano sobre la muy suave tela brillantemente roja, invadiéndome una sensación de placer tan plena que no pude dedicarle un pensamiento de agradecimiento a ese hombre tan atento. Fuera quien fuese y estuviera donde estuviese. “Bueno… supongo que ahora tendré que ir”…”- Le dirigí una mirada al vestido, reflejando lo unida que me sentí a él. De una manera tan repentinamente instantánea.- “aunque solo sea para lucir esta preciosidad. Que lo suyo habrá costado.”




Al día siguiente, con la ayuda de dos de mis sirvientas, me peiné adecuadamente para el acontecimiento y me ajusté el corpiño de tan grandioso atuendo. Me calcé los guantes y me aseguré de que la trinca del colgante estuviese perfectamente sujeta sobre mi nuca. Cogí mi sombrilla de encaje y me dispuse a salir elegantemente por la puerta principal al ritmo de que los tacones de mis nuevos zapatos, en forma de rosa roja abierta, marcaban. El vestido pesaba un poco, y me lo tuve que recoger con la mano que me quedaba libre. “Me siento como las de antaño. Es bastante agradable.” Y, una vez me había deleitado con el suave tacto que me ofrecían los guantes de seda con encaje, volví a recogerme parte del vestido con la mano derecha y me dispuse a cruzar la puerta, con la cabeza bien alta.



Al salir de casa me llevé una grata sorpresa que me mantuvo la sensación de sorpresa durante todo el trayecto hasta el palacio-museo. Me habían venido a recoger, sí, pero en un lujoso carruaje, tirado por un preciosísimo caballo blanco que parecía que tenía brillo propio, en conjunto con la carrocería dorada de la carroza de la cual tiraba. Todo estaba siendo demasiado ideal. Me costaba tomarlo por real, pero así lo parecía, porque notaba el bamboleo de la carroza y el trote del caballo que iba conduciendo el auriga.

Cuando me quise dar cuenta el carruaje aminoraba su marcha paulatinamente. Deslizándose con suavidad sobre el asfalto de la carretera, a la vez que podía escuchar suavemente al cochero gritar “¡So!, precioso. ¡So!”

Me abrió la puerta un señor de mediana edad que, al parecer se tomaba muy en serio el protocolo.

- Buenas noches mi lady. Bienvenida sea.- “Vaya… esta gente se toma muy en serio el papel que desempeña en esta retrospectiva.”- ¿Sería tan amable de mostrarme su invitación si no es mucho pedir?, por favor.

- Gracias. Es un placer estar aquí- sonreí mientras le daba mi mano para que me ayudase a bajar.- Sí, claro. Aquí la tiene- le alargué la perfumada carta, con la susodicha invitación.

Al posar mi pie sobre el escaloncito metálico del carruaje, me deslumbró la belleza de con la que había sido otorgada el museo para esa noche. Había sido decorado perfectamente como en su época de esplendor. Cuando este era Palacio. Las luces bañaban de un color dorado la fachada renacentista y parecía como si todo cobrase vida nuevamente.

- Muy bien. Siga por las escaleras y cruce el pasillo central hasta llegar al patio interior. Luego tuerza a la derecha, y diríjase hacia la puerta que se quede frente a usted. Allí logrará encontrar el salón de baile.

- Muchas gracias- me incliné agarrando el vestido por ambos lados- así lo haré.

Cada vez me encontraba más fascinada. El palacio interiormente no tenia desperdicio. Solo el pasillo central era tan exquisito que sentí que me desmayaba. Iba avanzando con una sensación muy parecida a los nervios del día de reyes cuando era niña. El estomago me tiraba hacia arriba, sintiendo como se me revolvía “Este maldito corpiño no ayuda nada. Me cuesta respirar.” A medida que daba los pasos, el taconeo estallaba en toda la amplitud de la estancia, llenando cada rincón vacío. Tanto era así que en algún momento durante el trayecto, me volví hacia atrás. Nada. No había ni un alma. Solo metros y metros de suelo encerado y bóveda de cañón.



Llegué por fin al patio interior que quedaba justo en el centro de una habitación circular. Con una claraboya que se hallaba encima de una flamante fuente “Vaya… esto por el día ha de ser precioso. Viendo como penetra un haz de sol por aquí.” Y enfrente y a la derecha puertas de doble hoja. Mientras que a la izquierda se encontraba una preciosa escalera que daba a alguna parte del piso superior.



Me dirigí hacia la puerta de la derecha, tal y como me habían indicado. Se oía la melodía del vals de las flores atravesar las puertas; dando al ambiente aún más parecido a las épocas pasadas. He de reconocer que estaba asustada por lo que podía estar esperándome detrás. “Tranquila Heather… De todas formas tienes el antifaz. Y nadie te conoce aquí salvo el paladín ese.” Respiré profundamente, y ejerciendo fuerza sobre la doble manecilla de las puertas entré al gran salón.

Cuando las puertas se abrieron, dejándome ver el interior, quede estupefacta. El salón de baile era inmenso, como el que una puede imaginar de un cuento de hadas. Si miraba hacia la izquierda visualizaba mullidos sillones que parecían la mar de confortables, acompañados por una decoración que rememoraba a los lugares que solía frecuentar la realeza y la nobleza siglos atrás. Y si miraba hacia la derecha, una grandiosa pista de baile se abría ante mis ojos. Brillante y lujosamente decorada con lámparas de araña, con lagrimas de cristal.

Cuando me quise dar cuenta la música ya daba sus últimos diez segundos y tras la imponente coda de tan maravilloso vals, todo quedó sumido en el más absoluto silencio. Haciendo que las diferentes parejas, elegantemente vestidas de época, al igual que yo, que se hallaban bailando en ese momento, clavaran sus miradas en mí sin articular palabra ni emitir el más mínimo ruido. Ciertamente me sentí incomodísima. Me pareció estar fuera de lugar. Era algo muy selecto, a juzgar por la clase de invitados que habían asistido a acontecimiento. Pero, a pesar de todo, me armé de valor y dejé de aparentar ser una escultura, allí inmóvil, en mitad del umbral de la puerta, y seguí avanzando lentamente. Mezclándome con el resto de asistentes.

Enseguida comenzó a sonar el vals de las cuatro estaciones, por suerte. La masa de gente comenzó a moverse nuevamente. No tenía pareja. Así que decidí ir hacia aquellos sillones que parecían tan cómodos. Tras haber cogido un canapé de la bandeja que portaba un lustrado camarero “Vaya lujo; baile, catering y este esplendoroso lugar. Espero que el muy cobarde no se atreva a dejarme plantada o yo me encargare de castrarlo con mis pinzas para el entrecejo, y luego me haré un bolsito con su escroto.”

Efectivamente, eran comodísimos. Pero… comenzaba a sentirme muy sola allí. Los demás parecían ser felices y divertirse mucho. ¿Por qué algo que resultaba tan simple para los demás se convertía en un mundo para mí? Era algo que no alcanzaba a entender. Empezaba ya a embajonarme “Quizás no debí venir. En cierto modo me ilusioné demasiado con este tema. ¿Por qué será que cuando me ilusiono, las cosas resultan más difíciles y todo se estropea?”

- ¡Hey!

Esa llamada de atención hizo que perdiera el hilo de mis pensamientos y levantara la vista hacia el frente.



- Veo que no me equivoqué eligiéndote el vestido y los complementos. Ya era todo muy bonito en el expositor por separado. Pero todo en conjunto sobre ti resulta extremadamente brillante.

- ¡¿Tú?!- La impresión hizo que me levantara del sillón de un salto. Mi mente no podía asimilar la situación.

- Sí. Aquí estoy. Yo soy tu paladín misterioso- rió.

“Dios mío… No…no puede ser…” En efecto, el que se encontraba frente a mis incrédulos ojos no era otro que Lázaro.

- Pe… pe…pero, tú ¿Cómo puede ser?

- Vaya, no pensé que te resultaría tan chocante. ¿A caso no puedo ser romántico y caballeresco?

- Sí, pero…- mi incertidumbre iba en amento por momentos. El sudor me caía por la frente y me rascaba la nuca frenéticamente “Ains…espero que no se de cuenta, por favor. Que la crema base aguante…”- Pero llevo recibiendo esos anónimos desde mucho antes de aquel incidente en la facultad. ¿Cómo es posible?

- Muy fácil, gatita- guiñó un ojo- desde el primer momento en el que te vi en la facultad me pareciste alguien interesantemente guapa. Y, aquel día que te sentaste a mi lado en clase… fue la señal que estaba esperando.

- ¿Señal?- pregunté extrañada.

Dio unos cuantos pasos hacia delante y se sento suavemente a mi lado en el butacón. Y yo tímidamente subí las piernas hasta quedar prácticamente recostada en tan cómodo lugar.



- Sí. Todo dependía de cómo surgieran las circunstancias desde ese día en adelante. Hasta que lograra reunir el valor necesario para dar la cara, pretendía seguir contentándote con los regalos. Después de todo… Si algo tienen mis padres es dinero; y…¿qué mejor que gastarlo en ti?- sonrió tímidamente.

- Vaya…- quedé profundamente conmovida a la par que pensativa- nunca… habían hecho algo así por mí- sonreí.

- Bueno- se levantó de un salto- ¿me vas a conceder este baile o me tendras toda la noche aburriéndome con tus charlas sensibleras?- rió a carcajadas mientras hacía una mueca extraña.
- Pero, serás…- dije levantándome bruscamente entre risas, intentando atraparle.




Tanta fue la euforia de querer cogerle para darle su merecido por tan grosero comentario, que me pisé parte del vestido y caí hacia delante sin poder impedirlo. Pero los reflejos de Lázaro fueron más rápidos y caí en sus brazos antes de que me diera cuenta. Me aparté velozmente alertada por el gran sentido del ridículo que me invadió. “Pero qué me pasa?...Reacciona Heather. No seas idiota.”

- Lo… lo siento- dije avergonzada.

- No te disculpes por cualquier cosa… Siempre has sido igual- afirmó con un tono de ternura que impregnaba su voz.

- De acuerdo. Lo siento. No volveré a hacerlo.

- Eh, eh, eh ¿lo ves? Lo has vuelto a hacer.

Me llevé rápidamente la mano derecha a la boca, completamente convencida de que todas mis palabras y actos desde el momento en que supe que él era mi paladín, no dejaban de ser a cual más ridícula. Pero, no habían pasado más de dos segundos y Lázaro tiro de mi brazo efusivamente, en dirección a la pista de baile.

Recuerdo con especial emoción que la melodía que sonaba en ese momento era un hermoso vals vienes. Me parecía estar flotando en brazos de aquel chico que, de primeras, me había dado la impresión de ser indomablemente autentico. Y las notas musicales, provenientes de la orquesta que se había contratado, siendo arrancadas de cada instrumento, por la multitud de dedos de los miembros de la orquesta formaron a mi alrededor una crisálida sonora que, al romperse, sentí que mi esencia vital evolucionaba a algo mejor.



Ahora tuve el placer de descubrir que también podía ser sensible y atento. Entre vuelta y vuelta, me fijaba en su cara. Nunca me había parado a observarlo tan detenidamente. Tiene unos ojos increíbles, preciosos. Negros como el onix y tan expresivos como los de un niño. Además me gustaba verlo con esa expresión tan característica de él. Adoraba verle como un niño cuando algo le entusiasmaba. Y en ese momento me di cuenta… de que yo también le quería. No es que haya sido algo nuevo que descubriera en aquel instante; pero la sensación tan cálida en mi pecho no hacía más que confirmarme lo que yo me negaba a aceptar. Todo a nuestro alrededor parecía desaparecer. Dándome la sensación de que en ese lugar solo estábamos él y yo. Estaba atrapada entre aquellos giros, en aquella situación tan confusa. “Él era la última persona que me esperaba que fuese el paladín. Pero…¿qué, qué está pasando?” En ese momento, Lázaro se inclinó y me susurró suavemente al oído:

- Siempre hay una primera vez. Ahora estoy contigo. Ya no estás sola.

No pude decir absolutamente nada. Sentí que una emoción superior a mí entraba en mí sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo. “Oh, no… Las lagrimas me acuden a los ojos”. En ese momento empujé a Lázaro, y salí corriendo en dirección a la puerta por la que había entrado. Desemboqué en el ostentoso patio interior y apoyándome en la piedra tallada de la fuente, de espaldas a la puerta, dejé fluir tan fuerte sentimiento.

Pero al instante, Lázaro ya estaba allí, preocupado por lo que me podía pasar. Tiró de mi brazo y me obligo a dar media vuelta hasta quedar frente a él “Dios, no quiero que me vea así… Nadie sabe como soy realmente.”

- ¿Qué sucede? Me has preocupado- dijo con voz apagada.

Yo no podía hablar por el inmenso no en la garganta. Y trataba de ocultar mi cara para que no viese mi llantina. Pero el me sujetó por la barbilla y me dirigió la mirada de manera que se encontró con la suya.

- Veamos que tenemos aquí…- dejo escapar con increíble dulzura mientras me pasaba su pulgar, muy lentamente, por el parpado inferior de ambos ojos y secaba mis lagrimas. “Que suave… Me encanta lo suave que es su piel…” Inconscientemente cogí su mano y la guié hasta mi mejilla, forzando una dulce y cálida caricia. Me sentía tan plena…

- Tranquila. Todo irá bien-decía sonriente- Quédate aquí. Iré a por algo de beber, ¿sí?

Tras esto desapareció de mi campo de visión, pero a los pocos segundos noté un confortable beso en la coronilla. Un beso que me lleno de amor a la vez que me invadía de nervios. Anulando todo razonamiento posible. Luego me confesó que salió tan nervioso que se dio contra la puerta que separaba el salón de baile del patio jajaja. Si es que es tan adorable…

A los pocos minutos regreso con una copa de vino tinto.

- Aquí tienes. Has de reponer. Seguro que has perdido mucho agua con tanto lloriqueo.- rió.

Cogí la copa mientras le dirigía una mirada enfadada. Al instante comprendió y empezó a hacer tonterías:

- Miraaa, soy un mono. Tengo rasgos muy simiescos ¿no te parece?- dijo señalándose la cara- Tú que estás estudiando historia deberías apreciarme mejor que nadie. Soy Australopaquita.

- ¡Ay, tonto!- le golpeé en el hombro mientras los dos rompíamos a carcajadas.

“Este chico sabe que hacer o decir en cada momento para animarme. Siempre tiene la frase perfecta.”

No sé. Pero su espontaneidad, y su carisma me llenan de vida… Además sabe escuchar y comprender. Nadie me había querido así. Ciertamente, yo tampoco había querido de esta forma a nadie. Es único en todos los aspectos. El siempre está diciendo que no es guapo. Y se quita meritos por todo. Es algo que me saca de quicio desde que llegó a mi vida. Pero todo en su conjunto hacen de él, el chico que siempre esperé.

- Ven. Te mostraré algo- dijo de repente.

- Pero, ¿a dónde vamos?- pregunté nuevamente, inmersa en la más profunda incertidumbre.

Subimos por las escaleras que quedaban a la izquierda de la estancia circular, y que ya desde un principio había observado. Una vez arriba, Lázaro abrió una puerta, se colocó tras de mí y me tapo los ojos con ambas manos.

- ¿Qué haces?- forcejeé
- Estate tranquila y camina, ¿de acuerdo?

Algo me decía que confiara en él. Así que me calmé y comencé a dar pasos lentos con los brazos estirados hacia delante. El trayecto parecía largo. Primero caminamos en línea recta un par de minutos; tras esto bajamos cuidadosamente los peldaños de una escalera y caminamos hasta que mis pies notaron un pronunciado abultamiento. “Pero, ¿qué?... parece que estoy en lo alto de un puente.” A los pocos segundos volvimos a descender por el otro lado, así que di por sentado de que definitivamente se trataba de un puente.

- ¿Falta mucho?- pregunte con tono inquieto.- Estar a oscuras no es precisamente mi idea de pasar un buen rato ¿sabes?

- Y, ¿tú sabías que la paciencia es la virtud humana que más escasea, y que, paradójicamente, resulta ser la más apreciada? Tranquila; solo unos segundos más.

Una vez dimos unos diez pasos más, Lázaro me quitó las manos de los ojos: y ante mí se dibujo un esplendoroso jardín de orquídeas y rosas azules repartidas por doquier. Y un cielo tupido de estrellas que parecían diamantes de los más puros que puede haber. Jamás vi algo tan hermoso. O quizás…sí. En ese momento miré con los ojos completamente abiertos a Lázaro; él si que era lo más hermoso que había visto en mi vida.



- Vaya…- dije entrecortadamente- mis sueños se están cumpliendo de golpe. Quería ver las estrellas, y me encantan los…

- Lirios del alba y flores de luna- interrumpió.

- ¿Cómo sabes…?

- Tsss…- dijo poniéndome su dedo índice en mis labios- tus flores favoritas. Es así como las llamas: "flores de luna" a las rosas azules y "lirios del alba" a las orquídeas; las estrellas… Si no me equivoco son tus sueños, ¿no? Yo mismo ordené que transplantaran estas flores aquí. Para ti.

Era tanta la emoción que aparte mi mirada de él. Pero no tardo demasiado en hacer lo que antes: volvió a agarrarme de la barbilla y me dirigió la mirada hacia él.

- Cumpliré todos tus sueños- susurró- Te quiero. Y tú lo sabes.

Envueltos en un silencio sepulcral, roto solo por el cantar de una colonia de grillos que se encontraban ocultos bajo el espesor de la hierba, Lázaro me cogió de la mano y me guió hacia un pequeño banquito de hierro forjado, nos sentamos y con mucha delicadeza cogió unas rosas azules que se encontraban en lo alto del respaldo del banco y me las colocó suavemente en el cabello.

- Eres bellísima, ¿sabes?- afirmó sin apartar su mirar de mi rostro.

- No. Tú lo eres mucho más- Al decir esto me sorprendía mí misma, bajo la cálida luz de las farolas que se encontraban a nuestro lado.

Hasta el momento nunca había visto a nadie más guapo que yo. Mi ego siempre estaba por delante de todos y de todo. Y el mundo giraba en torno a mí. Pero esa noche, todo era diferente. Ahora no era yo el eje central de mi mundo… Sino él.

- ¡Que va!- negó balanceando la cabeza de un lado para otro.- Exagerada… Tengo muchos defectos. Tú me ves con buenos ojos.

Al oír esto, me levante y camine lentamente sobre mis pasos, hasta llegar a lo alto del puente. Lázaro me siguió poco rato después. Una vez me encontré en lo alto, dije sin mirarle:

- Como yo siempre digo: los defectos no son más que virtudes mal utilizadas. Solo es cuestión de encontrar a… esa persona que sepa explicarte su uso correcto.

Me viré hacia él y le dediqué una tierna sonrisa, con el objetivo de animarle. Después de todo, él siempre ha sabido como animarme a mí.

Luego me acerqué lentamente a él y apoye mi cabeza sobre su pecho. Me encantó oír su corazón. Hacía mucho que no me sentía tan relajada. Y desprendía un calor tan agradable… Que me hacía sentir muy protegida. “Mi querida estufita…” Lázaro también se dejó llevar y entrelazó sus brazos alrededor de mi cintura. “Me siento realizada.”

- Me encanta tu olor. Es… tan dulce y reconfortante…- dejé escapar arrastrado al exhalar una bocanada de aire.

- ¿Mi olor? No comprendo por qué.

- No hace falta que comprendas nada. Solo quédate conmigo.

En ese momento, me separó de su pecho. E inclinándose ligeramente, nuestros labios se fundieron en uno solo. Llenándome de dicha. Sintiendo como si una inmensa bandada de mariposas nos cubriera a los dos y nos hicieran volar con ellas Fue el mejor beso de mi vida. Siempre lo recordaré, a traves del devenir temporal.

Me ruboricé al momento, guardando silencio. Lázaro se dio perfecta cuenta de la tensión que rodeaba el ambiente, así que enseguida tomó medidas para destruirla.

- ¡GUERRA DE COSQUILLAS!- dijo entre risas y localizando mis puntos más sensibles.

- ¡Para!, ¡por favor, paraaa!- decía presa de sus hábiles manos y de un ataque incontrolable deriva- ¡no quiero hacerte daño!

Lázaro se detuvo.

- ¿Daño?- pregunto extrañado.

- Sí… cuando me hacen cosquillas no me controlo, y al moverme te puedo dar.

- ¡Anda ya!

- Que sí

Tras esto me volví nuevamente hacia el frente, apoyándome en la baranda del ouente con los brazos cruzados.

- Mi monito lindo…

- ¿Has dicho algo?- preguntó Lázaro.

- ¿Eh? No, no… nada- dejé escapar una risa histérica.

- Con que no, ¿eh?- rió- que sepas que sí que lo oí. Te vas a enterar. ¡MORDISCOS DE MONOOO!

- ¡Nooo! Por favor, ¡socorro!

Y entre risas salí corriendo con él tras de mí. Volvimos a integrarnos en el baile, pero, esta vez, algo había cambiado en mí. Algo que daría un giro de 360 ºC en mi vida. “Te amo con todo mi ser, mi monito. No olvides nunca quien tiene la llave de mi mundo.”

La moraleja de hoy es: “Riega y cuida tu amor con persistencia y constancia Si así lo haces, crecerá sano y bello como una joven rosa fresca. No caigas en el error de pensar que porque ya lo tienes no tienes que atenderlo. Lucha por él tanto como te sea posible.”

lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo 9: La vecina morbosa.

Ya hace una semanita que vuelvo a ser yo misma. Reina de mi hábitat natural. Estoy completamente recuperada de aquella indeseable experiencia vivida con esa gente con cara de estreñido.

He estado saliendo con mis amigos (Dimas y Juanma). Y la verdad que me he sentido liberada; el hecho de pisar fuerte el asfalto, respirar y hacer lo que quiera sin temor a nada me reconforta gratamente. Y además está Lázaro; que me ha ayudado mucho durante algunos momentos duros que he tenido esta semana; determinadas crisis que mi psicólogo ha intentado erradicar. Pero sinceramente no ha causado tanta mejora en mí como la esta consiguiendo ese macarrilla. “No pensaba que alguien pudiera hacer tanta mella en mi… Es algo insólito”

Pero como sabréis, lo bueno nunca viene solo. Y es que he faltado tanto tiempo a la facultad que ahora se me acumula todo lo que se ha dado durante estos largos y desesperantes casi seis meses. Sin ir más lejos tengo mañana un examen de historia moderna europea universal, con toda la materia del semestre. La verdad es que estoy de todo esto hasta mi tocado de raso. Llevo toda una semana con el cerebro cortocircuitado, de tanto bombardeo de información. Y agobiada de tanto chanchullo digno de formar parte de un muy bien elaborado guión de culebrón. Pero al menos puedo decir que, de manera intercalada con esta infumable tortura, me lo he pasado bastante bien en cuanto a algo muy divertido que ha ocurrido a lo largo de estos días.

Todo empezó el martes pasado; cuando yo estaba completamente absorta por los apuntes referentes al examen de mañana. Recuerdo que estaba estudiando los tejemanejes eclesiásticos, cuando de pronto un fuerte ruido me sacó de mi burbuja de concentración; por lo que me dirigí a la ventana con la intención de salir cual maruja y pegarles cuatro gritos, para ver si de esa manera cesaba ese infernal escándalo. “Joder. Se suponía que esta era la zona más tranquila y lujosa de toda la ciudad. Creo que no merece tantas atribuciones. No puede una ni estudiar tranquila.”

Al retirar la cortina de seda violeta y mirar a través de la ventana, pude divisar un camión de mudanzas que se detenía en la casa de enfrente. No podía entender lo que estaba pasando; esa era la casa del viejo Robles. Hacía años que nadie entraba ni salía de allí. Salvo su, también anciana, sirvienta. Por lo que tengo entendido, antes, esa casa era el centro de todas las fiestas sociales, y él se hallaba rodeado de todos los peces gordos habidos y por haber, pero timó a la mayoría de ellos, haciendo que invirtiesen en bolsa, en una compañía que no existía. Y todo el dinero se lo acabó quedando él. Lo denunciaron, sí. Pero todos sabemos que la justicia la puedes moldear a tu parecer si tienes la amistad de ciertos papelitos verdes, y sabes qué hilos mover en cada momento. El caso es que salió impune de todo aquello, pero todo el mundo le dio la espalda. Los que le conocían directamente, por lo obvio. Y los que no le conocían tan de cerca se fueron alejando por una serie de rumores infundados, que corrieron como la pólvora gracias a la prensa y a los medios de comunicación. Ahora es bastante cerrado y ha desarrollado un carácter verdaderamente agrio que actúa de repelente con respecto al resto de la sociedad. “Es un vejestorio amargado… ¿Sé habrá muerto?” Ese pensamiento cayó en mi mente como cae un yunque sobre la cabeza de un dibujo animado de los años de la pera, y comencé a sentirme mezquina por momentos. Por muy amargado, incomprendido o lo que fuera que era ese hombre, seguía siendo multimillonario y tenía un magnífico talento para manipular las situaciones. Todo un maestro de la hipocresía. “Ains…Quién pudiera” Por lo que no se merecía que alguien pensara así de él.

De pronto, un Lamborghini plateado aparcó velozmente ante el camión. Y de él descendió una chica jovencita, yo diría que de mi edad “Aunque parece mayor… Debería hidratarse más esa piel” Y al parecer debía tener dinero también. Ese coche no puede estar en manos de cualquiera. Además…, he de admitir que era bastante adorable de cara. No era guapa, pero si tenía un atractivo especial.



No le di demasiada importancia. Después de todo, el ruido terminó por desaparecer una vez los empleados terminaron de meter las cajas en la casa y alejado el camión de la zona. No habría pasado de esa mañana, de no ser por los acontecimientos que tendrían lugar esa misma tarde:

Salía de la ducha recitando en voz alta la base de la economía moderna, cuando me di cuenta de que la ventana de mi habitación daba frente a frente con la ventana, de la habitación donde la chica se había instalado. “Ahí está ella. Colocando su ropa en los cajones de la cómoda. Ahora que lo pienso… ¿Será esta la amante del viejo? He oído por ahí y visto en telenovelas que suelen pasar cosas así: jovencitas que se enrollan con ciruelas pasas que están forrados, para luego quedarse con toda la pasta… “¡AY! Menuda repugnancia. Pero muy astuto. Además ese hombre es un modelo a seguir”

Pensando en lo lista que había sido la chica, convencida de que la relación que había entre ellos iba mucho más allá que una simple amistad o de huésped, y empezando a sentir un pequeño atisbo de admiración por aquella zorrita oportunista, vi como, lentamente, bajaba el estor de tela color pastel, que solo dejaba ver su silueta negra.

Estaba a punto de dejar de observarla, no fuera que me estuviera viendo. Pero de pronto su figura dejó de moverse. Me pareció que me estaba mirando. Para mi sorpresa, comenzó a adoptar posturas extrañas y a realizar movimientos sinuosos con un matiz de provocación. Me pareció descarado en un principio, pero luego le cogí el morbillo a la situación. Finalmente era evidente que me había visto observarla, y a juzgar por todo lo que pasaba… no le importó lo más mínimo.







Cada día que fue pasando, los bailes y posturitas iban siendo más candentes. Hasta el punto en que yo también acabe sumándome al juego. Bajé mi estor y comencé a mostrarle mi lado más ardiente “Me cuesta reconocerlo pero, la verdad es que me excito bastante”. Ella quiso dar un paso más allá y comenzó a quitarse ropa muy despacio. La silueta se movía sensualmente y se veía que la chica se deshacía de cada una de sus prendas sin ningún pudor. Así que yo no quise hacer menos e hice lo propio.

Quería saber qué chica tan extrovertida era capaz de iniciar esa clase de juegos tan eróticamente morbosos. Así que me armé de valor y decidí cruzar mi jardín y la calle, rumbo hacia la puerta de la casa de esa streeper aficionada. No porque me interesara sexualmente, que donde este un buen pene… jajaja. Nah, en serio; sí que se parecía bastante a mí en cuanto a lo desinhibida que era. Por lo que pensé que, siendo amigas, formaríamos una pareja explosiva. Ella podría aprender cosas de mí y yo de ella.

Al subir los tres escalones que separaban el entablado del porche del suelo térreo del jardín me invadió un inexplicable sentido del ridículo. Realmente no sabía que estaba haciendo allí; era absurdo que me presentara así, de repente, porque ya no cabía duda alguna de que ella sabía que la observaba. Pero, sobre todo porque nunca me había molestado en darle la bienvenida al vecindario a ningún nuevo vecino. Así que con esos, más que razonables, argumentos detuve a tiempo a mis nudillos, antes de que estos se estrellasen repetidamente contra la madrea barnizada de la puerta. Y dando media vuelta, deshice mi camino. De vuelta a casa.

Me pasé toda la noche dándole vueltas a la locura que estuve a punto de cometer. Hasta bien entrada la noche no logré conciliar el sueño y tampoco tenía la concentración suficiente como para reanudar el estudio. “Menuda perdida de tiempo. Vale oro, como para estar derrochándolo de esta manera”. Se me ocurrió llamar a Lázaro. Pero no me respondía “maldita manía de tener el móvil en silencio… Esto es lo malo que tiene este chico. No sabes cuándo ni cómo, aparece o desaparece cuando quiere. Pero…cuando está conmigo… mi mundo da un giro impresionante. Todo lo demás desaparece. Solos él y yo. Como el día de la moto”

Al día siguiente, presa de un cansancio atroz y el reflejo de unas ojeras horribles me dispuse a hacer mi vida cotidiana, desplazando por completo a la chica de enfrente. Pero cuando estaba en medio de mi desayuno, sonó el timbre dos veces seguidas. Y una tercera cuando me encontraba recorriendo el pasillo, hacia el vestíbulo, mientras me limpiaba la comisura de los labios.

- ¡YA VOY! Vaya con la gente… encima apremiando.

Abrí la puerta de un tirón, con la misma mala gana con la que me había levantado de la mesa.

- Hola

“¡NO PUEDE SER! Es la chica de en frente” Un sudor frío brotó de mi frente y de forma inconsciente cerré de golpe la puerta en sus narices, apoyando mi espalda en ella al dar el golpe. Al instante me di cuenta de la gran estupidez que había cometido “Tonta, ¿no ves que así causas peor impresión de la que ya hayas podido causar haciendo semejante show por la ventana? Sal ahí fuera y actúa con natural frialdad.”

Hice caso a mi propio pensamiento y volví a abrir la puerta. Quedando ante mí una chica de aspecto joven, de complexión normal, tirando a rellenita, cabello de un castaño claro, cara ensanchada, ojos azulados y estatura baja.



- Hola- respondí- perdona por mi grosería. Yo…

- No pasa nada- interrumpió mi intento de disculpa- Es normal tu reacción. Teniendo en cuenta el espectáculo que dimos sin conocernos- rió.

- Sí… Es que cuando te dejas llevar es lo que tiene- imité su risa.

- Sí…pero… es que no lo hacia para ti- explico con dificultad.

Al oír esto se me cayó el mundo encima. Deseé que la tierra se me tragase. “Jo… he hecho algo pensando erróneamente y ni siquiera me hizo caso… Que idiota”

- ¿A…ah…no?- sonreí- creo que hice el ridículo entonces.

- No, no. Para nada. Si al final resultó incluso más divertido de lo que yo pensaba- rió de forma descontrolada- Bueno, ¿qué? ¿Me vas a tener aquí todo el día?

- ¿Eh?...- la pregunta me desconcertó, pero todo quedó rápidamente aclarado en cuanto me hizo una seña con la mirada, hacia el interior de la casa- Ah, no, no. Adelante, pasa- dije entre risas aniñadas, mientras cerraba la puerta a nuestra espalda.

La llevé al salón y dejándola sentada en uno de los sillones me fui hacia la cocina, dirigiéndole una mirada, dejándole indirectamente claro que esos sillones costaban mas que todo un cargamento de maría.

Al rato regresé con una bandeja de plata con su juego de te correspondiente, y me senté a su lado sin quitarle la vista de encima.

- Aquí te traigo algo de té, es importado de Marruecos. Y las pastas son de Reino Unido- presumí- Sé que nosotras no deberíamos servir… Pero mi última sirvienta hablaba demasiado y no cumplía mis expectativas en cuanto a su trabajo. Fíjate tú que me venía con exigencias. ¡Con exigencias a mí!- resoplé con un ademán de superioridad sobre la pequeña chusma, conformada por la servidumbre.

- Ains…Es tan complicado encontrar un servicio eficiente…- dijo mirándome con unos ojos que reflejaban lo bien que me comprendía.

Me sorprendió gratamente la respuesta de la chica; pero a la vez me resultaba extraño. Porque era como si estuviera hablando conmigo misma. Y eso me asustaba ligeramente. Pero así y todo me entró mucha más curiosidad y quise saber más de ella. De algún modo… presentí que seríamos como uña y carne.

- ¡UY!- exclamé- perdona mi descortesía. Mi nombre es Heather. Heather Jimberts. ¿y tu eres…?

- Esther Medina Robles

- ¿Robles? ¿Eres hija del vie…? digo, ¿del anciano?- dije sorprendida.

Después de todo, se sabe que un hombre puede inseminar a cualquier edad… pero ese hombre tendrá ahora unos setenta y nueve u ochenta años; por lo que tuvo que fecundar a la madre de esta chica a los cincuenta y ocho, cincuenta y nueve… “¡VAYA SEMENTAL!”. aunque a decir verdad, nunca he visto a ninguna mujer en la casa… a no ser que… “¡¿LA SIRVIENTA?! No, no, no…, por favor. Que escándalo…” Todo un caos interno se apoderó plenamente de mí. Debatiéndome entre lo que yo consideraba moral y lo que se ha de tener en cuenta según el interés que se tenga por tener buen sexo.

- No- Rió- Soy su única sobrina. La hija de su hermana menor; ¿no ves que Robles es mi segundo apellido?- aclaró llevándose una pasta a la boca- estoy aquí para hacerme cargo de él. Está enfermo de parkinson. Dolores, su sirvienta, le ayudaba en cuanto podía. Pero ahora- tragó el bolo alimenticio conformado por una mezcla de salíva y la masa de la pastita de té- está en una fase muy aguda de la enfermedad; y la pobre mujer ya no es capaz de hacerse cargo de él. La vejez no perdona, cariño- suspiró.

- Y que lo digas…- La miré con una mueca de horror que vi reflejada, exactamente igual, en su rostro. Y como un acto reflejo, ambas agarramos el bolso, como si nos fuera la vida en ello, y sacamos, al mismo tiempo, pequeños espejos de retoque, en el que miramos nuestra radiante belleza. Necesitábamos admirarnos a nosotras mismas para olvidar la cruel idea de que nosotras también acabaríamos de esa manera. Cosa que retrasaríamos lo máximo posible, gracias a las maravillas conseguidas en los avances de la ciencia respectiva a la cirugía plástica.

-¿Sabes?- dijo Esther, guardando a la vez que yo, el espejito en el bolso, una vez nos convencimos falsamente de que no nos marchitaríamos nunca- En cuanto mi tío muera me convertiré en su única heredera. Ahora pertenezco a la mediocre clase media. Me avergüenza reconocerlo, pero no falta mucho para que cruce el umbral hacia la buena vida- a partir de aquí disminuyó la intensidad de su voz, hasta convertirla casi en un susurro. Como si tuviera miedo de que alguien pudiese escucharle- incluso, hay veces que me despierto por la noche y luego no consigo conciliar el sueño de nuevo. Así que, en medio del silencio y la oscuridad, no puedo evitar pensar en planes un tanto descabellados para acabar con él de manera discreta y completamente limpia. Como meterle algo de Polonio 210 en la copa de vino que tiene la costumbre de tomar antes de irse a la cama. Es un isótopo radioactivo totalmente indetectable en la autopsia. La idea que daría sería un paro cardiaco natural para un hombre de su edad. U otra manera más divertida, en la que también he tenido tiempo de pensar, es en chamelar al viejo, y en la noche en la que me vaya a acostar con él, apagare la luz y, de pronto, se abre la puerta y aparece un hijo desaparecido suyo que estará buenísimo. Al viejo le da un infarto de la impresión, heredo todo y además me llevo al maromo más sexy de la ciudad- rompió a carcajadas conmigo.

- ¡Ay, Esther! Eres demasiado- dije de forma entrecortada, debido al ataque de risa aguda que me había invadido- eres peor que yo.

- ¿Qué quieres? Padezco de insomnio y tengo demasiado tiempo para delirar- seguía riendo.

Esta chica me cayó muy bien. Era una pobretona, y se le notaba al hablar y actuar su origen marginal. Como por ejemplo con la galleta; hablando con la boca llena. Pero lo más importante es que ahora esta viviendo con un multimillonario, que la educará en este mundo. El mundo de los ricos. Y la convertirá en una dama. A parte, heredará toda la fortuna y la mansión Robles; por lo que de aquí a poco tiempo será persona. Y dejará atrás su pasado vergonzoso. De hecho era una fan del viejo, pero tras haberla conocido a ella, él se esta quedando atrás. Esther es como un modelo mejorado, a partir del antiguo. Por lo tanto, cuando termine su formación de dama, será mucho peor que su tío. “Es una chica admirable.”

- Oye, pero si lo de la ventana no lo hacías para mí… ¿para quién, entonces?

- Te llevaré a mi casa esta tarde, para que lo veas por ti misma. Ahora, ¿te gustaria dar una vuelta en mi Lamborghini?

- ¡Claro!- exclamé entusiasmada, aunque desconcertada porque la curiosidad me pedía respuesta a la pregunta que anteriormente le había formulado.

Tras pasar un día fabuloso, experimentando lo que un motor extremadamente potente podía hacer en la autopista “parecía como si voláramos. Todos mis agobios quedaron atrás una vez arrancamos. Tenía la impresión de que íbamos tan suavemente rápido que mis problemas no podían alcanzarme. Fue increíble, estando acostumbrada al lento y tranquilo ritmo de mi limusina.” y unas compras, seguidas de un delicioso almuerzo regresamos al vecindario alrededor de las 18:30. Aparcamos y siendo tirada de la muñeca por Esther, nos adentramos en la mansión Robles.

Al atravesar la puerta, me impresionó lo grande y lujosa que resultaba a la vista. El exterior era impresionante. Pero el interior me dejó sin palabras. Se notaba que el que vivía en ella era un viejo, pues la decoración era demasiado clásica. Casi rozando lo victoriano. Pero no quita nada de esplendor. Incluso me atrevería a decir que sumaba, si cabía, aún más clase y lujo “Joder con la zorringa esta… Y pensar que sin hacer nada heredara semejante caserón. Si la casa es así, no me quiero imaginar como sera la fortuna.”




Subimos las escaleras y atravesamos un pasillo marmóreo, que desembocaba en un grandioso balcón, por medio de una serie de arcos de medio punto, que otorgaba a la arquitectura de la casa de una rectitud y una exquisitez increíble, rumbo a su habitación.



- ¿Cuándo piensas responderme?- pregunte con impaciencia.

- ¿Qué hora es?- me evadió

- Las 18:57. Pero, ¿eso qué tiene que ver?

- Tú solo mira hacia allá- dijo señalando, a través de la ventana, el balcón de la casa que estaba al lado de la mía.

Al principio no vi más que una tumbona vacía, una mesita a su lado y la gran mampara de cristal que separaba la casa del exterior. Pero a los pocos minutos, la hoja de cristal se desplazó, quedando abierta la barrera. Pasando una anciana desde el interior hasta el balcón. Se recostó sobre la tumbona y depositó una cajita de pañuelos de papel sobre la mesita.

- Ahora empieza el show- sonrió.

Tras esto bajó el estor y me animó a seguirle el juego. Yo no entendía nada pero, total, el caso es que me lo pasaba muy bien. Así que no me opuse en ningún momento. No nos quitamos ninguna prenda, pero si que bailamos las dos juntas de una manera muy provocativa.

A los quince minutos dejamos de movernos y Esther subió nuevamente el estor. Lo que vi me causó mayor pavor que el hecho de que Armani comenzase a rebajar los precios por falta de calidad. La vieja no tenía nada de caderas para abajo, se hallaba abierta de piernas, masturbándose frenéticamente. Estimulando su clítoris como si se tratase de una bola antiestrés “Dios mío, esta lo que necesita ser masturbada por una matrona. Como en la Edad Media. Cuando se creía que en los momentos de calentura femenina, las mujeres debían de ser masturbadas por otras mujeres, para evitar tentaciones. Ya que sí tenían sexo mientras estuviera en ese estado, con un hombre, el hijo que engendrarían sería psíquicamente disminuido. Para eso estaban las matronas que, además de ayudar en los partos, se encargaban de mover los dedos en ciertos momentos por debajo de las faldas. Vaya, solo me quedo con lo que me conviene de las materias que tengo que estudiar, jajaja”





- ¿Qué te dije? Parece ser que le da morbo verme mientras se recrea- rió- Desde que estoy aquí, sale todos los días a las siete en punto de la tarde; y se corre tranquilamente varias veces. Luego se limpia, y se va como si nada hubiese pasado.

- Que fuerte- no podía parar el ataque de risa- esto es lo último que me esperaba.

- Ya ves.

Tras haber tenido tres orgasmos, cogió la caja de pañuelos y se limpió el liquido vaginal de sus arrugados dedos. Y luego, el sobrante de sus partes intimas.

Ester y yo nos miramos con repugnancia y dije entre la explosión de risas en la que estábamos inmersas ambas:

- Seguro que ahora le huelen a pescado rancio.

- !AY GUARRA, CALLA!- me dio una colleja sin dejar de reír.

Ante nuestro asombro, vimos cómo, la vieja, con total tranquilidad, se levantó y volvió a penetrar en la casa. Sin dejar señal alguna de lo que había ocurrido hacía escasamente dos minutos.

Dimos media vuelta, aún estando yo envuelta en la más densa incredulidad, riéndonos y cuchicheando, mientras salíamos de la habitación, camino al salón.

A partir de ahora creo que seremos muy buenas amigas. Ya os iré contando. Ahora he de seguir estudiando o, de lo contrario, mañana moriré en el examen.

La moraleja de hoy es: “Encontrarás a tu mejor amiga,incluso, en las situaciones más embarazosas.”