¡¡¡HOLA, PUTAS!!! La reapertura de mi habitación está muy próxima. Espero que las zorritas estéis muy atentas, porque se avecinan cosas muy interesantes en la tercera temporada...

miércoles, 11 de mayo de 2011

Capítulo 10: Lirios del alba y flores de luna.

Estoy algo deprimida…, porque el examen me salió muy por debajo de mis expectativas. Es que ciertamente, mi mente estaba demasiado ocupada con las tonterías de mi encuentro fortuito con la extrovertida de Esther. Estaba en el examen como una persona en un país del cual desconoce su idioma. Al final acabé inventándome más contenido que los evangelistas para escribir la biblia. Saliendo del aula como si mi mente hubiese sido tremendamente absorbida por esa fina hoja de papel, parcialmente en blanco.

Pero bueno; prefiero no pensar en eso y contaros lo realmente relevante en este momento. Realmente estaba desanimada. Ya que, después de todo quería tomarme en serio la carrera de historia. Pero tras ver el 4.6 obtenido en el examen de historia moderna universal, estaba viendo con claridad que era algo que me quedaba mucho más grande de lo que yo era capaz de admitir. Estaba dándole vueltas a la posibilidad de renunciar a la carrera, recostada en la cama, mirando hacia el techo y jugando con mi pulsera de oro blanco y plata, cuando comencé a sentir que mis párpados pesaban y que poco a poco me iba invadiendo un denso sopor que no podía combatir. Cuando ya casi no era consciente ni de mi propia existencia, el sonido estridente del timbre de la puerta, me hizo retroceder justo antes de cruzar el umbral hacia el agradablemente atrayente mundo onírico. Mundo que me podía haber hecho olvidar toda aquella asquerosa atmósfera de tensión, depresión, malestar y tristeza que me arrastraba hacia unos pensamientos horribles sobre mí misma. “Por favor…, hoy no estoy de humor; ni siquiera para hacer chistes sarcásticos, de los que tanto echo mano.”

Me levanté con verdadera desgana, camino de la puerta principal, para averiguar quien osaba perturbar el sueño que podía haberme permitido olvidar toda la mierda que ocupaba mi mente en ese momento “La gente es que escoge los momentos menos oportunos para aparecer. Yo diría que tienen un detector de malos momentos. Y cuando se aburren, solo por joder “ala, vamos a visitarle.” De verdad que nunca lo entenderé.”

- ¡¿QUÉ QUI…?!

Mi grito malhumorado que pretendía preguntar qué era lo que deseaba el tan inoportuno visitante, a su vez que servir de desahogo; se vio ahogado cuando mis ojos reflejaron la imagen del porche vacío y lo retransmitieron velozmente a mi cerebro “Mierda de gente. Estoy arta de este tipo de bromitas. Tocan y luego desaparecen ¡AGH!”. De no haber sido por que bajé la cabeza por un segundo y vi una gran caja blanca y violeta, con un sobre ella habría pegado un grito lo más potente que mis jóvenes pulmones me permitían, dirigido hacia la nada. Pero el atractivo paquete solitario que se dibujaba ante mi visión me atraía como el más potente de los imanes. Lo tomé rápidamente y cerrando la puerta de golpe, lo llevé alegremente hacia mi habitación. Quedando en el olvido todo en cuanto pensaba poco tiempo atrás.

“¿Qué es esto? Otro paquete misterioso.” La emoción me embargaba mientras abría el sobrecito violáceo que guardaba celosamente una nota perfumada “Ummmh…, huele a rosas” que decía:



“Mi querida Heather, hace ya bastante que me he mantenido al margen. Lo cual no quiere decir que haya dejado de ser espectador de la representación teatral tan interesantemente bella que es tu vida. Eso sí, desde la penumbra; como siempre.

Sé que has estado atrapada por un periodo de tiempo largo en Japón (eso me ha tenido muy preocupado. De hecho intenté buscarte, pero me fue imposible. No hacían más que ponerme problemas), tu nueva amiga Esther y tu depresión por el suspenso. Aquí te mando un pequeño regalito que espero que te haga olvidar por un momento ese mal trago. Te invito a un baile que se celebrará mañana, a partir de las 8pm. En el salón de baile del antiguo palacio (que ahora es un museo). Te pasarán a recoger. Aquí la tienes si decides ir. Informarte de que será un baile de época, con antifaces.

Sin nada más que decir, allí te esperaré. Besos, tu paladín”

Me quedé sorprendidísima de que este hombre supiese tantas cosas de mí. Sobre todo porque yo no era consciente en ningún momento de que estaba siendo observada. No sabía si alegrarme o empezar a temer la posibilidad de que fuese un psicópata pervertido. “No. No puede ser; un psicópata no escribiría palabras tan poéticamente bonitas. ¿O sí?” Mi mente te debatía entre esa posibilidad y la de que solo se tratase de un hombre normal y corriente que tiene una simple fijación con una chica. En mi caso es normal siendo tan guapa y adorable.

Tan grande era el dilema, que no supe si aceptar la invitación. En medio de todo ese pensamiento miré, sentada en la cama, hundida a causa de lo mullida que hacían la colcha las múltiples plumas de cisne que la rellenaban, hacia la izquierda. Encontrándome con la gran caja que había venido acompañando de la carta y la invitación al baile. “¡Ay, ¿qué hago?… El papel es tan bonito… y huele tan bien…” Acercándome el elegante papel de carta a la nariz, para aspirar una vez más su aroma, decidí ponerme la caja en mi regazo y explorar su contenido. Quizás lo que encontrase en su interior me ayudara a tomar una decisión con respecto a todo aquello. Así que, sin pensármelo nuevamente, acaricié el suave tacto de la caja y con mucha delicadeza comencé a tirar del exquisito lazo de satén violado, viendo como, lentamente te deshacía el nudo que aseguraba que la tapa de la caja estuviese bien cerrada, manteniendo a buen recaudo lo que fuera que contenía.

No me lo podía creer. Era un flamante vestido de época adaptado a los tiempos actuales. De un rojo escarlata preciosísimo y pedrería incrustada, formando una deliciosa decoración en escote, espalda y cintura. También encontré un par de zapatos en forma de rosa roja que me deslumbraron nada más desenvolverlos, una pequeña sombrilla de encaje a juego con el vestido, un colgante de mariposa, unos guantes de seda negros, con encaje y adornados con lacitos, que me cubrían desde la mitad de la palma de la mano, hasta por debajo del codo. Y, por último, un antifaz bellísimo; dorado, con un extravagante plumaje rojo.

Tras haberlo extraído todo, y ver el vestido y los complementos bien colocados y estirados sobre la cama, mis manos perdieron la fuerza y dejaron caer la caja, precipitándose irremediablemente contra la suave alfombra de angora. Lo que produjo que, al volcarse la caja, dejase escapar un pequeño trozo de papel que, con la euforia, no había advertido. “Oh…” Me agaché a recogerlo, y me volví a sentar en la cama, desplegándolo con sumo cuidado.

“Ah, se me olvidaba: Espero que te guste el vestido. Imaginé que no tendrías nada para la ocasión, así que me he tomado la libertad de escoger este, con sus complementos correspondientes, para ti. Pruébatelo. Seguro que te sienta de maravilla. Así me será fácil reconocerte cuando hagas tu magnifica entrada en el salón. Disfrútalo. No me falles. Hasta pronto, mi bella rosa roja.

Tu paladín.”

Era algo tan bonito que mi mente no podía asimilar que lo tuviera en mi cama. Pasé muy lentamente la mano sobre la muy suave tela brillantemente roja, invadiéndome una sensación de placer tan plena que no pude dedicarle un pensamiento de agradecimiento a ese hombre tan atento. Fuera quien fuese y estuviera donde estuviese. “Bueno… supongo que ahora tendré que ir”…”- Le dirigí una mirada al vestido, reflejando lo unida que me sentí a él. De una manera tan repentinamente instantánea.- “aunque solo sea para lucir esta preciosidad. Que lo suyo habrá costado.”




Al día siguiente, con la ayuda de dos de mis sirvientas, me peiné adecuadamente para el acontecimiento y me ajusté el corpiño de tan grandioso atuendo. Me calcé los guantes y me aseguré de que la trinca del colgante estuviese perfectamente sujeta sobre mi nuca. Cogí mi sombrilla de encaje y me dispuse a salir elegantemente por la puerta principal al ritmo de que los tacones de mis nuevos zapatos, en forma de rosa roja abierta, marcaban. El vestido pesaba un poco, y me lo tuve que recoger con la mano que me quedaba libre. “Me siento como las de antaño. Es bastante agradable.” Y, una vez me había deleitado con el suave tacto que me ofrecían los guantes de seda con encaje, volví a recogerme parte del vestido con la mano derecha y me dispuse a cruzar la puerta, con la cabeza bien alta.



Al salir de casa me llevé una grata sorpresa que me mantuvo la sensación de sorpresa durante todo el trayecto hasta el palacio-museo. Me habían venido a recoger, sí, pero en un lujoso carruaje, tirado por un preciosísimo caballo blanco que parecía que tenía brillo propio, en conjunto con la carrocería dorada de la carroza de la cual tiraba. Todo estaba siendo demasiado ideal. Me costaba tomarlo por real, pero así lo parecía, porque notaba el bamboleo de la carroza y el trote del caballo que iba conduciendo el auriga.

Cuando me quise dar cuenta el carruaje aminoraba su marcha paulatinamente. Deslizándose con suavidad sobre el asfalto de la carretera, a la vez que podía escuchar suavemente al cochero gritar “¡So!, precioso. ¡So!”

Me abrió la puerta un señor de mediana edad que, al parecer se tomaba muy en serio el protocolo.

- Buenas noches mi lady. Bienvenida sea.- “Vaya… esta gente se toma muy en serio el papel que desempeña en esta retrospectiva.”- ¿Sería tan amable de mostrarme su invitación si no es mucho pedir?, por favor.

- Gracias. Es un placer estar aquí- sonreí mientras le daba mi mano para que me ayudase a bajar.- Sí, claro. Aquí la tiene- le alargué la perfumada carta, con la susodicha invitación.

Al posar mi pie sobre el escaloncito metálico del carruaje, me deslumbró la belleza de con la que había sido otorgada el museo para esa noche. Había sido decorado perfectamente como en su época de esplendor. Cuando este era Palacio. Las luces bañaban de un color dorado la fachada renacentista y parecía como si todo cobrase vida nuevamente.

- Muy bien. Siga por las escaleras y cruce el pasillo central hasta llegar al patio interior. Luego tuerza a la derecha, y diríjase hacia la puerta que se quede frente a usted. Allí logrará encontrar el salón de baile.

- Muchas gracias- me incliné agarrando el vestido por ambos lados- así lo haré.

Cada vez me encontraba más fascinada. El palacio interiormente no tenia desperdicio. Solo el pasillo central era tan exquisito que sentí que me desmayaba. Iba avanzando con una sensación muy parecida a los nervios del día de reyes cuando era niña. El estomago me tiraba hacia arriba, sintiendo como se me revolvía “Este maldito corpiño no ayuda nada. Me cuesta respirar.” A medida que daba los pasos, el taconeo estallaba en toda la amplitud de la estancia, llenando cada rincón vacío. Tanto era así que en algún momento durante el trayecto, me volví hacia atrás. Nada. No había ni un alma. Solo metros y metros de suelo encerado y bóveda de cañón.



Llegué por fin al patio interior que quedaba justo en el centro de una habitación circular. Con una claraboya que se hallaba encima de una flamante fuente “Vaya… esto por el día ha de ser precioso. Viendo como penetra un haz de sol por aquí.” Y enfrente y a la derecha puertas de doble hoja. Mientras que a la izquierda se encontraba una preciosa escalera que daba a alguna parte del piso superior.



Me dirigí hacia la puerta de la derecha, tal y como me habían indicado. Se oía la melodía del vals de las flores atravesar las puertas; dando al ambiente aún más parecido a las épocas pasadas. He de reconocer que estaba asustada por lo que podía estar esperándome detrás. “Tranquila Heather… De todas formas tienes el antifaz. Y nadie te conoce aquí salvo el paladín ese.” Respiré profundamente, y ejerciendo fuerza sobre la doble manecilla de las puertas entré al gran salón.

Cuando las puertas se abrieron, dejándome ver el interior, quede estupefacta. El salón de baile era inmenso, como el que una puede imaginar de un cuento de hadas. Si miraba hacia la izquierda visualizaba mullidos sillones que parecían la mar de confortables, acompañados por una decoración que rememoraba a los lugares que solía frecuentar la realeza y la nobleza siglos atrás. Y si miraba hacia la derecha, una grandiosa pista de baile se abría ante mis ojos. Brillante y lujosamente decorada con lámparas de araña, con lagrimas de cristal.

Cuando me quise dar cuenta la música ya daba sus últimos diez segundos y tras la imponente coda de tan maravilloso vals, todo quedó sumido en el más absoluto silencio. Haciendo que las diferentes parejas, elegantemente vestidas de época, al igual que yo, que se hallaban bailando en ese momento, clavaran sus miradas en mí sin articular palabra ni emitir el más mínimo ruido. Ciertamente me sentí incomodísima. Me pareció estar fuera de lugar. Era algo muy selecto, a juzgar por la clase de invitados que habían asistido a acontecimiento. Pero, a pesar de todo, me armé de valor y dejé de aparentar ser una escultura, allí inmóvil, en mitad del umbral de la puerta, y seguí avanzando lentamente. Mezclándome con el resto de asistentes.

Enseguida comenzó a sonar el vals de las cuatro estaciones, por suerte. La masa de gente comenzó a moverse nuevamente. No tenía pareja. Así que decidí ir hacia aquellos sillones que parecían tan cómodos. Tras haber cogido un canapé de la bandeja que portaba un lustrado camarero “Vaya lujo; baile, catering y este esplendoroso lugar. Espero que el muy cobarde no se atreva a dejarme plantada o yo me encargare de castrarlo con mis pinzas para el entrecejo, y luego me haré un bolsito con su escroto.”

Efectivamente, eran comodísimos. Pero… comenzaba a sentirme muy sola allí. Los demás parecían ser felices y divertirse mucho. ¿Por qué algo que resultaba tan simple para los demás se convertía en un mundo para mí? Era algo que no alcanzaba a entender. Empezaba ya a embajonarme “Quizás no debí venir. En cierto modo me ilusioné demasiado con este tema. ¿Por qué será que cuando me ilusiono, las cosas resultan más difíciles y todo se estropea?”

- ¡Hey!

Esa llamada de atención hizo que perdiera el hilo de mis pensamientos y levantara la vista hacia el frente.



- Veo que no me equivoqué eligiéndote el vestido y los complementos. Ya era todo muy bonito en el expositor por separado. Pero todo en conjunto sobre ti resulta extremadamente brillante.

- ¡¿Tú?!- La impresión hizo que me levantara del sillón de un salto. Mi mente no podía asimilar la situación.

- Sí. Aquí estoy. Yo soy tu paladín misterioso- rió.

“Dios mío… No…no puede ser…” En efecto, el que se encontraba frente a mis incrédulos ojos no era otro que Lázaro.

- Pe… pe…pero, tú ¿Cómo puede ser?

- Vaya, no pensé que te resultaría tan chocante. ¿A caso no puedo ser romántico y caballeresco?

- Sí, pero…- mi incertidumbre iba en amento por momentos. El sudor me caía por la frente y me rascaba la nuca frenéticamente “Ains…espero que no se de cuenta, por favor. Que la crema base aguante…”- Pero llevo recibiendo esos anónimos desde mucho antes de aquel incidente en la facultad. ¿Cómo es posible?

- Muy fácil, gatita- guiñó un ojo- desde el primer momento en el que te vi en la facultad me pareciste alguien interesantemente guapa. Y, aquel día que te sentaste a mi lado en clase… fue la señal que estaba esperando.

- ¿Señal?- pregunté extrañada.

Dio unos cuantos pasos hacia delante y se sento suavemente a mi lado en el butacón. Y yo tímidamente subí las piernas hasta quedar prácticamente recostada en tan cómodo lugar.



- Sí. Todo dependía de cómo surgieran las circunstancias desde ese día en adelante. Hasta que lograra reunir el valor necesario para dar la cara, pretendía seguir contentándote con los regalos. Después de todo… Si algo tienen mis padres es dinero; y…¿qué mejor que gastarlo en ti?- sonrió tímidamente.

- Vaya…- quedé profundamente conmovida a la par que pensativa- nunca… habían hecho algo así por mí- sonreí.

- Bueno- se levantó de un salto- ¿me vas a conceder este baile o me tendras toda la noche aburriéndome con tus charlas sensibleras?- rió a carcajadas mientras hacía una mueca extraña.
- Pero, serás…- dije levantándome bruscamente entre risas, intentando atraparle.




Tanta fue la euforia de querer cogerle para darle su merecido por tan grosero comentario, que me pisé parte del vestido y caí hacia delante sin poder impedirlo. Pero los reflejos de Lázaro fueron más rápidos y caí en sus brazos antes de que me diera cuenta. Me aparté velozmente alertada por el gran sentido del ridículo que me invadió. “Pero qué me pasa?...Reacciona Heather. No seas idiota.”

- Lo… lo siento- dije avergonzada.

- No te disculpes por cualquier cosa… Siempre has sido igual- afirmó con un tono de ternura que impregnaba su voz.

- De acuerdo. Lo siento. No volveré a hacerlo.

- Eh, eh, eh ¿lo ves? Lo has vuelto a hacer.

Me llevé rápidamente la mano derecha a la boca, completamente convencida de que todas mis palabras y actos desde el momento en que supe que él era mi paladín, no dejaban de ser a cual más ridícula. Pero, no habían pasado más de dos segundos y Lázaro tiro de mi brazo efusivamente, en dirección a la pista de baile.

Recuerdo con especial emoción que la melodía que sonaba en ese momento era un hermoso vals vienes. Me parecía estar flotando en brazos de aquel chico que, de primeras, me había dado la impresión de ser indomablemente autentico. Y las notas musicales, provenientes de la orquesta que se había contratado, siendo arrancadas de cada instrumento, por la multitud de dedos de los miembros de la orquesta formaron a mi alrededor una crisálida sonora que, al romperse, sentí que mi esencia vital evolucionaba a algo mejor.



Ahora tuve el placer de descubrir que también podía ser sensible y atento. Entre vuelta y vuelta, me fijaba en su cara. Nunca me había parado a observarlo tan detenidamente. Tiene unos ojos increíbles, preciosos. Negros como el onix y tan expresivos como los de un niño. Además me gustaba verlo con esa expresión tan característica de él. Adoraba verle como un niño cuando algo le entusiasmaba. Y en ese momento me di cuenta… de que yo también le quería. No es que haya sido algo nuevo que descubriera en aquel instante; pero la sensación tan cálida en mi pecho no hacía más que confirmarme lo que yo me negaba a aceptar. Todo a nuestro alrededor parecía desaparecer. Dándome la sensación de que en ese lugar solo estábamos él y yo. Estaba atrapada entre aquellos giros, en aquella situación tan confusa. “Él era la última persona que me esperaba que fuese el paladín. Pero…¿qué, qué está pasando?” En ese momento, Lázaro se inclinó y me susurró suavemente al oído:

- Siempre hay una primera vez. Ahora estoy contigo. Ya no estás sola.

No pude decir absolutamente nada. Sentí que una emoción superior a mí entraba en mí sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo. “Oh, no… Las lagrimas me acuden a los ojos”. En ese momento empujé a Lázaro, y salí corriendo en dirección a la puerta por la que había entrado. Desemboqué en el ostentoso patio interior y apoyándome en la piedra tallada de la fuente, de espaldas a la puerta, dejé fluir tan fuerte sentimiento.

Pero al instante, Lázaro ya estaba allí, preocupado por lo que me podía pasar. Tiró de mi brazo y me obligo a dar media vuelta hasta quedar frente a él “Dios, no quiero que me vea así… Nadie sabe como soy realmente.”

- ¿Qué sucede? Me has preocupado- dijo con voz apagada.

Yo no podía hablar por el inmenso no en la garganta. Y trataba de ocultar mi cara para que no viese mi llantina. Pero el me sujetó por la barbilla y me dirigió la mirada de manera que se encontró con la suya.

- Veamos que tenemos aquí…- dejo escapar con increíble dulzura mientras me pasaba su pulgar, muy lentamente, por el parpado inferior de ambos ojos y secaba mis lagrimas. “Que suave… Me encanta lo suave que es su piel…” Inconscientemente cogí su mano y la guié hasta mi mejilla, forzando una dulce y cálida caricia. Me sentía tan plena…

- Tranquila. Todo irá bien-decía sonriente- Quédate aquí. Iré a por algo de beber, ¿sí?

Tras esto desapareció de mi campo de visión, pero a los pocos segundos noté un confortable beso en la coronilla. Un beso que me lleno de amor a la vez que me invadía de nervios. Anulando todo razonamiento posible. Luego me confesó que salió tan nervioso que se dio contra la puerta que separaba el salón de baile del patio jajaja. Si es que es tan adorable…

A los pocos minutos regreso con una copa de vino tinto.

- Aquí tienes. Has de reponer. Seguro que has perdido mucho agua con tanto lloriqueo.- rió.

Cogí la copa mientras le dirigía una mirada enfadada. Al instante comprendió y empezó a hacer tonterías:

- Miraaa, soy un mono. Tengo rasgos muy simiescos ¿no te parece?- dijo señalándose la cara- Tú que estás estudiando historia deberías apreciarme mejor que nadie. Soy Australopaquita.

- ¡Ay, tonto!- le golpeé en el hombro mientras los dos rompíamos a carcajadas.

“Este chico sabe que hacer o decir en cada momento para animarme. Siempre tiene la frase perfecta.”

No sé. Pero su espontaneidad, y su carisma me llenan de vida… Además sabe escuchar y comprender. Nadie me había querido así. Ciertamente, yo tampoco había querido de esta forma a nadie. Es único en todos los aspectos. El siempre está diciendo que no es guapo. Y se quita meritos por todo. Es algo que me saca de quicio desde que llegó a mi vida. Pero todo en su conjunto hacen de él, el chico que siempre esperé.

- Ven. Te mostraré algo- dijo de repente.

- Pero, ¿a dónde vamos?- pregunté nuevamente, inmersa en la más profunda incertidumbre.

Subimos por las escaleras que quedaban a la izquierda de la estancia circular, y que ya desde un principio había observado. Una vez arriba, Lázaro abrió una puerta, se colocó tras de mí y me tapo los ojos con ambas manos.

- ¿Qué haces?- forcejeé
- Estate tranquila y camina, ¿de acuerdo?

Algo me decía que confiara en él. Así que me calmé y comencé a dar pasos lentos con los brazos estirados hacia delante. El trayecto parecía largo. Primero caminamos en línea recta un par de minutos; tras esto bajamos cuidadosamente los peldaños de una escalera y caminamos hasta que mis pies notaron un pronunciado abultamiento. “Pero, ¿qué?... parece que estoy en lo alto de un puente.” A los pocos segundos volvimos a descender por el otro lado, así que di por sentado de que definitivamente se trataba de un puente.

- ¿Falta mucho?- pregunte con tono inquieto.- Estar a oscuras no es precisamente mi idea de pasar un buen rato ¿sabes?

- Y, ¿tú sabías que la paciencia es la virtud humana que más escasea, y que, paradójicamente, resulta ser la más apreciada? Tranquila; solo unos segundos más.

Una vez dimos unos diez pasos más, Lázaro me quitó las manos de los ojos: y ante mí se dibujo un esplendoroso jardín de orquídeas y rosas azules repartidas por doquier. Y un cielo tupido de estrellas que parecían diamantes de los más puros que puede haber. Jamás vi algo tan hermoso. O quizás…sí. En ese momento miré con los ojos completamente abiertos a Lázaro; él si que era lo más hermoso que había visto en mi vida.



- Vaya…- dije entrecortadamente- mis sueños se están cumpliendo de golpe. Quería ver las estrellas, y me encantan los…

- Lirios del alba y flores de luna- interrumpió.

- ¿Cómo sabes…?

- Tsss…- dijo poniéndome su dedo índice en mis labios- tus flores favoritas. Es así como las llamas: "flores de luna" a las rosas azules y "lirios del alba" a las orquídeas; las estrellas… Si no me equivoco son tus sueños, ¿no? Yo mismo ordené que transplantaran estas flores aquí. Para ti.

Era tanta la emoción que aparte mi mirada de él. Pero no tardo demasiado en hacer lo que antes: volvió a agarrarme de la barbilla y me dirigió la mirada hacia él.

- Cumpliré todos tus sueños- susurró- Te quiero. Y tú lo sabes.

Envueltos en un silencio sepulcral, roto solo por el cantar de una colonia de grillos que se encontraban ocultos bajo el espesor de la hierba, Lázaro me cogió de la mano y me guió hacia un pequeño banquito de hierro forjado, nos sentamos y con mucha delicadeza cogió unas rosas azules que se encontraban en lo alto del respaldo del banco y me las colocó suavemente en el cabello.

- Eres bellísima, ¿sabes?- afirmó sin apartar su mirar de mi rostro.

- No. Tú lo eres mucho más- Al decir esto me sorprendía mí misma, bajo la cálida luz de las farolas que se encontraban a nuestro lado.

Hasta el momento nunca había visto a nadie más guapo que yo. Mi ego siempre estaba por delante de todos y de todo. Y el mundo giraba en torno a mí. Pero esa noche, todo era diferente. Ahora no era yo el eje central de mi mundo… Sino él.

- ¡Que va!- negó balanceando la cabeza de un lado para otro.- Exagerada… Tengo muchos defectos. Tú me ves con buenos ojos.

Al oír esto, me levante y camine lentamente sobre mis pasos, hasta llegar a lo alto del puente. Lázaro me siguió poco rato después. Una vez me encontré en lo alto, dije sin mirarle:

- Como yo siempre digo: los defectos no son más que virtudes mal utilizadas. Solo es cuestión de encontrar a… esa persona que sepa explicarte su uso correcto.

Me viré hacia él y le dediqué una tierna sonrisa, con el objetivo de animarle. Después de todo, él siempre ha sabido como animarme a mí.

Luego me acerqué lentamente a él y apoye mi cabeza sobre su pecho. Me encantó oír su corazón. Hacía mucho que no me sentía tan relajada. Y desprendía un calor tan agradable… Que me hacía sentir muy protegida. “Mi querida estufita…” Lázaro también se dejó llevar y entrelazó sus brazos alrededor de mi cintura. “Me siento realizada.”

- Me encanta tu olor. Es… tan dulce y reconfortante…- dejé escapar arrastrado al exhalar una bocanada de aire.

- ¿Mi olor? No comprendo por qué.

- No hace falta que comprendas nada. Solo quédate conmigo.

En ese momento, me separó de su pecho. E inclinándose ligeramente, nuestros labios se fundieron en uno solo. Llenándome de dicha. Sintiendo como si una inmensa bandada de mariposas nos cubriera a los dos y nos hicieran volar con ellas Fue el mejor beso de mi vida. Siempre lo recordaré, a traves del devenir temporal.

Me ruboricé al momento, guardando silencio. Lázaro se dio perfecta cuenta de la tensión que rodeaba el ambiente, así que enseguida tomó medidas para destruirla.

- ¡GUERRA DE COSQUILLAS!- dijo entre risas y localizando mis puntos más sensibles.

- ¡Para!, ¡por favor, paraaa!- decía presa de sus hábiles manos y de un ataque incontrolable deriva- ¡no quiero hacerte daño!

Lázaro se detuvo.

- ¿Daño?- pregunto extrañado.

- Sí… cuando me hacen cosquillas no me controlo, y al moverme te puedo dar.

- ¡Anda ya!

- Que sí

Tras esto me volví nuevamente hacia el frente, apoyándome en la baranda del ouente con los brazos cruzados.

- Mi monito lindo…

- ¿Has dicho algo?- preguntó Lázaro.

- ¿Eh? No, no… nada- dejé escapar una risa histérica.

- Con que no, ¿eh?- rió- que sepas que sí que lo oí. Te vas a enterar. ¡MORDISCOS DE MONOOO!

- ¡Nooo! Por favor, ¡socorro!

Y entre risas salí corriendo con él tras de mí. Volvimos a integrarnos en el baile, pero, esta vez, algo había cambiado en mí. Algo que daría un giro de 360 ºC en mi vida. “Te amo con todo mi ser, mi monito. No olvides nunca quien tiene la llave de mi mundo.”

La moraleja de hoy es: “Riega y cuida tu amor con persistencia y constancia Si así lo haces, crecerá sano y bello como una joven rosa fresca. No caigas en el error de pensar que porque ya lo tienes no tienes que atenderlo. Lucha por él tanto como te sea posible.”