¡¡¡HOLA, PUTAS!!! La reapertura de mi habitación está muy próxima. Espero que las zorritas estéis muy atentas, porque se avecinan cosas muy interesantes en la tercera temporada...

lunes, 18 de octubre de 2010

Capítulo 6: Un cumpleaños inolvidable

Hoy ha sido uno de esos días que hacen historia a pesar de no hacer acto de presencia en los libros de texto. Hoy, día 18 de octubre, recibí un aviso en Facebook bastante sorprendente: “LOL, hoy es el cumpleaños de Dimas”. Era algo que se me había olvidado por completo. Lo cual, es algo ilógico; pues él y yo somos eternos enemiamigos. Incluso teniendo en cuenta que es uno de los pocos eslabones que aún me unen al asqueroso de Hideki. Pero hay que reconocer que me veo incapaz de cortar por lo sano con esta personita de estatus social mediocre. Como todos los del mundo hideniano; pues me atrae de una manera extrañamente placentera el discutir cada noche con este ser. Es un hecho divertido, me hace sentir viva y orgullosa de ser tan desagradable. Porque, después de todo, el arma utilizada en nuestras contiendas es la tan hiriente y ágil verborrea que nos disparamos el uno al otro salvajemente. Es una espiral interminable de “tumejodesyotejodo”. Salí de casa con la intención de comprarle un regalo rápido. Ya que pensé en regalarle una botella de vino que alguien trajo a casa, y que se había quedado bajo el fregadero. De estas de una cosecha mala. “¿Desde cuándo estaría allí y quién me la había regalado?, ¿o era de papá?...a saber”. Pero tras meditarlo profundamente, a pesar de que he tratado de ignorarle, le conozco muy bien. Después de todo, nueve años tienen bastante peso por si mismos. Y, quiera o no, he ido conociendo poco a poco su forma de ser. Por ello sé que la botella de vino picado sería un presente inadecuado para él. “En realidad lo seria para cualquiera…” Así que me dirigí al paseo comercial. Que contaba con un surtido bastante amplio de tiendas donde poder mirar. Además podía aprovechar y mirar algo para mi también. El interés mueve este mudo. Primero entré en Armani “demasiado elegante”. Luego Nike, Adidas…”demasiado barriobajero”, Lee “demasiado hippie”… “ay Dimas, ¿es que no puedes ser más simple? Así no hay quien te regale” Harta de pulular por la calle peatonal adoquinada, sin encontrar algo que me encajara con ese chico, estuve a punto de desistir y presentarme donde él con una caja de calzoncillos XTG. Pero de pronto quedó ante mí, en un callejón que no parecía tener salida, una tienda tímida y discreta; como si se escondiese del resto de transeúntes. Me acerqué y entré despacio. Se trataba de una tienda de artesanía que vendía cosas realmente exquisitas: Desde porcelana al horno, con esmalte, pasando por madera tallada con increíble precisión y hierro forjado, dando a las creaciones un alo portentoso y elegante, hasta ropa realmente envidiable. Sin embargo parecía no ser una de esas tiendas demasiado transitadas. Debía tener ya su lista de clientes exclusivamente fijos. Lo que consiguió entusiasmarme más aún. No tuve que llegar hasta el mostrador; pues una chica de tez morena y rasgos hindúes depositaba una vasija de barro cocido en uno de los estantes. Parecía ser ella la que regentaba el establecimiento. - Hola. Me llamo Aruna. ¿Te puedo ayudar en algo?- su peculiar acento y su nombre dejaban bien claros ya la procedencia de la chica. Sumando también sus rasgos genéticos. La chica parecía agradable, aunque bestia demasiado hipienta. “No te has equivocado de época, viajera del tiempo? Deberías lavarte más a menudo el cabello. Lo tienes extremadamente grasiento. ¿Sabes lo que es el champú con acondicionador y una buena mascarilla nutritiva?”- bromeé pensativa. - Sí… Verás, ando buscando un regalo para… Antes de que acabase la frase sonó mi teléfono móvil. Así que, disculpándome, salí a la calle, un segundo, a atender la llamada. Desde que descolgué comenzó a oírse una voz metálica con ruido ambiente muy fuerte. Supuse que, al igual que yo, se encontraba en la calle. Solo que en una más cercana a la carretera. - Oye… ¿Tú sabías que hoy es el cumple de Dimas? Inconfundible. Solo una persona podía ser de aquella manera tan directa, y saltar con tal rapidez al grano, sin un cortés saludo previo. Se trataba de Porilunga; una chica bastante interesada. Que solo tiene en cuenta a los demás cuando estos les resultan útiles para conseguir los fines que ayudan a llenar su insulsa vida. Además era una manipuladora nata, que tenía su fiel séquito de esclavos. Conformado por su perrito faldero Topanga y un chico completamente pasota y anulado por los manejos de Porilunga, llamado Valerio. Este trío se hallaba fuertemente unido por las lágrimas de porilunga. La jefaza. De no ser porque me hallo dentro del círculo de esta tipa y me salpica toda la porquería que suelen contener los diferentes globos en cada situación en la que nos reunimos, cuando estos explotan en la cara…la admiraría. Pero como desgraciadamente formo parte de su ambiente, pues no siento admiración alguna. Ya que me toca de cerca. - Sí. Lo sé ¿Qué pasa con eso?- respondí agresiva. Pues a mí no me iba a pasar por encima como lograba con los demás. - Es que Topanga y Valerio han tenido la idea de hacerle una fiesta sorpresa y claro… necesitamos que tú seas el cebo que lo traiga hasta casa. De ti no sospechará, ya que eres una de sus mejores amigas- ahí estaba. Por eso me requerían. Y, además, estaba claro que la idea se le había ocurrido a ella, no a los otros dos. - Pero… es que yo ya tenía planeado estar con él por la tarde y luego volver a casa… - ¡Pensé que éramos tus amigos!- comenzaba a gritar y sollozar, sacando sus más potentes artimañas de manipulación- ¡No nos puedes hacer esto! - Está bien…- me resigné. No porque pudiera conmigo, ni mucho menos, sino, simplemente, porque no había pensado en nada más interesante que hacer con Dimas. Y al menos allí podría comer algo aprovechándome de la situación- A las seis nos vemos entonces. - ¡NO!. Mejor a las siete- Imponía sus deseos por encima de todo. Habían de hacerse las cosas tal y como ella pretendía. Ya no soportaba más su voz. Así que le colgué de golpe, sin despedirme. Exactamente lo mismo que cuando ella omitió el saludo, pero a la inversa. Y volví a introducirme en la pequeña tienda, en dirección a Aruna. Que, esta vez, se hallaba esperándome tras el mostrador. - Perdóname. Estos móviles nos hacen la vida más difícil. Y eso que han sido creados para justamente lo contrario. - Lo sé. Yo no tengo. Trato de vivir con la menor cantidad de cosas materiales posible- sonrió. “Esta chica debe llevar una vida más aburrida que la de una tortuga boca arriba” - Pues te decía que estoy buscando un regalo para un amigo, al que es muy complicado regalar. Llevo toda la mañana en busca de algo que encaje con él, y no hay manera…- suspiré. - Tranquila. Seguro que encontramos algo que le vaya. Comenzó a sacar prendas y objetos que no me acababan de convencer del todo. Pero reconozco que la chica lo trabajaba. Solo le faltaba el acompañamiento del tema principal de “Pretty woman” de fondo. Finalmente, cuando ya me veía entrando en un chino comprándole Bionucleo (la copia china de Bionicle), en un estante escondido vi una caja que contenía algo que estaba segura que le encantaría. - ¿Y eso?- dirigí la mirada hacia la caja, señalándola con un gesto de mi cabeza. - No te lo había mostrado porque pensé que era demasiado infantil. No se si fue la llamada anterior. Pero estaba algo cabreada y el hecho de que me tuviera allí todo aquel tiempo enseñándome cosas inútiles, pudiéndome haber enseñado eso desde un principio hizo que reventara: - Para llevar un negocio tienes que ser más avispada. Pareces inepta. Tráemela inmediatamente. La chica adoptó una expresión de enojo que le hacía llamear intensamente la mirada. Pero no dijo nada, y se dirigió a la caja que le había exigido. Sacó su contenido delante de mí, le di el visto bueno y volvió a introducirlo. “Pobrecilla. Es una chica reprimida. Pero bueno, así son las cosas. El cliente siempre tiene la razón y paga por un servicio prestado. Por lo que hay que mantenerlo satisfecho”. - ¿Quiere que se lo envuelva para regalo?- El tono de voz pasó de alegre y jovial a apagado y seco al instante. Marcando la distancia pasando del trato de “tú” al de “usted”. - Gracias- dije alzando la cabeza para darme más importancia. Satisfecha con mi compra me dirigí, horas después, a casa de Dimas en limusina. Pues ya había aprendido la lección sobre el cuidado especial que hay que tener en los autobuses. Y Lázaro no podía acompañarme porque tenía no sé que. Cuando llegué toqué suavemente el interfono. Tuve que esperar unos minutos a que el chico contestase. - ¿Si?- resonó con tonalidad musical. - Hola Putilla. Soy yo - Hola zorra. Espera que bajo. - Vale pero no tardes demasiado. “Es que vives en un vórtice temporal más lento que el de las personas normales Dimas…ains…” Al abrir la puerta, de la oscuridad surgió un chico de tez blanquecina, figura escuálida, melena alborotada y barba. - ¡¡¡¡FELICIDADEEEEEEEEES!!!!- dije corriendo hacia la puerta. Lanzándome bruscamente en sus brazos. Le cogió por sorpresa así que no mantuvo el equilibrio y tras uno de mis estruendosos gritos, que resonó por todo el hall, nos precipitamos contra el suelo. - …Hola Memmer…¿Qué tal? - ¿Tú que crees?. Sabiendo que te queda menos para morirte estoy algo mas feliz- reí- por cierto, veo que el óvalo sigue aumentando. Señalé, mientras aumentaba la carcajada gradualmente. La risa se vio truncada por un fuerte pellizco que me propinó en la parte media del brazo. - ¿Qué te he dicho sobre mencionar esa cosa?- su tono se volvió sombrío y espeso. - ¡JODER. Me vas a dejar mrca! - Pues cállate. - Vaaaale. Oye venga que hay que darse prisa - ¿Porqué? ¿A dónde vamos a ir? - Ahhhhh… Es una sorpresa- No era ninguna sorpresa en realidad. Pero si le decía que íbamos a casa de Porilunga no iba a querer ir. La cara pareció iluminársele. Subimos a la limusina y emprendimos el viaje hasta el quinto pino. Cuando ya se divisaba la casa, era demasiado evidente y Dimas se dio cuenta: - ¿Qué hacemos en casa de Porilunga? Sabes que no me gusta venir- bufó. - Tú espera a entrar- Le insistí. Aunque, a decir verdad, ni yo tenía idea de qué era lo que le tenían preparado aquellos tres. - Si no hay más remedio… Como era de esperar, Topanga nos abrió la puerta y saludó con una de sus clásicas tonterías infantiles. Yo la miré sin expresión y pasamos dentro de la propiedad. Pero nos metimos en el garaje. No en la casa “Dios mío… estos van a montar una fiesta sado”. Pero al prenderse la luz vimos a Valerio y Porilunga. Mientras los tres gritaban: - ¡SOEPRESAAAA!. El ambiente estaba algo cargado. Parecía que en aquel lugar no habían entrado hacia ya un par de años. Realmente ya comenzaba a arrepentirme de encontrarme en aquel sucio espacio. Miramos y pudimos apreciar un tacaño agasajo compuesto por dos paquetes de patatas fritas, una botella de fanta, otra de pepsicola y una bolsa de gominotas. - ¡Hola Dimaaaas!. ¿Te gusta?- lo hemos preparado para ti. Porque todos somos muy buenos amigos. ¿Verdad que sí?- dijo Porilunga acercándosenos a paso ligero, con notable hipocresía. Después de una hora hablando de temas banales y comiendo lo poco que allí había, entre grandes lagunas de silencio, Dimas me dio un golpecito con el codo y me hizo señales para marcharnos de allí con la primera excusa que se nos ocurriera. Pero antes de que pudiésemos llevar a cabo nuestro plan, las luces se apagaron y el lugar fue inundado por un silencio sepulcral. - !¿Qué coño pasa aquí?¡- grité. Pues de esos tres me esperaba cualquier cosa. Pensé que habían usado el cumpleaños de Dimas como excusa para alguna cosa de las suyas. Pero a los pocos minutos una lucecita se dejó entrever a través del cristal de la puerta. Y con una desafinada versión de la clásica canción de cumpleaños feliz se abrió. Llegando hasta Dimas la silueta de Porilunga con lo que parecía una tarta de cumpleaños. “Vaya… al final van a tener un detalle y todo". Pero no se debe vender la piel del oso antes de cazarlo. Porque en cuanto Dimas pidió el deseo y apago la vela, se volvió a prender la luz. Descubriendo, para nuestra sorpresa, que la tarta era un pene gigante de chocolate. La típica tarta de despedida de soltera. Todos comenzaron a reírse mientras Dimas y yo nos miramos con desconcierto. Nos pareció algo de muy mal gusto para una fiesta de cumpleaños. Pero por si eso no fuera suficiente, al rato apareció Topanga con una botella de malibú y otra de ron. Y los tres empezaron a beber animándonos a que los imitásemos. Veinte minutos después, el alcohol los había dominado por completo, mientras Dimas y yo resultábamos ser meros espectadores de tan lamentable visión desde un rincón de la estancia: Porilunga comenzaba a contar con voz ebria una historia de amor roto entre ella y un tal Álvaro, Valerio se había acabado ya la mitad del malibú y Topanga se hallaba tirada en el suelo, durmiendo. Dimas insistía en que nos marchásemos, pero yo quería ver el resultado final de todo aquel embrollo; así que tras bastantes intentos de convencimiento por mi parte, logré retenerle más tiempo sentado en la mecedora. Cinco minutos más tarde, Topanga ya se había incorporado y se unió a Porilunga. Chupando a dúo el glande de chocolate, con sus lenguas mariposeantes, mientras, a duras penas, se mantenían en pie. Valerio sorprendió a Porilunga por la espalda y comenzaron a besarse suciamente bajo la cansada mirada de Topanga. Esto ya era mucho más de lo que mi refinada educación podía observar y me levanté sigilosamente tirando de la muñeca de Dimas. Pero parecía que no estaban del todo idos, porque sus miradas se clavaron en nosotros: - A…onde…vais?… vení aquí…- decían los tres, con la voz vagueante por la borrachera que llevaban encima. En cuanto vimos que se acercaban a nosotros zombificados, a paso lento, cual borracho de la calle, salimos corriendo de su alcance. Ellos salieron al exterior pero nosotros ya estábamos en el interior de la limusina. Apuré a Peter, el chofer, para que arrancase. Y dejamos atrás a aquel grupo de borrachos, llorando. Nos metimos tan rápido en la limusina que la bolsa con el regalo se cayó en el asiento vertiendo su contenido. “Menos mal que estaba empaquetado”. De la bolsa salieron dos entradas para un concierto de un grupo nuevo, que tocaría a las ocho y media. Debió de ser la dependienta de la tienda, que promociona al grupo con cada compra. Había salido tan prepotente que ni me había fijado en que las metió. Miré el reloj y aún eran las ocho. Estábamos de suerte. - Oye Memmer, ¿qué es eso?- miró la bolsa con inquietud y pupilas brillante. - Nada. Lo sabrás en su debido momento. Como diria Rigan….”a su tiempo”- reí- Por ahora vamos a ese concierto, ¿sí?. Dimas se encogió de hombros y asintió. Al llegar al lugar había muchísima gente haciendo cola para entrar. Y la zona era bastante ventosa. Nuestros pelos se volvieron literalmente locos, mientras avanzábamos hacia la puerta del local, muy lentamente. Cuando ya estábamos a punto de penetrar en el establecimiento, una voz que nos resultó muy familiar resonó medianamente lejos: - ¡Chicos! ¿Qué tal estáis?. Era Asunwood, nuestra antigua profesora de instituto, que al parecer había salido de la farmacia, tras comprar un potingue de baba de caracol para los granos de su nieto. Según nos explicó. Nos dio dos besos a cada uno, se alejó unos metros, y se giró nuevamente para darnos un beso volado. Al hacer esto el tiempo se ralentizó produciendo que la acción se realizara en cámara lenta. Su ropa cotidiana se transformó en un conjunto elegantísimo, con sus correspondientes complementos, la gente que formaba la cola desapareció, siendo reemplazada por una multitud de paparazzis que inundaron el ambiente con sus flashes, ella fue iluminada por un foco que no sé de donde coño salió, y de fondo se escucharon silbidos y aplausos. Todo esto duró tan solo unos segundos. Al instante en el que ella se volvió para adelante, para proseguir su camino, todo volvió a la normalidad. Fue bastante extraño. Aún no logro explicarme como sucedió. El concierto no estuvo mal, pero yo me esperaba más intensidad. Tras haberlo disfrutado, cogimos de nuevo la limusina. Rumbo a casa de Dimas, al fin. Pero antes de llegar hicimos una leve paradita. Yo me bajé unos minutos, mientras el chico esperaba impaciente en el coche. Y no era para menos. El día de hoy estaba siendo demasiado extraño para él. Y el cúmulo de tan diferentes emociones experimentadas en tan poco tiempo comenzaba a florecer. A la media hora o así ya estábamos en su cuarto, y él me mostraba las diferentes cosas que su familia le había regalado. Al momento se pegó a su amado ordenador. Pues le habían regalado uno de los juegos que más ansiaba tener, y no podía esperar un segundo más en enseñármelo. “Creo que estabas deseando llegar a casa ¿eh?”. Se trataba de la última versión de Touhou. Uno de los juegos nipones más famosos. Y se lo había regalado su hermano por un pedido expreso por Internet. Me pareció un juego de lo más desabrido. Solo se trababa de ir esquivando bolitas todo el rato, para así avanzar de nivel e ir descubriendo la historia de un puñado de niñatas agresivamente insolentes. “Es que estos japoneses sacan jugo de todo”. Dejé al sucedáneo de ikicomori, enganchado a la pantalla pixelada, unos segundos y me dirigí a la cocina. De pronto aparecí con una bolsa azulada, de estas de pescado congelado, a modo de lazo y seis escobillas de bater en la espalda. Y, a Dimas, le puse por sorpresa, una bolsa de las de SPAR, también en la cabeza, donde había pegado un cordón de zapato de color rojo. Y como toque final le pegue una patata frita en forma estrella en la parte delantera del gorro-bolsa, y lo arrastré a la cocina. - ¡Venga! Yo seré la tipa esta tonta del hielo, y tu la chinoide comunista- Grite riéndome. - Em… La tonta del hielo es Cirno. Y la chinoide, como tú dices, es Hong Meiling. y no es una comunista. Es una guardiana. De pronto le tiré un puñado de cubitos de hielo del congelador, mientras el trataba de explicarme cada una d ellas. - ¡¡¡¡COMIENZA LA BATALLA DE BOLAAAAS!!!! Había puesto una cara de loca que no tenia nada que ver con la carita dulce del dibujo que yo representaba. Pero lo importante es que Dimas se animó, y comenzó así una gran pelea de cosas raras con risas y alegría de fondo. No quería que su día se estropease después de vivir el episodio en casa de Porilunga. Es por eso que lo llevé al concierto. Y desde que vi que le gustaba ese extraño juego, decidí simularlo. Pues es mucho mejor lo real que algo computerizado. ¿No es así?. Cansados ya, y yo con los pies descalzos, pues me tuve que quitar los tacones del jaleo que montamos en la cocina, usando la encimera y la mesa como fuertes de protección, subimos nuevamente a su habitación. Cuando ya estábamos sentados en la cama, saqué de la bolsa un pequeño pastel, con unas velas. Antes de llegar a su casa nos detuvimos frente a una pastelería. fue por eso por lo que me bajé. Quería que tuviese su momento especial. Así que encendiendo las velas, le alargué el pastel. - Adelante. Pide tu deseo- sonreí Dimas quedó algo sorprendido. Lo cual era normal. Pero yo quería que tuviese un buen día después del mal trago que le hice pasar. Así que después de aquello, todo lo que pudiese gustarle, me parecía una muy buena idea. Cerrando los ojos, la personita mediocre sopló la vela y el humo se elevó rápidamente. Dejé la tarta a un lado de la cama, aplaudí y le hice entrega, por fin, del tan esperado regalo. - Espero que te guste Dimas sacó rápidamente el paquete de la bolsa y lo desenvolvió con tal velocidad que apenas pude verle las manos, difuminadas casi totalmente por el movimiento fugaz. Cuando ya tenía el presente ante sí, al descubierto, tardó unos segundos en reaccionar. Me asusté un poco, por si la fascinación le había causado un shock irreversible. Pero pronto empezó a dar votes de alegría. Y me obsequió con un fuerte abrazo. E incluso apareció el ototo con el que me llevo peor de todos. - Hola ¡BUBLE! - Es Mumle- decía Dimas, con voz de pito, moviendo los dedos índice y pulgar a modo de boca, mientras el resto de dedos se arqueaban hacia arriba simulando un ojo. - ¡CALLATE, BUBLE!- reí cogiendo el dedo corazón de Dimas y haciéndolo para atrás. Ya que, según él, es la única manera de matar a un ototo. Mientras Dimas gritaba usando la tonalidad aguda; como si fuese Mumle quien estuviese sufriendo. "cómo estaría Mumle con gorro de cumpleaños y matasuegra?"- pensé dejando escapar una risa leve. El regalo se trataba de un gorrito invernal con carita de foca arpa y una bulusa blanca con un corazón azul, simulando el hielo, que rodeaba la huellita de este animal. Era un pack especial en donde venían estas dos cosas. Perteneciente a una organización canadiense en contra de la matanza de focas para la fabricación de abrigos y calentadores. Me explicó que se había quedado mal porque pensaba que el gorro estaba hecho con piel de foca, pero que al ver el logo de la organización y leer el rotulo gigante en letras negras que ponía: 100% SYNTHETIC, fue demasiado bueno. - Gra… Pero antes de que pudiera agradecerme nada le había estampado el pastel en la cara. - De nada, putilla- reí a carcajadas. Poco después de que Dimas se lavase la cara, me despedí de él. Pues ya eran más de las 23:15. Ya era hora de que la fabulosa Heather se retirase. - Disfruta de tus útimos tres cuartos de hora- le guiñé el ojo mientras cerraba la puerta de la limusina. Y alejándome de aquel lugar veía como Dimas agitaba la mano, despidiéndose con entusiasmo. “Feliz cumpleaños Dimas”- sonreí para mí misma. La moraleja de hoy es: "Todos tenemos derecho ha un día especial de cumpleaños. Por muy enemiamigos que seamos”

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