¡¡¡HOLA, PUTAS!!! La reapertura de mi habitación está muy próxima. Espero que las zorritas estéis muy atentas, porque se avecinan cosas muy interesantes en la tercera temporada...

viernes, 6 de septiembre de 2013

Capítulo 15: Conciencia, ¿por qué existes?

Hola de nuevo, mis bomboncitos de chocolate. Espero que no os hayáis derretido por este calor infernal que ha empezado a hacer ahora que empieza la temporada lectivo-laboral, ni que os hayan entrado ataque de ansiedad aguda por la falta de cotilleos sobre mi existencia. Con respecto a eso yo he de decir que no he estado por estos lares en todo este tiempo; me marché a Hawaii de vacaciones estivales. Me hacía falta alejarme del estrés mundano y la polución ambiental que conlleva vivir en la ciudad (aunque yo vivo en el extrarradio, en una fabulosa zona residencial, repleta de verdor, mansiones y chalets. Pero aún así se nota las vibraciones estresantes de la urbanidad)

La verdad es que estuvo muy bien eso del viajecito veraniego: palmeras, aroma a coco, cantos de aves machí, cócteles en abundancia, cuerpos masculinos, bien torneados, bronceados y sudorosos llamándome a gritos "Ains... ese sexo tropical no ha estado nada mal..." En fin, todo lo que se suele hacer en cualquier isla paradisiaca lo hice y más. Pero este no es el tema central de la experiencia que os tengo que contar, solo es un mero justificante de por qué no he escrito desde marzo. Entre exámenes, graduación y vacaciones no he tenido tiempo. Y creedme que me debatí entre daros señales de vida contándoos, experiencia por experiencia, mi estancia allí o disfrutar tumbada en una hamaca al sol... Y claro, finalmente decidí mandaros a freír espárragos a vosotros y disfrutar yo. Que soy la que importo en todo esto.

Realmente tengo mucho que contaros en cuanto a la graduación. Fue un acontecimiento muy jugoso de cotilleos miles... Pero eso será en la siguiente cita que tengais conmigo, mis adorables pacientes, ya que es algo tan maravillosamente criticable que prefiero reservar todo un capítulo solo para ese hecho.

Ahora bien, vamos al meollo de lo que nos interesa realmente para la sesión de hoy. Hay que retroceder pues hasta el viernes 26 de abril para que nos podamos situar y comprender mejor en la situación:


Esther, como siempre, tenía unos contactos que le habían facilitado unas entradas VIP para una fiesta de temática cincuentera, en las que se iban a servir canapés y bebidas varias "Esta muchacha tiene más contactos que una relaciones publicas en su máximo apogeo. Claro, es guapa, lista y se sabe abrir de piernas en los momentos oportunos, para que el cohete que se introduce en la vagina no sea más que un medio para trepar lo más rápido posible en el tortuoso y pedregoso monte social" Dijo que las había conseguido a través de unos amigos que trabajaban allí, en el local. Si claro... Mientras, yo estaba más agobiada con los exámenes, que una fumadora a la que solo le queda un cigarrillo en su último paquete, es domingo y la expendedora más cercana esta averiada y no dispone de coche para desplazarse. Así que imaginaos como tiene que ser para que yo esté más estresada que esa pobre hipotética mujerzuela. Así que decidí aparcar por unas horas los más que pedantes libracos y dedicarme algo de tiempo a mi flamante persona, que falta me hacía.

Nos pusimos de acuerdo y fuimos a diferentes boutiques especializadas en atuendo por épocas. Y como a ambas nos encanta llamar la atención nos dimos una serie de paseitos con diferentes modelos, a lo pretty woman, marcando poses estilosas entre insultos y risas. Haciendo que las dependientas nos miraran como si llevásemos encima tres o cuatro anfetaminas.

Finalmente, después de tanta parafernalia cinematográfica, por fin nos decidimos: Esther adquirió un vestido medio corto, con escote corazón, negro con detalles en rojo y motivos lunarescos en blanco. Coronándolo con un peinado pin-up, incluyendo su tupé a rizos correspondiente.
 Mientras, yo por mi parte, elegí un vestido blanco perla a capas drapeadas, de seda y organdí, delicados bordados en el escote, también corazón, y un bajo de nubes, del cual se sacó un tocado que brillaba por sí mismo, y unos zapatos de tacón de aguja, acabados en punta y forrados en raso de plata rota. Todo un diseño muy delicado.







Eran las 8:45 p.m. y ya estábamos dispuestas a aventurarnos puertas afuera, para comernos la ciudad nocturna. Tomamos un taxi, pero antes de ir a la fiesta, se nos ocurrió la idea de cenar algo, pues yo no estaba dispuesta a que me andara resonando el estomago toda la noche. Menuda falta de glamur y clase sería "Hola, soy Heather... Grrrgrugrugru...(sonido de tripas)" ¡Ay, no!. Qué vergüenza...

Finalmente decidimos parar en un chino. Pensamos que la comida era buena, rápida y estaba a dos pasos del establecimiento al que teníamos planeado ir después de la cena. Nos sentamos en una mesa lejos de la marabunta "¡Agh!... odio la muchedumbre. Le agobian a una sin necesidad, para cenar sin que las calorías te hagan parecer gorda se necesita paz y tranquilidad mientras se ingieren los alimentos."


Comimos tranquilas, entre comentarios con respecto a la gente que nos rodeaba. Al acabar, y mientras esperábamos la cuenta, como casualmente estábamos en una mesa desde la que se podía ver el interior de la cocina cada vez que se abría la puerta para dejar paso a los múltiples camareros que atendían el restaurante, en ese instante, al mirar a puntos perdidos, sin saber exactamente el qué, mi mirada fue a dar al interior de la cocina. Solo fue un segundo, pero fue suficiente para percatarme de que allí dentro se hallaban dos o tres jaulas con lo que parecían gatos. Mi mente no lo quiso creer al principio. Necesitaba verlo una segunda vez para que mi cerebro refutara lo que mis pupilas habían reflejado en él.

-¡Pst!- Llamé la atención de mi compañera de mesa, ocultándome tras la carta de postres- Fija la mirada en la puerta de la cocina y espera que se abra. Cuando lo haga, observa y dime si lo que hay apilado dentro es lo que yo creo- Susurré con energía.

 A Esther le costó un par de segundos asimilar mi extraño comportamiento, pero luego acató mis instrucciones y se limitó a obedecerlas.

-¡¿Son gatos?!- Preguntó violentamente sorprendida, a la vez que se echaba hacia atrás y se llevaba la mano derecha a la boca- No puede ser...- Negó horrorizada.

- Sabía que lo eran- Confirmé con una mezcla de asco y satisfacción por haber tenido la razón. Aunque, sinceramente... en esta ocasión me habría gustado equivocarme. No sé por qué, pero me habría gustado- ¡Y es que, además hay una pequeña cría. Esto es inadmisible!- concluí sumida en la más espesa indignación.
"Vete tú a saber si nos han colado uno en la comida... no lo quiero ni imaginar. Que repugnante. ¿Yo?... ¿Comer ese tipo de animales? Eso es de indígena salvajiento, muerto de hambre"

Para estar completamente segura de que lo eran, disimuladamente cogí mi bolso y me levanté rumbo al baño, como quien no sabe nada. Ya que el baño estaba justo al lado de la cocina y las paredes son como compresas extrafinas; se oye todo. Esther se negó a acompañarme, pues pensaba que resultaría muy descarado ir juntas al baño y dejar la mesa sola. Podrían pensar que nos íbamos a marchar sin pagar el importe de la comida "Por favor... Ni que tuviésemos la necesidad de ser vulgares rateras, hurtando víveres por doquier. Además... la comida de este sitio no es en absoluto saludable; sobre todo si se demuestra la utilización felina en los resultados finales del emplatado. No estaría mal ayudar a los pobres negros del tercer mundo con la comida que estos chinorris producen, después de todo... a ellos les da igual ocho que ochenta. Lo importante es que tengan algo para llevarse a la boca. Pero, ¿nosotros? Por favor... no hay derecho que haya esta clase de restaurantes en una ciudad plenamente desarrollada. En la que damas como yo nos veamos rebajadas hasta tal punto que tengamos que sopesar la idea de que, quizá, nos hayan introducido carne gatuna en el plato. El libro de reclamaciones reventará con mis quejas al salir de aquí, lo tengo claro."

Al llegar al baño, me lavé las manos para que una señoritinga que estaba allí, haciendo yo qué sé que, no sospechase mis verdaderas intenciones. A la vez que me miraba al espejo, concentrándome en el ruido que provenía de detrás del fino muro, decorado con lozas baratas de un blanco sucio, con adornos en azul celeste en forma romboidal. 

Efectivamente, tras el ruido de gente correteando, chino mandarín a gritos y golpeteo de cacharros de cocina, pude advertir un acallado, pero desesperado conjunto de maullidos. En su gran mayoría maullidos de gatos adultos. Mas, entre ellos se podía escuchar también a un cachorro que luchaba por ser detectado por algún rescatador entre tanto barullo.

Ya no quedaba duda alguna de que lo que ambas chicas habíamos visto momentos antes era algo verídico. Quedé horrorizada con dicha confirmación. Tanto que mi mente quedó bloqueada, sin saber qué hacer. Así que actué por inercia y salí del baño con un ictus inexpresivo. Parecía que estaba recién rellena de botox y no podía reflejar en mi rostro ningún tipo de emoción. Me había quedado pétrea, aferrada a mi bolso como si mi vida dependiese de ello.

Según asomé mi cuerpo por el umbral de la puerta del aseo, me acerqué lo más velozmente a la chica que mantenía la expectación, mientras conservaba una postura lo más finamente cómoda posible en la silla.

- ¿Qué pasó? ¿Eran o no?- Preguntó impaciente.

- ¡Tssss. Baja la voz que te van a escuchar!- Le advertí haciendo una sutil señal a las personas que estaban comiendo a nuestro alrededor, para finalmente acabar señalando la puerta de la cocina- Venga, tía. Vámonos de aquí ya; pero ya ¿eh?- Le espeté, con más nervios dentro de mi cuerpo del que podía disimular. Tenía que salir de allí o se me notaría sin remedio.

Tras pagar la cuenta, nos fuimos como alma que lleva el demonio de ese antro sin escrúpulos. Tanto que se me olvidó quejarme en el libro de reclamaciones, y no dijimos una sola palabra durante el corto camino que tuvimos que recorrer para llegar al lugar inicialmente planeado. No nos quisimos meter en rollos legales, así que decidimos no llamar a la policía y mucho menos denunciarles. Después de todo, ojos que no ven, corazón que no siente. Pensamos que lo mejor era irnos y olvidarnos de aquello. "Lo había visto en documentales... Pero nunca pensé que todo esto fuese verdaderamente real, sino una especie de reality show televisivo para entretener y conmover a las masas de forma fácil y barata, como sucede con Gran Hermano. Me siento asqueada. ¿Y si uno de esos animaluchos estaba enfermo y fue a parar a mi plato? No, no, no. No me voy a emparanoiar con ese asunto, que bastante tengo encima con la universidad y demás. Si lo hago me volveré loca y los locos no tienen sentido del saber estar, la cordialidad, los modales, ni nada por el estilo. No quiero acabar convertida en una zombie mantenida por el estado. Eso acabaría con mi vida. Es un suicidio emocional y social..."

Una vez llegamos perfectamente ataviadas y maquilladas a la fiesta en cuestión, sobre las 10 p.m., bailamos un par de canciones de los cincuenta, hasta que se nos acercó un ser humanoide de sexo opuesto que tenía pinta de ser todo un pesado. Se veía a leguas sus impuras intenciones con nosotras.

- Hola, me llamo Fede- Sonrió dentro de lo que él creía elegancia, mientras se arreglaba el pelo engominadamente grasiento- ¿Y vosotras?- Sus ojos brillaban en mitad de las luces de discoteca como las de un macho en celo en busca de un agujero en el que poder introducir su miembro viril.

- Hola...- Le respondió Esther con súbito interés. adoptando un tono de voz picantón de chica fácil- ¿Cómo estas, guapo?- preguntó mientras acortaba la distancia que existía entre ellos, cada vez menor.

- ¿Te apetece bailar?- Le ofreció el fracasado, con un tono triunfante, seguro de su patético logro.

- Sí... ¿Por qué no?- sonrió.

Esther se dispuso a ir tras él, pero antes de que pudiera dar un paso más, la agarré fuertemente de la muñeca.

- Pero, ¿qué haces?...- Le susurré, exigiéndole una explicación para un hecho tan insólito como el que allí estaba ocurriendo en aquel momento- Creía que tenías el gusto más refinado, pero ya veo que aunque te pulan y te bañen de oro, de nada que te raspen un poco se te ve el cobre del que estás hecha. Pensé que una temporada viviendo con tu tío te había vuelto una señorita... Pero sigues actuando como la chica de clase media de la granja de la que saliste.

- ¡Calla!- Gritó secamente, girando la cabeza hacia la dirección en la que se encontraba el adefesio para sonreírle y saludarle disimuladamente mientras hablaba conmigo- ¿No ves la ropa que lleva puesta, es nueva de Armani, al igual que los zapatos. Y si te fijas bien en su chaqueta... tiene un bulto muy sospechoso- sonrió- Apuesto a que su cartera esta repletita de billetes relucientes. Si soy capaz de jugar bien mis cartas, quizás saque algo bueno de todo esto. Como yo siempre digo: No importa si es feo, el dinero embellece al primate más salvaje.

Tras esto, se giró dedicándome un "Ciao", un beso volado y una sonrisa. Perdiéndose entre la muchedumbre discotequera.


Y allí estaba yo, en un antro subterráneo, semioscuro, escandaloso y apestando a humanidad "Si lo llego a saber no vengo". Es cierto que la soledad se siente más cuanto más rodeada de gente estés; una se siente invisible para todos... y esa sensación no se hizo para mí. En tal caso no me podía mover por miedo a ser acosada por otro nerd como el que se llevó la cascos ligeros.

De pronto, mientras me dejaba envolver por aquella estridente música de DJ barato, me sorprendí a mí misma recordando a aquel cachorro de felino indefenso dentro de la jaula "¿Esto es lo que la gente llama remordimiento de conciencia? Pues vaya... Es un sentimiento la mar de molesto. Quisiera no ser blanco fácil de este tipo de sensaciones. Son muy extrañas"

El pensamiento, la gente y el lugar en sí acabaron por abrumarme de tal modo, que no tuve otra opción que salir de allí a tomar algo de aire fresco. Cualquier cosa estaría mejor que el insoportable agobio de sentirme encerrada allí abajo. Era eso o beberme un par de copas. Y, la verdad, la comida del chino no me había dejado el estomago muy receptivo a las bebidas espirituosas.

Al salir de allí, fue como si el viento me diese una suave caricia en la cara. Un alentador y reconfortante empujón para seguir adelante con lo que empezaba a parecer una noche inacabable. Pero, a pesar de todo, mi mente seguía reflejando imágenes de aquel diminuto ser, maullando de desesperación. Y por muchos esfuerzos que trataba de llevar acabó para acallar la voz tan irritante que resonaba dentro de mí, ésta cada vez gritaba más y más fuerte.

Confusa, miré el reloj. Eran las 10:45 p.m. Y, antes de que mi cerebro quisiera darse cuenta, mi cuerpo ya estaba caminando sobre sus pasos, en dirección al restaurante donde habíamos cenado. Si esa era la única forma de acallar esa maldita voz y dejar de sentir esa sensación tan horrible, yo misma rescataría a esa bola de pelo chillona. Pensé en qué pasaría con Esther, pero luego, al pensar en que ella no dudó un solo segundo en dejarme en mitad de aquel lugar completamente sola, yo tampoco dudé en marcharme. Después de todo ya es una mujer con la vagina depilada a la brasileña..., así que se las arreglaría muy bien para llegar a casa.

Por suerte, aún estaba abierto el palacio oriental de la comida medianamente rápida. Me colé en el interior y me dirigí velozmente al baño, esquivando a las miradas indiscretas de los pocos comensales que aún yacían allí, devorando las ultimas migajas de sus platos y de los camareros, que ya empezaban a pasar paños por las mesas vacías y a recoger las mesas que habían sido ocupadas anteriormente.

Mi estancia en el baño tan solo duró unos segundos, pues salí de ahí como si fuese un cliente más. De hecho salude al infinito, con la mirada perdida, a alguien inexistente, para que los camareros que me miraban intermitentemente no sospechasen nada. Aprovechando para irme arrastrando, poquito a poco, cual culebra acercándose a su presa, hacia la puerta de la cocina. Hasta que llegué y me escurrí por esa zona restringida a todo aquel que no fuese personal del establecimiento.


Utilicé una torre de cajas de latas de refresco para refugiarme de la detección de cocineros y camareros que encontré una vez pasado el umbral. Allí estaban, podía divisar las jaulas amontonadas desde la posición en la que me encontraba. Al principio dudé si abalanzarme o no sobre ellas, pero simplemente cerré los ojos y me precipite como loca a recorrer la distancia que había entre ambos puntos. Y antes de que nadie pudiese decir nada ya había liberado a los cinco gatos adultos y cogido al pequeño entre mis brazos. Aquello se convirtió en un momento digno de formar parte de un programa de humor: Los camareros fueron perfectamente conscientes de mi presencia allí, pero, o me detenían a mí o trataban de recuperar todos los gatos, que trataban de buscar una salida por la que escabullirse de tan cruel destino.

Aprovechándome de la confusión, me entró la fiebre heroica y salí corriendo hacia la puerta de la cocina y le pegué una fuerte patada con mis preciosos zapatos de tacón, facilitándoles a los desquiciantes y desesperados vichejos su huida, a la vez que complicaba su captura a los camareros y cocineros que corrían tras ellos como coches sin frenos. La poca gente que aún estaba en las mesas se levantó de golpe y los camareros que recogían las mesas dejaron de hacerlo y trataron de cortarme el paso, antes de que lograse llegar a la salida.

-别逃走! 跟随她啊! (¡Que no escape. Vamos tras ella!) 她称呼警察以前我们必需抓获她! (Tenemos que atraparla antes de que llame a la policía)- Parecía decir un chinorris obeso que creo que era el que manejaba el cotarro allí dentro.

Yo, prácticamente no sé lo que pasó tras de mí, ya que en ningún momento me detuve a mirar. Simplemente corrí hacia la salida lo más rápido que los tacones me dejaban, con el cachorro bien sujeto. Y no paré de correr una vez me encontré fuera del establecimiento, sino todo lo contrario. Me extralimite. Hasta tal punto en el que los tacones ya me estorbaban en lugar de ayudar. Los pies me dolían a horrores y me los notaba hinchados... así que, prescindiendo de toda etiqueta me los quité como pude, pues estaban algo apretados por la hinchazón, miré los afilados tacones y, en medio de la confusión y la desesperación, los quise usar como arma blanca con mis tan persistentes acosadores orientales. Así que se los arrojé "Dios, qué lástima... Un par que ha costado una fortuna, totalmente desaprovechados. Si al menos le hubiera dado a alguien..."

Cuando ya me encontraba bastante alejada del mugroso restaurante, entre jadeos y murmullos emitidos por mí, pude oír a uno de ellos gritar:

- 你停! 操你! 给我们那只猫啊! (¡detente, puta, no hagas la situación más difícil y entrega al jodido gato!)- Lo expulsaba de su boca con todas sus fuerzas; de una forma que provocaba, de cuando en cuando, que la voz se fuese.
(Si os estáis preguntando como coño es que sé chino, ahora tan de repente, la respuesta es bien sencilla: Al llegar a casa, tenía una imperiosa curiosidad sobre que frases tan elocuentemente delicadas, véase el sarcasmo que intento transmitir, que me dedicaron esos locos. Así que me conecté a skype y esperé que un amigo que tienen mi querido Dimas y Hideki, hiciese acto de presencia. Se trataba de Joaquín, un chico de clase media alta, con dejes de riquillo frustrado... Pero, a pesar de eso y de ser amigo del joputa de Hideki, me cae bien, por eso sigo en contacto con él. En este momento lleva ya dos tediosos años trabajando para la universidad de Changchun, un lugar en China, cerca de Corea del Norte, en el que ejerce como profesor de español "Pobre desgraciado... Dando clase a chinorris pasotas que no levantan un palmo... Pero claro, con todos los chanchullos que hay dentro de esa universidad... todos pasan exitosamente de curso. Ay de lo que se entera una... Ya os contaré, en alguna entrada exclusiva del tema en cuestión. Pero, vamos, que todo sabéis que la palabra "soborno" en China...no es que suene mal, precisamente. Ahí lo dejo" El caso es que se conectó y yo le pronuncie las frases como mejor pude. Así que llegó a la conclusión de que a lo que más se parecían mis balbuceos occidentales eran a esas frases que os he puesto entre paréntesis. Desde aquí, muchas gracias Joaquín. Ya hablaré de ti y Changchun en alguna entrada futura. Mis lectores merecen saber en la mierda de país que estas metido. ¡Besitos!)

Imaginaos a vuestra pobre abeja reina... corriendo descalza por el rasposo asfalto, ocultándose entre los coches para no ser hallada. Pues, después de tan elocuente frase, el gordo mandamás desperdigó otros clones chinorris, como si se tratara de extensiones de sí mismo, para que intentaran atraparme. Y, entre que los pies me dolían, la responsabilidad de proteger al cachorro y que mi precioso vestido, blanco perla, empezaba a no ser tan blanco, mi histeria iba en aumento. Cuando me di cuenta ni siquiera tenía le tocado y empezó a llover. Nada podía ir peor... Mi rímel de Max Factor, chorreaba mejilla abajo, mientras culpaba al gato de todo lo que estaba sucediendo.




De pronto, dos de los secuaces de aquella bola de grasa estuvieron a punto de cazarnos. Pero, reuní las pocas fuerzas que me quedaban y corrí. Pasando, casualmente, ante una comisaría. Y, al oír el barullo que causábamos, los agentes salieron de allí para ver que sucedía. Ahí fue donde acabó todo. Pues capturaron a esos dos y yo desembuché todo lo que había vivido y visto en ese antro de mala muerte.

Finalmente, el restaurante fue cerrado y los que lo regían encarcelados. Porque resultó que era un establecimiento que blanqueaba dinero. A mí y a esa cosa peluda nos llevaron a casa, me di un baño caliente y me senté a ver la tele sin saber absolutamente nada de Esther. Al día siguiente regresó despeinada y con el sujetador en la mano. Juzgad vosotros mismos. "Si es que cuando digo que es una chica fácil... no lo digo de manera ambigua"

En cuanto al señorito, aquí sigue conmigo, meses después. Nos hemos hecho muy buenos amigos él y yo. Creo que de ahora en adelante tengo un nuevo compañero de aventuras vitales y eso me anima. Después de todo, la fatídica noche mereció la pena vivirla. Ya tiene puestas las primeras vacunas  se a adueñado de la casa... Sorprendentemente es como yo. Por cierto, como es blanco y rubio, me recordó a un caramelo de nata... así que pensé en llamarlo Caramelo, pero me pareció muy vulgar... necesitaba un nombre fino,  con clase. Así, que después de mucho pensarlo, le he puesto Liquirizia, que significa Regaliz en italiano. Como es tan largo le llamo simplemente Liq. Es un nombre original, al que se le añade la clase de ser italiano. Una lengua romance muy especial.


Antes                                                                                 Ahora
                                          

Así que ya veis chicos. Vuestra princesita tiene un nuevo compy. Naturalmente tengo muchísimo más que contaros, referente a estos meses: graduación, estancia de Joaquín en China y otras anécdotas que Liq ha ido haciendo a lo largo de todo este tiempo. Pero ya estoy cansada y quiero hacer algo de pilates hoy. Os dejo, mis dulces. Pronto nos veremos nuevamente. Se os quiere por interés. Besitos a todos.

La moraleja de hoy es: "La conciencia no es más que una carga absurda. Si puedes, intenta ahogar la voz a base de cócteles"

1 comentario:

  1. Quien es esa tarantula? que nos rapen la cabeza a las dos y nos quiten el maquillaje a ver quien es mas guapa!! Labate el coño con bacalao tia gorda!

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