¡¡¡HOLA, PUTAS!!! La reapertura de mi habitación está muy próxima. Espero que las zorritas estéis muy atentas, porque se avecinan cosas muy interesantes en la tercera temporada...

lunes, 18 de abril de 2011

Capítulo 8: Experiencia peligrosa.

Ya he regresado a casa. Supongo que habréis estado preocupados preguntándoos dónde andaba metida… y ciertamente, no os falta razón. El viaje era supuestamente para una semana y e estado poco más de seis meses.

He regresado concretamente hace dos meses, pero con temas de interrogatorios, policías y papeleo no he podido conectarme. Tengo bastantes cosas que contar; pero ya digo que para que yo vuelva a pasar por ese archipiélago arqueado, tendrá que llegar el momento en el que se declarase el único país sano y libre de contaminación tras una catástrofe radioactiva mundial.

Realmente regresé muerta en vida. Con el índice de energía rozando el limite, sucia, oliendo no precisamente a Chanel nº5. Y menos mal que no me pilló la catástrofe del tsunami que afectó a toda la población nipona, y que tan exageradamente ha sido transmitido hacia el exterior, por parte de la prensa amarillista. En fin, proyectando una imagen de mí que jamás había visto desde que tengo uso de razón. Pero tras haberme tomado una serie de tranquilizantes, dado un baño caliente de sales aromáticas y espuma que duró más de veinte minutos, y haber dormido alrededor de unas doce horas seguidas, me encuentro algo más recuperada. Aunque con la cabeza algo zumbada todavía, por el desfase horario y la suma del gran cúmulo de emociones vividas; pero más recuperada, al fin y al cabo.

Lo que más agradecí al posar mis cansados pies descalzos sobre el parqué del pasillo (sí. Sé que una dama no debería hacerlo. Pero, comprendedme, de verdad estaba tan destrozada que me quité los tacones en cuanto atravesé la verja del jardín) fue atracar la nevera y la despensa; saltándome la dieta rigurosa planeada por mi nutricionista particular. “Bastante he adelgazado ya durante todo este tiempo”; y una mullida y calida cama; recreándome en una suave y perfumada colcha, que no tenía nada que ver con mi olor inicial. Me dejé seducir por los encantos de las comodidades que ofrece una vida de ciudad.



Ya sé que me esperabais, y que debí haber regresado a la semana de irme. Que era lo que estaba estipulado en el premio de aquel dichoso concurso “estaré toda mi vida arrepentida de haber hecho que resultáramos ganadores”. Pero ya entenderéis la razón de mi tan considerable demora, a medida que os vaya relatando mi experiencia. Por lo tanto empecemos por el principio y despacio. Así os será más fácil asimilar todos y cada uno de los hechos:

Llegamos a Japón tras un vuelo indeseable, aterrizando en Tokyo once horas después de haber despegado; que a mi me parecieron una autentica eternidad. Para haber sido portadores de boletos pertenecientes a primera clase, tuve la sensación de estar viajando en turista. Horas y horas sin un menú apetecible “lo que supuestamente pretendían que tragase parecía tener vida propia, y que saltaría de un momento a otro de la bandeja desechable en la que se encontraba confinado. Además el color no me inspiraba demasiada confianza. Por otra parte, tampoco hubo champagne en el cóctel de bienvenida y la cabina de pasajeros resultó ser un espacio ínfimo. Un espacio tan estrecho entre asiento y asiento, que impedía que se pudieran estirar las piernas con soltura.

En todo esto, cabe también mencionar que la cabina no estaba insonorizada; percibiéndose, de este modo, los mugidos y demás sonidos de fauna granjera y salvaje, provenientes del sector reservado a la zona turista, emitidos por la gentuza que la ocupaba. “Creo que pagué mucho más de lo que realmente costaron esos boletos… La compañía no es conocida. Y si hay que valorar diría que lo que para esa compañía resultaba ser la primera clase, era la clase turista de una compañía reconocida. Supongo que los adquirió por una de esas ofertas mediocres, ofrecidas por Internet. Eso me hace pensar… Si la primera clase resultaba tan insoportable, ¿Cómo habría de ser viajar en la supuesta clase turista? Se me revuelve el estomago al pensar a que clase de torturas estarán sometidos en ese infierno, los pobres esclavos del escalafón de la clase media-baja”

Una vez habíamos aterrizado, miré hacia Juanma. Que parecía estar fascinado por haber viajado en aquella lata de sardinas. “Con que poco son felices algunos…”

- ¡Wow! Ha sido increíble, ¿no crees?- decía alargándome la cámara digital, que había tenido disparando durante todo el vuelo. Reflejando diversas fotografías de supuestas nubes que no se veían, pues estábamos en plena noche. Pero a juzgar por su cara y su entusiasmo diría que él veía el paraíso en ellas.

- Sí… Maravilloso. Y las fotos preciosísimas, vamos…- dejé escapar sin ocultar la gran carga sarcástica que contenían mis palabras. Pero Juanma estaba tan cegado, imaginando lo que vería tras desembarcar, que creo que no fueron percibidas por su cerebro.

Me levante de aquél estrecho y minúsculo asiento, descubriendo que me había dejado la espalda como si tuviese un banco de pirañas mordiéndome la cervical. Y las piernas produjeron un crujido que solo se oye cuando se rompe un dildo de madera dentro de las partes íntimas, después de haberse pasado de entusiasta una noche bajo el dominio de una botella de anís, mientras se ve una reposición de las películas de Hilary Duff en la tele por cable.

Cuando me hube recuperado del dolor y de la impresión de semejante sonido óseo, me puse de puntillas para alcanzar mi bolso de mano, que se hallaba en el altillo que se encontraba sobre nuestros asientos. Lo observé minuciosamente comprobando si se había dañado por algún lugar. No me gustaba nada tener que dejarlo rodeado de bolsos sin valor; pues el mío pertenecía a la colección limitada de Vintage. Aspiré profundamente y pensando “Ánimo Heather. Es solo una semana”, me dispuse a descender por la escalerilla tras Juanma, y abandonar aquél cascarón metálico, por fin.

Miré hacia la azafata antes de poner un pie sobre la plataforma. Esta me despedía con una hipócrita y superficial sonrisa que denotaba el obligado cumplimiento del protocolo que debía llevar a cabo en su trabajo. Se le notaba cansada. “Cariño, tú estarás cansada… Pero mi vuelo sí que ha sido traumático por no haberme atendido como se debe”. Yo hice lo mismo. Pareció como si nuestras muecas congeladas, que trataban de reflejar un ademán de sonrisa lo mas fiel posible, dijera: Por su parte; “baja ya, cabrona, que quiero fumar” y por la mía; “arréglate esas uñas puntiagudas y ese pelo con las puntas abiertas, que pareces una prostituta de las de dos dólares. Además no te vendría mal un par de inyecciones de botox en esa cara de Shar-pei que tienes.”

Al llegar al último escalón, que comunicaba la cabina de pasajeros con el suelo del aeropuerto nipón, miré hacia adelante y la figura de Juanma, que hasta hacía escasamente dos segundos daba por sentado que se encontraba delante de mí, había desaparecido. “Este ha pisado tierra japonesa y ha perdido toda compostura”. Os aseguro que en ese momento me asaltó la mente un pensamiento divertidísimo a la par que desagradable: Juanma había salido corriendo detrás del primer nativo que vio bajarse del avión con nosotros, y ahora se encontraba disparando fotos infinitamente, mientras el pobre japonesito indefenso comenzaba a forjarse la impresión de pervertido.

Seguí las indicaciones hasta que por fin desemboqué, junto con el resto de la masa negra conformada por los demás pasajeros, en el sector donde se encontraban las cintas que devolvían las maletas a sus respectivos dueños. Me acerqué lentamente hacia una de ellas con la esperanza de que mis maletas de piel de cocodrilo reforzada no hubieran sufrido daño alguno. “En mi último viaje a Roma me perdieron mi maleta de maquillaje… Espero que esta vez estén las tres maletas intactas. Porque de lo contrario no me conformaré con reclamar la correspondiente indemnización. Sino que además, me encargaré de dejar por los suelos esta endeble e incompetente compañía. Menos mal que ordené instalar un chip de seguimiento en cada una de ellas para saber el punto exacto en el que se encontraban en cada momento. Por si se da la desagradable situación una vez más.”

En medio del mar de pensamientos en el que me encontraba inmersa, vi salir una de mis maletas. Pareció que mis preocupaciones aminoraban de manera gradual, a medida que la maleta se aproximaba lentamente hacia mí. Pero no era más que una falsa impresión; pues todo lo que me pasaría desde ese momento en adelante sería toda una cadena de acontecimientos insólitos, que nada tenían que envidiar a lo que le pasaría a una persona que pasa por debajo de unas escaleras, llevando un espejo que se le rompe al tropezar con un gato negro. Si las supersticiones fuesen ciertas, claro está.

Finalmente, teniendo en mi poder dos de las tres maletas, divisé a Juanma. No detrás de un nipón, como en un principio tuve la osadía de pensar. Pero sí intentando comunicarse con una chica, que parecía estar también a la espera de su equipaje:



- ¡Ohayou! Genki dessu ka? Genki desu ba io…em… watashi wa…Juanma…desu. Watashi wa supanisu jin desu…

La chica le regaló una mirada fulminante. Y tras un segundo, le dirigió la palabra:

- ¡Oye, tú! No me hables como fuese subnormal…

La cara de Juanma se quedó a cuadros en cuanto descubrió que la chica hablaba su mismo idioma. Y la belleza exóticamente oriental que la envolvía, quedó eclipsada por su falta de modales. Yo diría que por su forma de hablar y de moverse, durante el poco tiempo que me digne a mirarla, tenía un deje bastante pronunciado de lesbianismo… Pero dejémoslo estar, ya que no estoy 100% segura.

- Me llamo Carmen Murakawa- aclaró la muchacha- Perdona mi reacción pero es que llevo un día de perros.

- No pasa nada- sonrió Juanma con algo de reticencia- Yo me llamo Juanma. ¿Y ese nombre tan español con ese apellido tan japonés? Es una mezcla un tanto sorprendente.

- Todos me lo dicen- confesó la chica entre risas- es que mi padre es japonés, pero mi madre es de Madrid.

- ¡Juanmaaaaaaaa!- grité- Pero, ¿a ti te parece apropiado abandonarme en la pista de vuelo de un aeropuerto perteneciente a un país que no conozco? ¿Qué quieres, que me dé un ataque de histeria aquí mismo?- Le pregunté entre resoplos, debido a la pequeña carrerita que me di hasta llegar a su altura.

- Carmen… esta es Heather. Una amiga.

La miré extrañada. “¿Carmen?. Había oído que los japoneses, estos, raros, tenían predilección por lo español. Pero no hasta el punto de ponerle semejante nombre. Seguramente será dañino para mis oídos escuchar su nombre completo. Ya que la combinación de nombre español y apellido japonés es lo más horrible, después de la combinación de un vestido ceñido, con escote de palabra de honor, con un sujetador de tirantes de color complementario”

- Encantada de conocerte- sus dos besos, uno en cada mejilla, me hicieron volver de entre mis pensamientos para prestar atención a la pareja que se hallaba frente a mí- Me llamo Carmen Murakawa. Es un placer.

- ¡Ay! "lo sabía." Em… digo… Igualmente. Yo me llamo Heather Jimberts- Mi cara reflejó tenuemente lo que pensaba- “Sabía que sería una combinación arrolladoramente desagradable…”

- Y, ¿qué haces en Japón Carmen?- preguntó Juanma, advirtiendo cierta tensión en el ambiente.

- Pues… Vengo a pasar una larga temporada, ya que quiero perfeccionar mi segunda lengua. Nací aquí, pero mi padre se fue a España con mi madre y me crié allí. Además tengo curiosidad por esta cultura. Aunque mi padre me la inculcó desde pequeña. Pero siempre es mejor experimentarlo uno mismo- Rió.

- Es que Carmen es mestiza- aclaró Juanma, mirándome.

- Mezcla ¿eh? Suena interesante pero yo me estoy empezando a desesperar, porque mi tercera maleta no aparece por ninguna parte.

- Tranquila, que seguro que pronto aparece por la cinta- intentó consolarme Juanma.

- Si, ya… Como tú tienes ya la maleta esa, de ruedas, tan cutre contigo, no te preocupa nada más.

Tras esto caminé hacia las otras cintas a ver si por un casual hacía acto de aparición por alguna de ellas, dejando atrás a Juanma y a su nueva amiga.

De pronto, unos pocos minutos después de abandonar la cinta que se encontraba al lado de la pareja, mi maleta aparecía lentamente. Saliendo del hueco cuadrado que comunicaba con la parte de descarga de equipaje. Mi cara se iluminó y se dibujó una gran sonrisa.

- ¡AHÍ ESTÁS!- dos estrellas aparecieron en mis ojos al localizarla.

La gente clavó su mirada en mí de una manera tremendamente instantánea, viendo como tenía el valor de correr a toda velocidad por el suelo encerado del aeropuerto, con unos tacones de 25cm.

Al llegar a la cinta y agarrar mi maleta, tanta era la euforia que no advertí que mi tacón se trababa con una de las ruedas de la maleta de Juanma. Y al tirar hacia delante para dar el paso, se rompió la tira de mi zapato y caí de bruces contra la cinta transportadora. Comencé a gritar, pero no sirvió de nada, porque me encontraba demasiado próxima a la cavidad en donde vuelven a entrar las maletas en caso de que nadie las recogiera a tiempo, y se pasan minutos y minutos allí, dando vueltas. Pues a mí me pasó eso. Volví a salir por el otro lado gritando y con un cabreo de intensidad considerable.






- ¡¿Estas bien?!- gritaron los dos a la vez mientras Juanma me alargaba la mano y me ayudaba a reincorporarme

- Sí, sí, sí…- mi cabreo era tan grande que no era capaz de exteriorizar semejante furia. Por lo que mi mente lo tornó de indiferencia y cojeando, por la herida que me había hecho en la rodilla tras el castañazo- Venga anda, vámonos ya de este cuchitril- dije sacudiéndome mi chaquetón de Oscar de la Renta con mucha delicadeza e incredulidad, por como había terminado esa pobre prenda.

Al final Carmen se nos pegó como una lapa. Y todo se lo debo a Juanma, que insistió a más no poder para que ella se viniera con nosotros, ya que el piso que iba a compartir estaba relativamente cerca de nuestro hotel.

Después de todo el jaleo de las maletas y de encontrar un taxi “parece que todo el mundo ha tenido el mismo afán de viajar a la vez. ¿Crisis?, ¡JA! Si así fuera serían más cautos. Ciertamente a mí, que tengo dinero como para poder limpiarme el trasero con él si quiero, me molesta pagar el suplemento que los taxistas añaden por el hecho de ser tomados en el aeropuerto… Ojalá estuviera aquí Peter con la limusina…”

Finalmente tomamos un taxi teniendo en cuenta el voto de Carmen. Voto que no debía de contar, puesto que solo hacía un par de minutos que había llegado a nuestras vidas. Pero bueno, no voy a pensar en eso, que bastante le he dado ya a la cabeza con el tema durante esa noche. Eso sí, otra cosa no, pero las luces de Tokyo eran alucinantes. A medida que el taxi iba avanzando me daba la sensación de estar flotando en un mar de joyas. De piedras preciosas interminables que cegaban con su brillo mirase a donde mirase. Tanto que me hicieron reflejar en mi rostro una expresión parecida a un colocón supremo después de haber probado la droga más potentemente pura del mundo.



Al llegar al hotel aún me costaba recuperarme de la sobredosis de brillo cegador del que la capital nipona me envolvía. El hotel era extremadamente alto “wow!… Solo he visto algo así en mis repetidas estancias en NY”. Me bajé del taxi posando el tacón de mi zapato izquierdo en el duro asfalto sin poder dejar de mirar hacia arriba, mientras Juanma hablaba no sé qué con la mestiza. A los pocos minutos descubrí que Carmen se bajaba también con nosotros, pues el apartamento que semanas antes había alquilado se encontraba tan solo a una calle de allí.



- Bueno Carmen; mañana quedamos en el vestíbulo del hotel a medio día. Así exploramos estas nuevas tierras los tres juntos- dijo Juanma guiñándole un ojo mientras cerraba la puerta del taxi.

La chica aceptó. Y tras haberme dado dos besos en señal de despedida, mientras yo pensaba lo confianzudo que resultaba el hecho de que Juanma había dado por sentado que a mí me apetecía compartir mis vacaciones imprevistas con ella (la confianza nos lleva a los seres humanos a tomarnos libertades un tanto excedidas, desde mi punto de vista) dio media vuelta. Otorgándome el placer de ver su figura alejarse quedando difuminada entre la gran multitud, de una manera casi tan rápida como con la que había aparecido en mi vida. “Hasta mañana… Por desgracia”.

La estancia en el hotel no estuvo mal a pesar de ser, solamente, de tres estrellas; esa noche me di un baño de espuma y me tomé media botella de Moscatel, mientras me encontraba bajo el abrigo de esponjosas formas espumosas aromáticas. Una vez me hallé algo ida por los efectos del breve alcohol que posee el Moscatel, zambullí lentamente mi cabeza bajo el agua. Cosa que me ayudó muchísimo para olvidar mi encuentro con aquella muchacha.

Cuando me dirigía hacia la cama, a la vez que me secaba el cabello con cuidado, vi que sobre la colcha había un librito, mas bien parecido a un folleto, fino y alargado. Mi curiosidad se vio con la necesidad de saber de qué se trataba, así que me hice con él. Para mi sorpresa, era una guía de compras de lo mejor en tiendas para ver en el país. Más centrada en la capital. Sonreí y la guardé en mi bolso. Después de todo supuse que podía utilizarla como una especie de escape para no tener que soportar a la parejita al día siguiente. Y con esa idea animándome por momentos, me dispuse a cenar, pidiendo algo al servicio de habitaciones “Yo no estoy dispuesta a compartir comedor con la clase de comensales que suelen figurar en los libros de huéspedes de esa clase de hoteles. Yo estoy muy por encima de ese rebaño” y ver algo de telebasura. Juanma se fue a dormir temprano para ahorrar fuerzas para el día “alucinante” que nos esperaba. Así que tenía por delante un tranquilo momento para estar conmigo misma, que no pensaba desaprovechar.

Juanma se enfadó bastante porque bajamos tarde; ya que no era capaz de decidirme por el modelo más apropiado para darme a conocer al país. “Ains… Hombres, no entienden nada. No son capaces de entender que tengo que brillar muchísimo más que de costumbre para deslumbrar a la sociedad japonesa. Incluso puede que aumente mi agenda de contactos útiles. Nunca viene mal tener súbditos que te puedan sacar de apuros de vez en cuando”

Una vez abajo, Carmen ya estaba esperando, sentada en uno de los sillones del vestíbulo.

- Hola chicos. Se os han pegado las sabana ¿eh?-rió- valla, Heather, que guapa.

- Ah, gracias- adopté una pose artificialmente modélica para exagerar mi estilo bien conservado- Ciertamente me a costado encontrar la combinación más adecuada-reí falsamente.

- Pareces parte de una red de prostitución de lujo- susurró Juanma.

Al oír semejante comentario le propiné un fuerte golpe en la coronilla, sin perder la sonrisa de cara a Carmen. Nunca hay que perder la clase, por muy complicada que sea la situación.

Todo lo demás a partir de ese momento fue bastante normal, en cuanto a vacaciones se refiere. Incluso he de decir que me lo pase bien con esos dos especímenes humanoides.

Fuimos a un cosplay café, para ver a las camareras hacer el gilipollas como niñas pequeñas disfrazadas de fricadas; jugué al pachinko, haciéndome con una gran cantidad de bolas, mientras era objetivo de la mirada de un borracho ludópata; fuimos a diferentes templos; vimos las múltiples tribus urbanas que allí se encuentran, que, por cierto, tuve un encontronazo con una tipa que tenía más llaveros y detallitos encima que un estantería llena de Barbies de fabricación falsa, de los chinos, en navidad, y su ropaje era tan colorido que en lugar de una chica, parecía un papagayo en época de celo (No me extraña que se vean enfermedades mentales que no existen en otras partes del mundo); fuimos al estudio Ghibli, donde me compré un peluche de mi querido Totoro “Esa es la única peli anime que trago. Porque me recuerda a una pesadilla que tuve de pequeña sobre un Totoro mutante, cuya boca era un vórtice sangriento hacia otra dimensión. Fue un tremendo subidón de adrenalina”; también pasamos por un poblacho minúsculo y aburrido que a Juanma le encantó (se diría que consiguió llegar al nirvana), si no recuerdo mal se llamaba Hinamizawa; seguramente será un pueblo de alguno de esos insulsos y ridículos animes que ve. Y muchos más lugares que tuvieron la fortuna de tenerme presente. Realmente he de admitir que en ningún momento tuve que echar mano de la guía del hotel.



Habíamos estado rotando el turno de decisión durante toda la semana. Cada día los tres elegíamos una actividad para realizar, por lo que cada día había un mínimo de tres sitios que visitar o tres cosas relevantes que hacer. Pues bien, casualmente, el último día de la semana me tocó decidir a mí. Así que, cómo no, miré la guía y descubrí que había un lugar en Japón conocido como “la capital del comercio” (Sapporo). No pensaba irme de allí sin visitar un lugar que podía fomentar mi afán por el consumismo desmesurado. Así que, tras hablarlo consultado con la pareja e informarnos, descubrimos que los billetes de avión eran realmente baratos, así que nos hicimos con ellos el mismo día. Ofreciéndome un vuelo en el que, en cada nube, por la ventanilla, veía el nombre de los dioses de la moda mas reconocidos.

Ese día fue el mejor que me lo pasé, compré hasta superar tres veces mi propio peso. Menos mal que las tiendas tenían servicio de envío y me permitía mandar semejante cargamento al hotel. Teniendo la tranquilidad de que cuando regresase, todo estaría en mi habitación. Eso era otro factor que favorecía que los clientes gastasen lo que tenían y mucho más, hasta tener su cuenta bancaria repleta de números rojos.

Recuerdo especialmente una tienda de lencería femenina que estaba de liquidación; en la que había descubierto un body sexy de encaje, con liguero incluido; en definitiva, una prenda preciosa que había de ser mía a toda costa, para engrosar mi colección picante. Pero cuando me aproximé a cogerlo, tres chicas pertenecientes a una tribu urbana que no pude identificar, se abalanzaron cual bestias hambrientas tras un pedazo de carne fresca; con un brillo en sus ojos que solo le había visto a Linda. Mi instinto primario hizo que lo agarrara con todas mis fuerzas "tengo que defender mi patrimonio". Ellas tiraban fuertemente mientras gritaban como histéricas cosas en japonés que no comprendía, a la vez que yo les respondía con insultos que dejaban muy atrás mi posición como dama, por lo que me abstendré de especificarlos por aquí.

- Déjalas, Heather. Son chicas Gals. Harán lo que sea para conseguir todo lo que sean bragas o derivados, para luego venderlas en las entradas de los metros con su olor vaginal.- oí decir a Carmen a lo lejos.

- ¡¿Y A MÍ QUÉ? YO LO VI ANTES. ESTAS RAMERAS BARATAS NO ME PISOTEARÁN. SOY HEATHER, SOY UNA DIOSA. TENGO QUE ENSEÑARLES A ESTOS ORIENTALES QUIÉN SOY YO!

Ahora que lo pienso me da vergüenza recordarlo. "Yo, formando parte de tremendo zoológico, alimentando aquel escándalo que rozaba lo obscenamente barriobajero. Dios mío... ¿A dónde he llegado?". Finalmente el body se rasgó y yo salí corriendo, dejando a aquellas callejeras con el problema. Seguramente el espectáculo quedó grabado en las cámaras de seguridad de la tienda. Lo cual hace que me avergüence aún mucho más, pensando en que los seguritas estarán ahora mismo rebobinando una y otra vez el momento fatídico, en el que tuvo lugar esa reproducción a pequeña escala del programa mexicano "LAURA DE TODOS"

De vuelta a Tokyo, cogimos el tren, porque a Juanma se le antojó ver el paisaje mientras regresábamos. Lo que me sorprendió fue que al atravesar las puertas del vagón, en la pared que se encontraba enfrente de mí, vi un cartel en el que se podía leer: “prohibido meter mano”. Esto me dejó patidifusa, y no logré comprenderlo hasta que vi la cantidad de gente que entraba en ese cubículo tan pequeño, y un tipo intentó bajarme las bragas, aprovechando que estábamos tan apretados unos con otros que me dio la impresión de que de un momento a otro íbamos a cohesionar. Mi reflejo fue gritar. Y un fortachón que se encontraba próximo le grito algo parecido a “Hentai” y “Nampa”… o algo así. Que realmente no sé lo que significa, pero tras esto le pegó un manotazo que le partió la nariz. La sangre comenzó a emanar como lo hace el agua de una fuente, y en vez de calmarme, la situación hizo que mis gritos se intensificaran. Sacaron al tipo del tren en la parada siguiente, y durante el resto del trayecto el hombre, carmen y Juanma intentaban tranquilizarme, a pesar de que no entendía nada de lo que el hombre quiso decir, inconscientemente le dediqué una sonrisa de agradecimiento.

Cuando, después de todo ese caos, llegamos a la capital nos encontrábamos dispuestos a regresar al hotel. Fue entonces Cuando Carmen dijo:

- Chicos, es vuestra última noche en la ciudad. ¿Por qué no nos vamos de marcha y nos tomamos un par de copas?

- Gracias... Pero el alcohol no me sienta nada bien, y además es muy malo para la piel...- respondí a la propuesta de la chica.

- Venga... Juanma, ¿tú qué dices?- le sonrió.

- no sé... Estoy algo cansado. Hoy ha sido un día movidito.

- Ains... No me esperaba que aguantaseis tan poco. Sois jóvenes, pero parece que ya esteis en plena etapa cincuentona.

La miré de una manera que si hubiera podido la habría matado. "Pero, menuda furcia... ¿se ha atrevido a llamarme vieja indirectamente?"

- Es verdad- intervino Juanma- Carmen tiene razón. Además, mañana no cogemos el vuelo hasta las ocho de la tarde. Podemos ir a tomar una copa. No nos hará daño. Venga Heather, no seas siesa.

- ¡Otro!- dejé escapar, debido a la molestia que me había causado el comentario anterior de Carmen, sumado a que Juanma me llamara "siesa"- Hay que ver lo manipulable que eres... Está bien; pero solo una. ¿De acuerdo?- le advertí rotundamente.

Tras esto, Juanma se lanzó a darme un buen abrazo.

- ¡Agh! Que pegajoso resultas a veces.

- Pero si a ti te encanta que sea así contigo- rió

- sí, sí... Tanto como que quiten de los catálogos los productos que me interesan- le sonreí- Vamos, anda. Comámonos esta ciudad.

Nos dejamos guiar por Carmen; que nos llevó a una disco que era la de moda del momento, según ella. Por lo menos la música era actual y el local era genial: grande, bien ventilado, y la gente no parecía de la que se pegaban como moscones intentando ligar con una.

Nos dirigimos hacia la barra. Costó un poco captar la atención del barman, por la gran cantidad de gente que reclamaba su servicio, pero finalmente lo conseguimos. Yo pedí un cosmopolitan “no me gusta demasiado beber, pero en los momentos en los que una tiene que hacerlo, la mejor opcion es la bebida rojiza tan deliciosa como es esta. A parte es la bebida mas class. La beben las chicas de Sex and the city.” A parte, no tuve que pagar nada, porque mi encanto personal, de la mano de mi belleza física encandilaron tanto al chico que acabó por invitarme a la copa. “Son mis dos grandes armas atrayentes a la vez que defensivas.”

- ¡CHICAS VOY AL BAÑO!- gritó Juanma, para que ambas pudiéramos oírle- ¡NO OS MOVAIS DE AQUÍ O NO PODRÉ ENCONTRAROS!.

- ¡TRANQUILO, AQUÍ ESTAREMOS!- respondió Carmen, que se encontraba mirando hacia la barra, mientras yo le daba la espalda para mirar alejarse a Juanma.

Cuando me quise dar cuenta, el cosmo y el malibú con seven up, que había pedido Juanma antes de comenzar el arduo trayecto hacia el servicio, ya estaban sobre la barra esperando a que le diesemos un sorbo. Miré a carmen, que ya tomaba un coctel de mango con absenta, mientras dejaba llevar su cuerpo al ritmo de la música.

Al rato regresó Juanma sin el menor problema. Le avisé de que su copa le esperaba, la cogió y le pegó un gran sorbo mientras me cogía de la mano y tiraba de mí, rumbo a la pista de baile. Situada justo en el centro del local. Inmensa y colorida, llena de gente en una especie de trance musical. Parecía que sus cuerpos no les pertenecían, sino que eran simples titeres de la música, que sonaba con demasiados decibelios para mi gusto.



No pensaba que me lo pasaría tan bien con ese pequeño friki. Pero lo cierto es que estaba siendo una gran noche. Pero todo comenzó a torcerse cuando una serie de mareos comenzaron a apoderarse de mi. La visión se me nublaba como si tuviera un velo incomodo delante, y me costaba bastante sostener el equilibrio. Y por lo que alcancé a ver, Juanma estaba siendo víctima de los mismos efectos. Así que tome su mano y avisando con voz vaga a Carmen, nos dirigimos fuera.

Senti el gélido aire de la calle y recuerdo haber tenido una gran sed que pensé que nunca podría saciar, mientras sentía descender gotas de sudor que perlaban mi frente.

- No sé… Pe…pero… algo me está… pasando…

Y lo último que recuerdo es la cara de Carmen. Perdí por completo el equilibrio hasta caerme, en medio de toda aquella niebla que se había apoderado de mi visión. Hasta quedar todo sumido en una espesa oscuridad.

Poco a poco fui recuperando la nitidez de mi visión, a la vez que mi oído recibía un eco lejano, como si un grupo de personas estuviera manteniendo una conversación que no alcanzaba a escuchar, pero que estoy segura de que era en japonés. Y cuando por fin logré recuperarme medianamente, traté de reincorporarme, pero tenía los tobillos y muñecas atados con cinta de carrocero, a la par que me encontraba amordazada, tirada en un suelo de baldosas cerámicas de las que notaba el frío que estas desprendían, al tener contacto directo con uno de mis costados. Ya que tenía la blusa algo subida.

Todo a mi alrededor estaba cubierto de suciedad; me dio la sensación de estar en una especie de almacén abandonado: Paredes agrietadas, con humedad y multitud de cajas y estantes rotos, amontonados de manera desorganizada. La estancia no tenía ventana alguna, así que, a demás de todo esto, la atmósfera se encontraba extremadamente cargada. Dando lugar a un olor muy intenso que combinaba la humedad con el olor a cerrado.



Un miedo mucho mas grande de lo que había sentido en toda mi vida me invadió por completo. Intenté gritar, pero la cinta adherida a mi boca impedía que las hondas de sonido salieran con claridad y se expandieran.

Por fin, cuando mi mente se rindió y un cansancio me poseyó, por las fuerzas que empleé en deshacerme de mis ataduras y en que mis gritos superaran esa barrera, pensé más fríamente, tranquilizándome dentro de lo que las posibilidades me lo permitían, y me fijé en que Juanma se hallaba todavía inconsciente, a unos tres metros de distancia de donde yo me encontraba. En cierto modo, me alegré de verle. Al menos podía estar segura de que no nos habían separado y que aún conservaba la vida, como yo.

A los cinco minutos de haberme despertado, la conversación se terminó. Y acto seguido se escucharon unos pasos que se aproximaban a rápidamente. para mi sorpresa, al abrirse la puerta, aparecieron tres personas, de las cuales conocía a dos. Aún estaba algo trastocada, pero era perfectamente consciente de que allí se encontraban el barman de la discoteca y Carmen. Nunca me gustó esa chica, pero jamás pensé que sería capaz de algo tan grande como era esto. estaba confusa, pero aún así intenté articular palabras. Carmen se acercó a mí, percatándose de mi afán de comunicación y de un tirón, bastante doloroso, me arrancó la cinta de la boca.

- !Pero, ¿QUÉ ES ESTO? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?!

- Hola perrita. Ya veo que, aún estando atada, sigues siendo tan soberbia como lo has sido durante toda la semana. No tienes ni idea de lo que me a costado fingir. Jugar el papel de mosquita muerta. Sobre todo con ese- dirigió una mirada a Juanma y luego la devolvió a mí. Sus ojos proyectaban una prepotencia suprema- Pero en fin... Al final los ciervos han caído en el cepo- rió.

- No me puedo creer que nos hagas esto, Carmen. Yo...

- Eh, eh, eh. No me llamo Carmen. Soy Flora Miyazawa. Una miembro yakuza; es decir, la mafia japonesa. directora de la organización contrabandista de tráfico órganos, para venderlos en el mercado negro.

- Flora...¿Flora qué?...

- Eso no importa ahora. Lo que importa es que te tengo exactamente donde quería desde el principio- rió- la niña de papá estaba tan preocupada de sí misma que no se fijó en los pequeños detalles que podían haberme delatado. He de admitir que hubieron momentos en que pensé que me ibais a descubrir. Pero luego, al conoceros, me di cuenta de que tú eras una egoísta. Una chica que solo se preocupaba de su mundo. Y Juanma estaba demasiado entusiasmado por el simple hecho de estar aquí. Por lo tanto, No erais, en absoluto, una amenaza.

- Pero... ¿Y lo del aeropuerto? ¿Cómo lograste entrar en el área de retirada de equipaje, si no eras una viajera?

- La respuesta es muy sencilla. Los yakuza estamos en todas partes; por lo que tenemos contactos y miembros dispersos por todo el país. No fue nada difícil colarme en ese área; lo difícil fue escoger a las víctimas.

- ¿Y por qué nosotros?

- Porque oí tus comentarios tremendamente superficiales. Y pensé que nadie echaría de menos a una pareja tan pintoresca. Pero en el primero que me fijé fue en tu amiguito: efusivo, amable, sensible... ¡LA VÍCTIMA PERFECTA!. Así que me acerqué a él con el pretexto de estar esperando mi maleta. Pero en realidad, la puse yo y me adelanté hasta su lado; hablé un poco con él y me hice la sorprendida cuando la maleta pasó ante mí. Y luego apareciste tú; con esa ridícula histeria porque no aparecía tu tan preciada maletita- dijo con un deje infantil en la voz- Luego tuve que contar algo verdadero. La historia de mis padres; lo que no dije fue que, en realidad, resultó a la inversa. Que mi madre fue la que se vino para japón desde Madrid. Y, por supuesto, callé que mi padre era un yakuza- rió cínicamente-¡Despierta niña! Esto es la vida real. Y aquí las cosas son muy diferentes. Se harán tal y como yo lo dispongo. Fue bastante fácil que os metiéramos el rohypol en vuestras bebidas.

- ¿Rohypol?- cada vez entendía menos todo cuanto estaba pasando.

- Sí. Es la droga que utilizan los violadores. Muy practica para estos casos: te deja totalmente indefensa, hipnotizada y vulnerable. Además, lo más interesante es que provoca ligera amnesia en las victimas. En dos segundos no serás tu misma. De nuevo.

Tras esto se abalanzó airadamente sobre mí, aprovechando mi incapacidad para defenderme, y, armada con una jeringuilla. Clavó la aguja en mi cuello. Tras forcejear como pude, sentí penetrar la aguja y deslizarse en mi interior el líquido que portaba, devolviéndome nuevamente al sueño. Mientras perdía el conocimiento y la visión se volvía otra vez borrosa, oí a la tipa decir:

- Buenas noches de nuevo, perrita- entre carcajadas.

Me despertó Juanma con sus gritos de auxilio. Parecía inutil toda clase de esfuerzos, porque nos habían cambiado de lugar; ahora estábamos en el interior de un sótano. Me atrevería a decir que nos encontrábamos justo debajo de donde me había despertado la primera vez: con paredes y techos con el cemento descubierto, sin encalar. Cerca de nosotros había poco más que estantes prácticamente vacíos y redes de pesca por doquier. Pero más al fondo pude adivinar dos camillas, una bañera y una bandeja de acero inoxidable, con material quirúrgico encima.



Una de las camillas no se veía del todo porque un cuerpo fornido, envuelto en una bata estéril azulada, estaba situado justo delante. Pero no soy tonta; pude ver claramente los pies de un cuerpo que se hallaba tumbado en ella. Y en la otra camilla seguramente habría otro cuerpo, pero ese no pude verlo porque tenía una sábana por encima.

- Heather... ¿que vamos a hacer?... no nos oye nadie y no conocemos a nadie aqú- decía Juanma acongojado, y en susurro para que la figura que estaba más allá no nos escuchara- Ya me han contado a que se dedican, y creo...

- Tsssh... No lo digas. Mis órganos se quedarán donde están. ¿Entendido?

Mi cara se desencajó por completo y mi piel perdió toda pigmentación al ver que la mano del hombre portaba un corazón y lo depositaba en un plato que tenía a su izquierda. No pude evitar dejar escapar un chillido de repugnancia que logré acallar demasiado tarde "Maldita sea. A buena hora nos vinieron a quitar las mordazas. Que bien me habría venido tenerla." El hombre giró su cuerpo de gorila y nos clavó la mirada. En ese momento pensé que nos arrollaría; pero gritó algo en japones y salió escopetado por el umbral de la puerta. Cerró y oímos el tenue "click" que produce la llave al girar.

Allí dentro pasamos cuatro largos meses. Viendo entrar y salir a diferentes "cirujanos" y observando, con terrible pavor, la masacre que hacían con cada nuevo cuerpo que traían. Nuestra incertidumbre crecía y crecía; nadie nos decía nada, lo cual hacía que cada día pensáramos que era el último de nuestras prácticamente cortas vidas. Os diré que hubo momentos en que de verdad prefería que me mataran antes de tener que seguir estando sometida a la tortura que me producía la cuestión de cuándo llegaría mi hora. Porque a todo el que llegaba, le extraían todos los órganos (hasta los bastones oculares). Pero a nosotros nos mantenian en aquel pestilente lugar, como espectadores de aquella grotesca función. Y en ningún momento volvimos a ver a Carmen... Bueno, esa tal Flora, durante ese tiempo. Solo nos traían comida una vez al día y no nos duchamos ni una sola vez. Así que imaginaros lo incómodos que nos sentíamos sucios y malolientes. "¿A que están esperando?".

Finalmente, al cuarto mes Flora hizo acto de presencia en la sala, corriendo como una posesa:

- ¡Lo siento! ¡De veras que sí! De todas las personas que habían allí hemos tenido que cogerte a ti- dijo dirigiéndose a mí y soltándonos- !Por favor no le digas al gran puma nada de lo que ha pasado, ¿De acuerdo?

- ¿Gran puma? ¿pero qué está pasando aquí?- Juanma y yo nos miramos desconcertados, sin recibir una sola respuesta. Todos sumidos en el más absoluto silencio en permanente reverencia mientras Flora nos desataba.

Una vez nos pusimos en pie como pudimos, pues estabamos bastante debilitados por la desnutrición y la falta de sueño, Flora me alargó lo que parecía un fax. Para mi sorpresa a la vez que confusión pude leer en él:



"Soltad a la pareja ahora mismo. Ellos son intocables. ES UNA ORDEN. Si les ocurre algo, el peso de mi furia caerá sobre vuestras cabezas.

Firmado: EL PUMA"

- Pero, ¿y esto? ¿Quién es el Puma? ¿Que clase de influencia tiene y de que me conoce a mí para que ahora actuéis de esa manera?

- Hace cuatro meses, registrando las pocas pertenencias que traíais, vimos en tu cartera un símbolo. Quisimos comprobar si se trataba del que nosotros pensábamos e investigamos para ello. Por eso no os hemos extraído nada durante todo este tiempo. Yendo de contacto en contacto, por fin logramos establecerlo con la persona que queríamos. Y hace escasamente cinco minutos recibimos este fax.

- Pero... ¿Símbolo?

- Podéis iros- me interrumpió antes de que yo pudiera exigirle una explicación coherente.

Después de esto, Flora dio media vuelta y salio del sótano tras haberle dicho algo que ni Juanma, ni yo alcanzamos a oir, a un forzudo que se encontraba en la puerta. Cuatro de ellos nos llevaron hacia fuera y nos montaron en un Mercedes nuevo "Vaya... Sí que sacan dinero en este tema tan gore"

Nos llevaron al hotel sin que nos dirigieran la palabra. El coche se inundó de un silencio sepulcral todo el trayecto. Y sin que hiciera falta decir nada, estábamos de vuelta en el hotel de Tokyo. Supongo que fue de lo que le informó Flora al tipo de la puerta antes de desaparecer de mi vista, sin decir nada mas que aclarase mis dudas.

Al llegar al hotel todas nuestras cosas estaban esperándonos en recepción. El recepcionista ordenó a un botones que nos las diera, con una mueca de desagrado debido a nuestras pintas "En cierto modo no le reprocho nada. Yo también actuaría de la misma forma si me encontrase con alguien que estuviese tan sucia y maloliente". Al vencer la estancia, sacaron todo lo nuestro y lo dejaron en la parte interna del mostrador por si algún día nos dignábamos a aparecer. Según nos informó.

Tuvimos que viajar en Turista, muy a mi pesar, al regresar a casa. No nos dejaban viajar en primera por como estábamos. Al menos tengo el consuelo de haber pasado por la comisaría antes de partir. A esa panda de brutos criminales tenían que darle su merecido. Nos prometieron que buscarían y desarticularían esa red de trafico de órganos; y trasladaron el caso a nuestro país. Para que supliera la denuncia por desaparición que habían puesto los padres de Juanma, y otra puesta por Lázaro "Este chico, ciertamente me quiere. Por mucho que trate de ser cínica con respecto a temas de amoríos... Creo que esta vez estoy descubriendo en mí algo cálido...que no sabía que se podía sentir en la vida real. Por otra parte, de mi padre no sé nada... menudo es... Nunca le he importado lo más mínimo" y nos Al llegar nos vimos agobiados por largas jornadas de interrogatorios y de efusivos y entrañables actos de felicidad por los familiares de Juanma hacia él y por parte de Lázaro hacia mí. Era un trabajo conjunto entre la policía nipona y la de nuestro país.

Y así fue; nos han tenido rellenando papeles y sometiéndonos a miles de preguntas para que la denuncia fuese oficial (simple formalidad, dijeron ellos)y ruedas de reconocimiento de ficheros digitales repletos de fotos de criminales relacionados con la organización yakuza, a ver si los reconocíamos. Después de dos meses, puedo decir con tranquilidad que pude reconocer a tres de ellos y a Flora. Por lo que, me imagino, que ya estarán en busca y captura. También nos hicieron un reconocimiento médico en profundidad para descartar cualquier enfermedad derivada de la malnutrición y signos de una posible violación, debido a la droga utilizada.

¿Entendéis ahora por qué he tardado tanto y por qué llegué tan desarrapada, cansada y traumatizada a casa?. Las sesiones con mi psicólogo han dado sus frutos, y ya comienzo a ser la de siempre. Pero, os diré una cosa chicos, esta experiencia ha hecho que madure concienzuda y drásticamente... Y se que, a pesar de toda esta mala situación vivida, he podido sacar algo muy positivo de todo esto: ¡¡¡TODA LA ROPA QUE ME HE COMPRADO EN SAPPORO!!! Por eso mañana, mandaré que me hagan un book con todas las fotos que me he sacado con los nuevos modelitos, jajaja.

Por otra parte... Aún navego en un inmenso mar de dudas con respecto a lo que pasó allí. ¿Por qué nos soltaron tan repentinamente? ¿Quién es ese tal "Puma"? Parecía que le tenían mucho respeto. Aún tengo el fax en mi poder, y de alguna manera tengo que averiguarlo. La verdad es que me siento muy rara. Estoy rodeada de gente misteriosa (El Paladín, El Puma...) No sé si alegrarme de tener tantos admiradores o asustarme. Algún chanchullo tiene que haber por ahí... Y por lo que sé, lo tengo bastante cerca...

Bueno. Ya habrá tiempo para esclarecer todo este embrollo. Y tranquilos, chicos. No pienso volver a desaparecer de esa manera; lo prometo. Al parecer Juanma se encuentra perfectamente. Desde que paso eso, tan desagradable, hemos pasado más tiempo juntos. Y la verdad... Es más divertido y comprensivo de lo que creí en un principio. Puede que yo sí que esté madurando, después de todo.

La moraleja de hoy es: "No confíes en cualquiera que parezca inocente. ¡ESOS SON LOS PEORES!"

2 comentarios:

  1. Ya ves... Después de todo por cuanto he pasado, por fin dispongo de algo de tiempo para relajarme y escribir...

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