Hola de
nuevo, mis bomboncitos de chocolate. Espero que no os hayáis derretido por este
calor infernal que ha empezado a hacer ahora que empieza la temporada
lectivo-laboral, ni que os hayan entrado ataque de ansiedad aguda por la falta
de cotilleos sobre mi existencia. Con respecto a eso yo he de decir que no he
estado por estos lares en todo este tiempo; me marché a Hawaii de vacaciones
estivales. Me hacía falta alejarme del estrés mundano y la polución ambiental
que conlleva vivir en la ciudad (aunque yo vivo en el extrarradio, en una
fabulosa zona residencial, repleta de verdor, mansiones y chalets. Pero aún así
se nota las vibraciones estresantes de la urbanidad)
La
verdad es que estuvo muy bien eso del viajecito veraniego: palmeras, aroma a
coco, cantos de aves machí, cócteles en abundancia, cuerpos masculinos, bien
torneados, bronceados y sudorosos llamándome a gritos "Ains... ese sexo
tropical no ha estado nada mal..." En fin, todo lo que se suele hacer en
cualquier isla paradisiaca lo hice y más. Pero este no es el tema central de la
experiencia que os tengo que contar, solo es un mero justificante de por qué no
he escrito desde marzo. Entre exámenes, graduación y vacaciones no he tenido
tiempo. Y creedme que me debatí entre daros señales de vida contándoos,
experiencia por experiencia, mi estancia allí o disfrutar tumbada en una hamaca
al sol... Y claro, finalmente decidí mandaros a freír espárragos a vosotros y
disfrutar yo. Que soy la que importo en todo esto.
Realmente
tengo mucho que contaros en cuanto a la graduación. Fue un acontecimiento muy
jugoso de cotilleos miles... Pero eso será en la siguiente cita que tengais
conmigo, mis adorables pacientes, ya que es algo tan maravillosamente
criticable que prefiero reservar todo un capítulo solo para ese hecho.
Ahora
bien, vamos al meollo de lo que nos interesa realmente para la sesión de hoy.
Hay que retroceder pues hasta el viernes 26 de abril para que nos podamos
situar y comprender mejor en la situación:
Esther,
como siempre, tenía unos contactos que le habían facilitado unas entradas VIP
para una fiesta de temática cincuentera, en las que se iban a servir canapés y
bebidas varias "Esta muchacha tiene más contactos que una relaciones
publicas en su máximo apogeo. Claro, es guapa, lista y se sabe abrir de piernas
en los momentos oportunos, para que el cohete que se introduce en la vagina no
sea más que un medio para trepar lo más rápido posible en el tortuoso y
pedregoso monte social" Dijo que las había conseguido a través de unos
amigos que trabajaban allí, en el local. Si claro... Mientras, yo estaba más
agobiada con los exámenes, que una fumadora a la que solo le queda un
cigarrillo en su último paquete, es domingo y la expendedora más cercana esta averiada
y no dispone de coche para desplazarse. Así que imaginaos como tiene que ser
para que yo esté más estresada que esa pobre hipotética mujerzuela. Así que
decidí aparcar por unas horas los más que pedantes libracos y dedicarme algo de
tiempo a mi flamante persona, que falta me hacía.
Nos
pusimos de acuerdo y fuimos a diferentes boutiques especializadas en atuendo
por épocas. Y como a ambas nos encanta llamar la atención nos dimos una serie
de paseitos con diferentes modelos, a lo pretty woman, marcando poses estilosas
entre insultos y risas. Haciendo que las dependientas nos miraran como si
llevásemos encima tres o cuatro anfetaminas.
Finalmente,
después de tanta parafernalia cinematográfica, por fin nos decidimos: Esther
adquirió un vestido medio corto, con escote corazón, negro con detalles en rojo
y motivos lunarescos en blanco. Coronándolo con un peinado pin-up, incluyendo
su tupé a rizos correspondiente.
Mientras, yo por mi parte, elegí un vestido blanco perla a capas drapeadas, de seda y organdí, delicados bordados en el escote, también corazón, y un bajo de nubes, del cual se sacó un tocado que brillaba por sí mismo, y unos zapatos de tacón de aguja, acabados en punta y forrados en raso de plata rota. Todo un diseño muy delicado.
Mientras, yo por mi parte, elegí un vestido blanco perla a capas drapeadas, de seda y organdí, delicados bordados en el escote, también corazón, y un bajo de nubes, del cual se sacó un tocado que brillaba por sí mismo, y unos zapatos de tacón de aguja, acabados en punta y forrados en raso de plata rota. Todo un diseño muy delicado.
Eran
las 8:45 p.m. y ya estábamos dispuestas a aventurarnos puertas afuera, para
comernos la ciudad nocturna. Tomamos un taxi, pero antes de ir a la fiesta, se
nos ocurrió la idea de cenar algo, pues yo no estaba dispuesta a que me andara
resonando el estomago toda la noche. Menuda falta de glamur y clase sería
"Hola, soy Heather... Grrrgrugrugru...(sonido de tripas)" ¡Ay, no!. Qué
vergüenza...
Finalmente
decidimos parar en un chino. Pensamos que la comida era buena, rápida y estaba a dos pasos
del establecimiento al que teníamos planeado ir después de la cena. Nos
sentamos en una mesa lejos de la marabunta "¡Agh!... odio la muchedumbre.
Le agobian a una sin necesidad, para cenar sin que las calorías te hagan
parecer gorda se necesita paz y tranquilidad mientras se ingieren los alimentos."
Comimos
tranquilas, entre comentarios con respecto a la gente que nos rodeaba. Al
acabar, y mientras esperábamos la cuenta, como casualmente estábamos en una
mesa desde la que se podía ver el interior de la cocina cada vez que se abría
la puerta para dejar paso a los múltiples camareros que atendían el
restaurante, en ese instante, al mirar a puntos perdidos, sin saber exactamente
el qué, mi mirada fue a dar al interior de la cocina. Solo fue un segundo, pero
fue suficiente para percatarme de que allí dentro se hallaban dos o tres jaulas
con lo que parecían gatos. Mi mente no lo quiso creer al principio. Necesitaba
verlo una segunda vez para que mi cerebro refutara lo que mis pupilas habían
reflejado en él.
-¡Pst!-
Llamé la atención de mi compañera de mesa, ocultándome tras la carta de
postres- Fija la mirada en la puerta de la cocina y espera que se abra. Cuando
lo haga, observa y dime si lo que hay apilado dentro es lo que yo creo- Susurré
con energía.
A Esther le costó un par de segundos asimilar
mi extraño comportamiento, pero luego acató mis instrucciones y se limitó a
obedecerlas.
-¡¿Son
gatos?!- Preguntó violentamente sorprendida, a la vez que se echaba hacia atrás
y se llevaba la mano derecha a la boca- No puede ser...- Negó horrorizada.
- Sabía
que lo eran- Confirmé con una mezcla de asco y satisfacción por haber tenido la
razón. Aunque, sinceramente... en esta ocasión me habría gustado equivocarme.
No sé por qué, pero me habría gustado- ¡Y es que, además hay una pequeña cría.
Esto es inadmisible!- concluí sumida en la más espesa indignación.
"Vete
tú a saber si nos han colado uno en la comida... no lo quiero ni imaginar. Que
repugnante. ¿Yo?... ¿Comer ese tipo de animales? Eso es de indígena
salvajiento, muerto de hambre"
Para
estar completamente segura de que lo eran, disimuladamente cogí mi bolso y me
levanté rumbo al baño, como quien no sabe nada. Ya que el baño estaba justo al
lado de la cocina y las paredes son como compresas extrafinas; se oye todo.
Esther se negó a acompañarme, pues pensaba que resultaría muy descarado ir
juntas al baño y dejar la mesa sola. Podrían pensar que nos íbamos a marchar
sin pagar el importe de la comida "Por favor... Ni que tuviésemos la
necesidad de ser vulgares rateras, hurtando víveres por doquier. Además... la
comida de este sitio no es en absoluto saludable; sobre todo si se demuestra la
utilización felina en los resultados finales del emplatado. No estaría mal
ayudar a los pobres negros del tercer mundo con la comida que estos chinorris producen,
después de todo... a ellos les da igual ocho que ochenta. Lo importante es que
tengan algo para llevarse a la boca. Pero, ¿nosotros? Por favor... no hay
derecho que haya esta clase de restaurantes en una ciudad plenamente
desarrollada. En la que damas como yo nos veamos rebajadas hasta tal punto que
tengamos que sopesar la idea de que, quizá, nos hayan introducido carne gatuna
en el plato. El libro de reclamaciones reventará con mis quejas al salir de
aquí, lo tengo claro."
Al
llegar al baño, me lavé las manos para que una señoritinga que estaba allí,
haciendo yo qué sé que, no sospechase mis verdaderas intenciones. A la vez que
me miraba al espejo, concentrándome en el ruido que provenía de detrás del fino
muro, decorado con lozas baratas de un blanco sucio, con adornos en azul
celeste en forma romboidal.
Efectivamente, tras el ruido de gente correteando, chino mandarín a gritos y golpeteo de cacharros de cocina, pude advertir un acallado, pero desesperado conjunto de maullidos. En su gran mayoría maullidos de gatos adultos. Mas, entre ellos se podía escuchar también a un cachorro que luchaba por ser detectado por algún rescatador entre tanto barullo.
Efectivamente, tras el ruido de gente correteando, chino mandarín a gritos y golpeteo de cacharros de cocina, pude advertir un acallado, pero desesperado conjunto de maullidos. En su gran mayoría maullidos de gatos adultos. Mas, entre ellos se podía escuchar también a un cachorro que luchaba por ser detectado por algún rescatador entre tanto barullo.
Ya no
quedaba duda alguna de que lo que ambas chicas habíamos visto momentos antes
era algo verídico. Quedé horrorizada con dicha confirmación. Tanto que mi mente
quedó bloqueada, sin saber qué hacer. Así que actué por inercia y salí del baño
con un ictus inexpresivo. Parecía que estaba recién rellena de botox y no podía
reflejar en mi rostro ningún tipo de emoción. Me había quedado pétrea, aferrada
a mi bolso como si mi vida dependiese de ello.
Según
asomé mi cuerpo por el umbral de la puerta del aseo, me acerqué lo más
velozmente a la chica que mantenía la expectación, mientras conservaba una
postura lo más finamente cómoda posible en la silla.
- ¿Qué
pasó? ¿Eran o no?- Preguntó impaciente.
-
¡Tssss. Baja la voz que te van a escuchar!- Le advertí haciendo una sutil señal
a las personas que estaban comiendo a nuestro alrededor, para finalmente acabar
señalando la puerta de la cocina- Venga, tía. Vámonos de aquí ya; pero ya ¿eh?-
Le espeté, con más nervios dentro de mi cuerpo del que podía disimular. Tenía
que salir de allí o se me notaría sin remedio.
Tras
pagar la cuenta, nos fuimos como alma que lleva el demonio de ese antro sin
escrúpulos. Tanto que se me olvidó quejarme en el libro de reclamaciones, y no
dijimos una sola palabra durante el corto camino que tuvimos que recorrer para
llegar al lugar inicialmente planeado. No nos quisimos meter en rollos legales,
así que decidimos no llamar a la policía y mucho menos denunciarles. Después de
todo, ojos que no ven, corazón que no siente. Pensamos que lo mejor era irnos y
olvidarnos de aquello. "Lo había visto en documentales... Pero nunca pensé
que todo esto fuese verdaderamente real, sino una especie de reality show
televisivo para entretener y conmover a las masas de forma fácil y barata, como
sucede con Gran Hermano. Me siento asqueada. ¿Y si uno de esos animaluchos
estaba enfermo y fue a parar a mi plato? No, no, no. No me voy a emparanoiar
con ese asunto, que bastante tengo encima con la universidad y demás. Si lo
hago me volveré loca y los locos no tienen sentido del saber estar, la
cordialidad, los modales, ni nada por el estilo. No quiero acabar convertida en
una zombie mantenida por el estado. Eso acabaría con mi vida. Es un suicidio
emocional y social..."
Una vez
llegamos perfectamente ataviadas y maquilladas a la fiesta en cuestión, sobre
las 10 p.m., bailamos un par de canciones de los cincuenta, hasta que se nos
acercó un ser humanoide de sexo opuesto que tenía pinta de ser todo un pesado.
Se veía a leguas sus impuras intenciones con nosotras.
- Hola,
me llamo Fede- Sonrió dentro de lo que él creía elegancia, mientras se
arreglaba el pelo engominadamente grasiento- ¿Y vosotras?- Sus ojos brillaban
en mitad de las luces de discoteca como las de un macho en celo en busca de un
agujero en el que poder introducir su miembro viril.
-
Hola...- Le respondió Esther con súbito interés. adoptando un tono de voz
picantón de chica fácil- ¿Cómo estas, guapo?- preguntó mientras acortaba la
distancia que existía entre ellos, cada vez menor.
- ¿Te
apetece bailar?- Le ofreció el fracasado, con un tono triunfante, seguro de su
patético logro.
- Sí...
¿Por qué no?- sonrió.
Esther
se dispuso a ir tras él, pero antes de que pudiera dar un paso más, la agarré
fuertemente de la muñeca.
- Pero,
¿qué haces?...- Le susurré, exigiéndole una explicación para un hecho tan insólito
como el que allí estaba ocurriendo en aquel momento- Creía que tenías el gusto
más refinado, pero ya veo que aunque te pulan y te bañen de oro, de nada que te
raspen un poco se te ve el cobre del que estás hecha. Pensé que una temporada
viviendo con tu tío te había vuelto una señorita... Pero sigues actuando como
la chica de clase media de la granja de la que saliste.
-
¡Calla!- Gritó secamente, girando la cabeza hacia la dirección en la que se encontraba
el adefesio para sonreírle y saludarle disimuladamente mientras hablaba
conmigo- ¿No ves la ropa que lleva puesta, es nueva de Armani, al igual que los
zapatos. Y si te fijas bien en su chaqueta... tiene un bulto muy sospechoso-
sonrió- Apuesto a que su cartera esta repletita de billetes relucientes. Si soy
capaz de jugar bien mis cartas, quizás saque algo bueno de todo esto. Como yo
siempre digo: No importa si es feo, el dinero embellece al primate más salvaje.
Tras
esto, se giró dedicándome un "Ciao", un beso volado y una sonrisa. Perdiéndose entre la muchedumbre discotequera.
Y allí
estaba yo, en un antro subterráneo, semioscuro, escandaloso y apestando a
humanidad "Si lo llego a saber no vengo". Es cierto que la soledad se
siente más cuanto más rodeada de gente estés; una se siente invisible para
todos... y esa sensación no se hizo para mí. En tal caso no me podía mover por
miedo a ser acosada por otro nerd como el que se llevó la cascos ligeros.
De
pronto, mientras me dejaba envolver por aquella estridente música de DJ barato,
me sorprendí a mí misma recordando a aquel cachorro de felino indefenso dentro
de la jaula "¿Esto es lo que la gente llama remordimiento de conciencia?
Pues vaya... Es un sentimiento la mar de molesto. Quisiera no ser blanco fácil
de este tipo de sensaciones. Son muy extrañas"
El
pensamiento, la gente y el lugar en sí acabaron por abrumarme de tal modo, que
no tuve otra opción que salir de allí a tomar algo de aire fresco. Cualquier
cosa estaría mejor que el insoportable agobio de sentirme encerrada allí abajo.
Era eso o beberme un par de copas. Y, la verdad, la comida del chino no me
había dejado el estomago muy receptivo a las bebidas espirituosas.
Al
salir de allí, fue como si el viento me diese una suave caricia en la cara. Un
alentador y reconfortante empujón para seguir adelante con lo que empezaba a
parecer una noche inacabable. Pero, a pesar de todo, mi mente seguía reflejando
imágenes de aquel diminuto ser, maullando de desesperación. Y por muchos
esfuerzos que trataba de llevar acabó para acallar la voz tan irritante que
resonaba dentro de mí, ésta cada vez gritaba más y más fuerte.
Confusa,
miré el reloj. Eran las 10:45 p.m. Y, antes de que mi cerebro quisiera darse
cuenta, mi cuerpo ya estaba caminando sobre sus pasos, en dirección al
restaurante donde habíamos cenado. Si esa era la única forma de acallar esa
maldita voz y dejar de sentir esa sensación tan horrible, yo misma rescataría a
esa bola de pelo chillona. Pensé en qué pasaría con Esther, pero luego, al
pensar en que ella no dudó un solo segundo en dejarme en mitad de aquel lugar
completamente sola, yo tampoco dudé en marcharme. Después de todo ya es una
mujer con la vagina depilada a la brasileña..., así que se las arreglaría muy
bien para llegar a casa.
Por
suerte, aún estaba abierto el palacio oriental de la comida medianamente
rápida. Me colé en el interior y me dirigí velozmente al baño, esquivando a las
miradas indiscretas de los pocos comensales que aún yacían allí, devorando las
ultimas migajas de sus platos y de los camareros, que ya empezaban a pasar
paños por las mesas vacías y a recoger las mesas que habían sido ocupadas
anteriormente.
Mi
estancia en el baño tan solo duró unos segundos, pues salí de ahí como si fuese
un cliente más. De hecho salude al infinito, con la mirada perdida, a alguien
inexistente, para que los camareros que me miraban intermitentemente no
sospechasen nada. Aprovechando para irme arrastrando, poquito a poco, cual
culebra acercándose a su presa, hacia la puerta de la cocina. Hasta que llegué
y me escurrí por esa zona restringida a todo aquel que no fuese personal del
establecimiento.
Aprovechándome
de la confusión, me entró la fiebre heroica y salí corriendo hacia la puerta de
la cocina y le pegué una fuerte patada con mis preciosos zapatos de tacón,
facilitándoles a los desquiciantes y desesperados vichejos su huida, a la vez que complicaba
su captura a los camareros y cocineros que corrían tras ellos como coches sin
frenos. La poca gente que aún estaba en las mesas se levantó de golpe y los
camareros que recogían las mesas dejaron de hacerlo y trataron de cortarme el
paso, antes de que lograse llegar a la salida.
-别逃走! 跟随她啊! (¡Que no escape. Vamos tras ella!) 她称呼警察以前我们必需抓获她! (Tenemos
que atraparla antes de que llame a la policía)- Parecía decir un chinorris
obeso que creo que era el que manejaba el cotarro allí dentro.
Yo, prácticamente no sé lo que pasó tras de mí, ya que en ningún
momento me detuve a mirar. Simplemente corrí hacia la salida lo más rápido que
los tacones me dejaban, con el cachorro bien sujeto. Y no paré de correr una
vez me encontré fuera del establecimiento, sino todo lo contrario. Me
extralimite. Hasta tal punto en el que los tacones ya me estorbaban en lugar de
ayudar. Los pies me dolían a horrores y me los notaba hinchados... así que,
prescindiendo de toda etiqueta me los quité como pude, pues estaban algo
apretados por la hinchazón, miré los afilados tacones y, en medio de la
confusión y la desesperación, los quise usar como arma blanca con mis tan persistentes
acosadores orientales. Así que se los arrojé "Dios, qué lástima... Un par
que ha costado una fortuna, totalmente desaprovechados. Si al menos le hubiera
dado a alguien..."
Cuando ya me encontraba bastante alejada del mugroso
restaurante, entre jadeos y murmullos emitidos por mí, pude oír a uno de ellos
gritar:
- 你停! 操你妈! 给我们那只猫啊! (¡detente, puta, no hagas la
situación más difícil y entrega al jodido gato!)- Lo expulsaba de su boca con todas sus
fuerzas; de una forma que provocaba, de cuando en cuando, que la voz se fuese.
(Si os estáis preguntando como coño es que sé chino, ahora tan de repente,
la respuesta es bien sencilla: Al llegar a casa, tenía una imperiosa curiosidad
sobre que frases tan elocuentemente delicadas, véase el sarcasmo que intento
transmitir, que me dedicaron esos locos. Así que me conecté a skype y esperé que un
amigo que tienen mi querido Dimas y Hideki, hiciese acto de presencia. Se
trataba de Joaquín, un chico de clase media alta, con dejes de riquillo
frustrado... Pero, a pesar de eso y de ser amigo del joputa de Hideki, me cae
bien, por eso sigo en contacto con él. En este momento lleva ya dos tediosos
años trabajando para la universidad de Changchun, un lugar en China, cerca de
Corea del Norte, en el que ejerce como profesor de español "Pobre
desgraciado... Dando clase a chinorris pasotas que no levantan un palmo... Pero
claro, con todos los chanchullos que hay dentro de esa universidad... todos
pasan exitosamente de curso. Ay de lo que se entera una... Ya os contaré, en
alguna entrada exclusiva del tema en cuestión. Pero, vamos, que todo sabéis que
la palabra "soborno" en China...no es que suene mal, precisamente.
Ahí lo dejo" El caso es que se conectó y yo le pronuncie las frases como
mejor pude. Así que llegó a la conclusión de que a lo que más se parecían mis
balbuceos occidentales eran a esas frases que os he puesto entre paréntesis.
Desde aquí, muchas gracias Joaquín. Ya hablaré de ti y Changchun en alguna
entrada futura. Mis lectores merecen saber en la mierda de país que estas
metido. ¡Besitos!)
Imaginaos a vuestra pobre abeja reina... corriendo descalza por el
rasposo asfalto, ocultándose entre los coches para no ser hallada. Pues,
después de tan elocuente frase, el gordo mandamás desperdigó otros clones chinorris,
como si se tratara de extensiones de sí mismo, para que intentaran atraparme.
Y, entre que los pies me dolían, la responsabilidad de proteger al cachorro y
que mi precioso vestido, blanco perla, empezaba a no ser tan blanco, mi
histeria iba en aumento. Cuando me di cuenta ni siquiera tenía le tocado y
empezó a llover. Nada podía ir peor... Mi rímel de Max Factor, chorreaba
mejilla abajo, mientras culpaba al gato de todo lo que estaba sucediendo.
De pronto, dos de los secuaces de aquella bola de grasa estuvieron a punto
de cazarnos. Pero, reuní las pocas fuerzas que me quedaban y corrí. Pasando,
casualmente, ante una comisaría. Y, al oír el barullo que causábamos, los
agentes salieron de allí para ver que sucedía. Ahí fue donde acabó todo. Pues
capturaron a esos dos y yo desembuché todo lo que había vivido y visto en ese
antro de mala muerte.
Finalmente, el restaurante fue cerrado y los que lo regían
encarcelados. Porque resultó que era un establecimiento que blanqueaba dinero.
A mí y a esa cosa peluda nos llevaron a casa, me di un baño caliente y me senté
a ver la tele sin saber absolutamente nada de Esther. Al día siguiente regresó
despeinada y con el sujetador en la mano. Juzgad vosotros mismos. "Si es
que cuando digo que es una chica fácil... no lo digo de manera ambigua"
En cuanto al señorito, aquí sigue conmigo, meses después. Nos hemos
hecho muy buenos amigos él y yo. Creo que de ahora en adelante tengo un nuevo
compañero de aventuras vitales y eso me anima. Después de todo, la fatídica
noche mereció la pena vivirla. Ya tiene puestas las primeras vacunas se a adueñado de la casa... Sorprendentemente
es como yo. Por cierto, como es blanco y rubio, me recordó a un caramelo de
nata... así que pensé en llamarlo Caramelo, pero me pareció muy vulgar... necesitaba
un nombre fino, con clase. Así, que
después de mucho pensarlo, le he puesto Liquirizia, que significa Regaliz en
italiano. Como es tan largo le llamo simplemente Liq. Es un nombre original, al
que se le añade la clase de ser italiano. Una lengua romance muy especial.
Así que ya veis chicos. Vuestra princesita tiene un nuevo compy. Naturalmente
tengo muchísimo más que contaros, referente a estos meses: graduación, estancia
de Joaquín en China y otras anécdotas que Liq ha ido haciendo a lo largo de todo
este tiempo. Pero ya estoy cansada y quiero hacer algo de pilates hoy. Os dejo,
mis dulces. Pronto nos veremos nuevamente. Se os quiere por interés. Besitos a
todos.
La moraleja de hoy es: "La conciencia no es más que una carga absurda. Si puedes, intenta ahogar la voz a base de cócteles"