¡¡¡HOLA, PUTAS!!! La reapertura de mi habitación está muy próxima. Espero que las zorritas estéis muy atentas, porque se avecinan cosas muy interesantes en la tercera temporada...

jueves, 20 de octubre de 2011

Capítulo 12: Una temporada en estado salvaje

Hola de nuevo, queridos. Como ya sabéis he pasado por una temporada bastante complicada, y por eso me encuentro asistiendo a sesiones psiquiátricas que, según el que lleva un control de mi problemilla, dice que me hacen muy bien para madurar como persona “Sinceramente lo que yo pienso es que es toda una elaborada pantomima para sacarme los cuartos. Ya sé que me sobra el dinero… pero, ¿quién desea perderlo, independientemente de la cantidad que posea? Soy multimillonaria, no tonta”

Esther no me ha dejado ni un segundo durante estos duros días. Viene regularmente a casa con la intención de distraerme, aunque a veces logra todo lo contrario. Durante una de nuestras profundas charlas sobre nuestro modo de ver el mundo, encerradas en mi habitación, me dijo:

- Ay Heather, la verdad es que necesitas hacer algo para despejarte de todo esto.

- Y que tengas que decírmelo tú…- Me llevé una mano a la cabeza para recolocar el flequillo rebelde que osaba destruir la perfección de mi peinado, mientras ponía mala cara al pensar por lo que estaba atravesando.

- ¿Y si…- vaciló durante un corto periodo de tiempo; como si estuviese insegura de la idea que pretendía exponerme- nos vamos unos días a mi casa del campo? Creo que te hará bien el aire de las montañas. Te será más sencillo olvidar el mal trago que has vivido en Grecia.

- Jajajaja- Una carcajada mía, proveniente de lo más profundo de mi ser, invadió toda la habitación- ¿Yo? ¿En un medio ruralizado? Que va… Yo no estoy hecha para desenvolverme en un medio tan incivilizado. A parte, no tenía ni la menor idea de que tuvieras una casa en las montañas.

- Bueno… sí. No es una casa, casa.

- ¿Eh?- La miré con una cara que reflejó perfectamente mi desconcierto, debido a la manera que tenía esta chica de explicarse.

- Es… una granja- Sonrió tenuemente con más vergüenza en su rostro del que la mayoría de personas pueden albergar, pues sabía lo que yo opinaba de esos lugares alejados de la mano de cualquier diseñador o fabricante de cosméticos.

- ¡Ah, no! Por ahí sí que no paso- Dije levantándome bruscamente de la suave y mullida colcha de mi cama apartándome de Esther que seguía recostada en ella- ¿Encima de que estoy pasando por todo esto me quieres llevar unos días a convivir con animalejos malolientes?- pregunté con la vista enfocada hacia la ventana, de espaldas a Esther.

- Pensé que el estar en contacto directo con la madre naturaleza te vendría de fábula.

- ¡Que le den a la madre naturaleza! Yo no puedo ir a un lugar en el que la palabra wi-fi sea confundida con ese perro disminuido psíquico de la compañía Disney. O peor aún, me juzgan directamente de borracha al sonarles a la palabra WISKY dicha por alguien que lleva encima unas cuantas copas de más.

Esther no pudo contenerse y estalló en estridentes carcajadas.

- Por favor, chica… Nunca cambiarás esa forma tan extremista de ver el mundo ¿eh?- Se levantó de la cama y, situándose a mi lado, me dio un par de palmaditas en el hombro.

Giré la cabeza muy lentamente hacia la derecha, lado en el que se encontraba tan obstinada muchacha.

- ¡Pues no!- dije bruscamente.

Quería poner el tono de bordería más extremo, pero al ver la cara de Esther aguantándose la risa no pude evitar contagiarme y al final acabamos las dos riéndonos, aún no se de qué; pero acabamos dejándonos caer nuevamente sobre el colchón.

Finalmente acabó por convencerme sin que yo me diera cuenta, para ir directa hacia el infierno animalístico que era para mí su estúpida granja. “Eta chica tiene una habilidad especial para manipular que es pasmosa. Yo creo que sería capaz de crear la situación perfecta para que se produzca una guerra mundial o, por el contrario, conseguir la paz y el buen reparto de las riquezas. Pero… conociéndola como la conozco, pues me conozco perfectamente a mí misma y es igualita a mí, creo que de paz nada, estallaría una guerra con tanta fuerza que reventaría el planeta, cual globo”

Sobre las nueve de la mañana la niña esta ya estaba abajo tocándome el timbre como si la vida le fuera en ello “¿Es que la gente no duerme?”

- Ya estoy lista- Dije con mala gana, mientras trataba de mantener el equilibrio que perdía a causa de tantas maletas.

- Anda, alegra esa cara… Ni que fueras al matadero- Bromeó Esther. Y, ¿para qué quieres tanto equipaje? Solo son dos días- rió

- Casi… Yo me siento arrastrada hacia un universo humillante, que me hace pensar que el infierno al lado de esto es una barbacoa con los amigos. ¿Por qué no nos quedamos en casa? Hay tantas comodidades…

- No. Te hace falta airearte; no seas exagerada y no dramatices.

- Sí, lo que voy a conseguir, precisamente, en ese lugar será airearme. Airearme con ráfagas hediondas- Bufé.

Tras esta última queja, cerré la puerta escandalosamente para demostrar mi disconformidad con respecto a la maravillosa idea que el cerebrito de Esther había fabricado.

Dos horas de incansable viaje en coche “con Esther al volante. Que si no supiera que aprobó el examen a ciencia cierta limpiamente, pensaría que le hizo un par de favorcillos a su profesor. Ya me entendéis” y un CD con un surtido de las torturadoras canciones de ídolos adolescentes (entre los que recuerdo: RBD, Spice Girls, Backstreet Boys y Fran Perea “pobres desgraciados… fueron famosos un tiempo y ahora no se acuerda de ellos ni la negra más solitaria de la selva más profunda”) llegamos a un desvío sin asfaltar.

- ¿De verdad que sabes por dónde estamos yendo? Porque… esto no parece llevar a ningún sitio medianamente habitable- Dije dudosa de sus facultades orientativas.

- ¡¿Te quieres callar?, que me estas poniendo nerviosa!

Al fin llegamos, tras quince minutos adentrándonos en aquel sendero extraño, pues yo no lo llamaría carretera. No podía dar crédito a lo que estaba viendo; era una caserucha destartalada. Parecía que aquello no había sido usado desde la I Gerra Mundial. Era grande, eso sí, pero… demasiado deteriorada para lo que yo consideraba una buena casa. “Menos mal que me traje todo mi maquillaje y demás… sobrevivir aquí será toda una odisea. Es estar al lado del mar y envejezco cuarenta años de golpe, por el salitre; me imagino lo que será estar dos días aquí metida. Tendrán que sacarme en ataúd directamente. porque todo el botox del mundo no daría para hacer que mi rostro tuviera la apariencia y el tacto sedoso de siempre; por lo que acabaría suicidándome, metiéndome dos lápices delineadores por los agujeros de la nariz, hasta clavarlos en el cerebro”







Nos bajamos del coche. Y cargando las mil maletas que llevé comenzamos a avanzar por un caminito que llevaba hasta el porche que cobijaba a la puerta principal.

- Ains… Que recuerdos de mi niñez- dijo Esther tomando una fuerte bocanada de aire, y exhalándolo poco después. Vas a ver qué chula está la casa.

“Vamos… Una locura, como tenga la misma apariencia que en el exterior… Estos nuevos ricos…” (Su padre había hecho fortuna encontrando oro en algún lugar de Arabia; y ahora se creían los dueños del mundo. Pero… Su verdadero estatus siempre tiene que sobresalir. Aunque los bañes en oro, al rasparlos siempre saldrá el cobre. Yo que he nacido en alta cuna, sé de estas cosas. Ni siquiera soy de oro; soy de platino, queridos míos)

Cuando pude divisar mejor el porche vi tres figuras humanoides plantadas frente al portón principal. Figuras que, poco a poco, fueron haciéndose más y más nítidas a medida que avanzábamos.

- ¡No me lo puedo creer! ¿Vosotros aquí?

Resultaron ser ni más ni menos que Lázaro, Juanma y Dimas.

- Sí. Pensamos que te vendría bien pasar un finde con tus amigos- Dijo Lázaro- Y… novio- Me guiñó un ojo. Lo que me hizo ruborizar.

- Pero debiste darnos mejor las indicaciones, querida. Nos has tenido dando vueltas durante más de una hora. Ni que fuéramos un pollo asado. Además, ¿no podías tener la casa más cerca de la civilización? El bus nos ha dejado como a medio kilómetro del maldito camino de tierra. Que esa es otra; para encontrarlo… - Se quejaba Juanma.

- Eso es problema de vuestro. Menudo sentido de la orientación que teneis; como para soltaros en el Amazonas. No sobreviviríais ni cinco minutos.- Rebatió Esther.

- ¡Oh, sí! Estamos ante Esther, la mona salvaje.- Rió Juanma.

Esther trató de hacer oídos sordos a este último comentario de Juanma, pero la expresión de enfado en la cara delataba que lo había escuchado perfectamente “por favor, cualquiera que los oiga no se imagina que se conocen de tan solo poco menos de un año, sino de siempre; por la manera que tienen de molestarse el uno al otro”. Me miró y dijo:

- ¿Qué? ¿vamos dentro?- Sonrió rebuscando las llaves en el bolso.

- Sí, que remedio- contesté- ¿Y tú, Dimas, qué tal vas?- Pregunté, mirando hacia el introvertido muchacho. Que no había dicho nada desde que llegué.

- Bien, Memer. Mummle te saluda- Sonrió, haciendo uno de los ruiditos raros que siempre solía emitir en mi presencia. “Ains… que cosas más raras tiene este niño”

No me equivocaba; al entrar me impactó el papel pintado que cubría las paredes. Se hallaba ya parcialmente despegado y la humedad hacía extraños dibujos pared arriba, hasta llegar a las juntas, expandiéndose por todo el techo. Pero la cantidad de luz que entraba y el gran espacio compensaban esos grandes defectos.

En cuanto a la habitación, digamos que era medianamente habitable. Naturalmente dormí con Esther; “a los hombres hay que mantenerlos a raya, sobre todo a sus hormonas. Son una explosión absoluta de testosterona; a la que hay que encerrar en una habitación que haga las veces de jaula para así preservar el himen intacto”

Lo más productivo que hice durante el fin de semana fue engancharme a un juego que descubrí por internet (gracias a Armani llegaba la conexión de manera muy tenue, pero con la potencia necesaria como para forjar un lazo entre yo y el mundo urbano) llamado “habitación de Heather” (en la que una cría jode a su hermana mayor, mudándose a su habitación; y el jugador debe decorarla a su gusto) “Me estoy haciendo cada vez más y más famosa. Sí es que cuando una nace para algo, es inevitable. La habitación del juego me recordó a una caricatura de la mía cuando era pequeña.



Pero, aparte de eso, ha habido algunas cuantas cosillas más:

Al día siguiente de haber llegado, salimos a una especie de excursión por las afueras de la propiedad de Esther “He de reconocer que aquellos parajes tenían su punto bonito… Pero esta niña tenía tantos animales domestico-productivos dentro de los límites de su terreno, que el simple hecho de tener que atravesarlo hasta sobrepasar la frontera, hacía que la visión resultase toscamente destrozada por el insoportable hedor de esas criaturas inmundas… Menos mal que ella no vive ahí y el que se encarga de esas bestias es un viejo granjero al que se le paga por el mantenimiento de esa propiedad; porque si no, ya me la imagino apestando a heces vacunas y demás. No podría estar al lado de alguien practicante de algo tan primitivo como lo es la ganadería”



Cuando llegamos a una pequeña colina, me quedé completamente boquiabierta al ver un árbol que se hallaba prácticamente en la cima. Mirad que yo no me dejo hipnotizar por los pobladores verduscos y multicoloridos de las zonas campestres; pero lo que me llamó la atención de este árbol no fue él en sí, sino la enorme rama que adquiría, de manera natural, la forma de un monstruoso falo. “Me he sacado una foto que adjunto aquí, un tanto obscena, pues sé que es algo muy difícil de creer. Además yo tenía que tener un recuerdo de mi disfrute con la naturaleza. Jajaja, que juego de palabras más pícaro, ¿no lo creeis así? Lo único que no me gusta es que en la foto sale la mochila rañosa que me prestó Esther para ese momento; porque yo ni borracha llevaría uno de mis bolsos de firma a un lugar como ese. Pero, quería aclarar que no es mía, sino que es un hecho muy pero que muy puntual”



“Ojala una tuviera un palote así al que echarle mano siempre que desee…ains… ni el más potentorro de los negros tiene un pene tan inmenso. Como no me tire a un elefante creo que no conseguiré satisfacer esta fantasía. Aunque, eso sí, por un momento me sentí violada por la naturaleza, jajaja. No hay más que mirar la foto. Yo con esa posturita.”

Al llegar a la granja, nuevamente, me di una ducha, ya que no podía soprtar oler como cualquier mamífero granjeril. “Nos ha tocado el papel de ser animales superiores en la representación de la obra teatral titulada: La evolución del mundo. Aunque dentro de esta obra también hay gentuza y personas; la gentuza es aquella cuyo sueldo es o está próximo al mínimo y la persona es aquella que pertenece a a rama en la que estoy situada yo. Hay que aprovechar al máximo esta doble ventaja.” Y, al salir del baño, me dirigí hacia la cocina piltracosa que tenía esa casona. Resultó que me habían tendido un una encerrona, pues estaban todos con instrumentos culinarios y diferentes ingredientes sobre la encimera mirándome con una cara que daba pie a averiguar sin ninguna dificultad lo que pretendían.

- Vamos wee-wee (wi-wi); hagamos juntos un pastel de arándanos. Será divertido.- Sugirió Lázaro.

- ¡NI HABLAR!- Dije inquieta. De ningún modo me iba a rebajar a cocinar con mis propias manos. “Que de proletario resulta eso, por favor”

Intenté escapar, pero Juanma, que era el que más cerca se hallaba de la puerta, se puso violentamente delante, provocando que la hoja de esta se cerrase con el peso ejercido por su cuerpo.

- Ah, ah, ah…- Canturreó moviendo de lado a lado la cabeza y el dedo índice de la mano derecha, mientras la izquierda se ocupaba de asegurar que yo no tocara el pomo.- ¿A dónde va usted señorita? Le recuerdo que está aquí para relajarse y pasarlo bien, Así que de media vuelta porque va a empezar mezclando los ingredientes en un bol. No se admiten quejas.- espetó de manera extremadamente autoritaria.

- … Que sepáis que esta me la cobraré; sois todos un atajo de prostitutas de un dólar- Sonreí.

Me puse el delantal que Esther me alargó y me encaminé hacia la encimera. Una vez ahí, miré atentamente las extrañas herramientas que llevaba viendo a Estela usar desde que yo era pequeña, pero que nunca había utilizado yo “¿Para qué? Si Estela, es decir, el servicio lo hace por mí. No hay nada mejor que tener ayuda de pago en casa. Bueno, sí. Gratis; pero nadie trabaja por nada, desgraciadamente. Ains… lo que daría por que fuera legal nuevamente el sistema esclavista. Qué tiempos debieron ser aquellos. Aunque… siempre he soñado con ser una dominatrix. Es lo más cercano al esclavismo que tenemos en la sociedad de hoy en día: Te desahogas tratando como basura a alguien que hace todo lo que le pides, a pesar de maltratarlo, y encima te paga una fortuna. Debe ser la gloria.”

Encima he de añadir que no teníamos ni leche, ni huevos y tuvimos que ir a recoger los huevos al gallinero y la leche al establo, directamente ordeñada de las ubres de una vaca. ·”Mmm… las ubres tenían un tacto tan agradablemente globoso que de los nervios, torcí una y me salpicó leche en toda la cara. Lo cual fomentó todo tipo de chistes fáciles sobre sexo, lefa y lo, supuestamente, acostumbrada que estaba yo a que me pasaran estas cosas, pero cambiando a las vacas por los hombres. Sí, me han llamado meretriz indirectamente jajaja”



Al instante me imaginé un spot publicitario de leche, en el que aparecía yo con un bañador monísimo de estampado vacuno holandés, promocionando su sabroso producto lácteo de una manera un tanto pornográfica. Después de todo, el sexo es una de las cosas que mas vende; pues el ser humano está permanentemente cachondo perdido; sobre todo los hombres.



Tal fue la gracia, que ya Esther se atrevió a coger una ubre ella también y, aunque salta a la vista que ella tiene mucha más experiencia con estas tareas pertenecientes al campesinado, apretó conscientemente apuntando a su cara; comenzando así un fuego cruzado de leche entre risas, gemidos, orgasmos fingidos y chorradas. Todo cubierto por las carcajadas y los escandalosos ánimos que nos transmitían Dimas, Lázaro y Juanma. “¿Qué pasa? Cleopatra se bañaba en leche de burra. Es buenísimo para el cutis. Y para hacer el gilipollas un rato, también. Jajaja”

La verdad es que no fue tan desagradable como pensé; yo diría que hasta incluso fue divertido. Eso sí, el horno de leña, ahora que Esther tiene pasta suficiente como para poder permitirse defecar y limpiarse el trasero con los billetes…, debería sustituirlo por uno de bandeja extraíble, temporizador, ventilador integrado y gril. Porque poniendo el pastelito de los cojones dentro de la cavidad del horno me he llevado una quemadura en ambas manos que no veais.

- ¡MIERDA DE HORNO!- grité- Como esto me deje cicatriz y arruine mi hermoso cuerpo de diosa te vas a enterar- Le espeté a Esther.

Pero en lugar de ayudarme todos se empezaron a reír descontroladamente. Me sentí una atracción de un circo cutre y gratuito.

- Eso te pasa por la inexperiencia con respecto a los quehaceres de la casa- pudo, al fin, articular Esther.

- Mira, cállate. Que tu también tienes servicio que te atiende- le aclaré, mientras los demás no cesaban las risitas sin perder detalle de la conversación “La verdad es que eso es un hecho muy desgradable. Es muy divertido cuando tú estas riéndote con los demás, pero siendo tu la atracción principal…”

- Ya- afirmó la chica- Pero, ¿Quieres saber la diferencia entre nosotras? Que yo estoy acostumbrada desde niña a manejarme en la casa y tú no.

- Ja, ja, ja- Reí sarcástica- ¿Quieres saber la diferencia entre nosotras?-Repetí con tono burlesco- Que yo tengo clase y tú no- concluí tajante.

Ciertamente he de admitir que tenía razón. Yo, desde siempre he estado entre algodones y jamás he tenido que hacer nada por mí misma. Eso le da algo de ventaja a Esther, al saber defenderse mejor en ciertos aspectos. Pero claro, no podía hacer notar que alguien me superaba en algo. Después de todo, tengo una reputación que mantener.

Manejar los instrumentos culinarios ha sido toda una experiencia. A parte el tacto de la harina es súper suave y agradable; y el romper un huevo debidamente me a proporcionado una euforia tremenda que no había sentido antes.

Esperamos unos minutos, expectantes ante la ventanilla del horno, viendo como la masa crecía y crecía “me atrevería a decir que esa es mi parte favorita de todo el proceso” Al final quedó en su punto, y tras un momento de locura, llevando el pastel en mis manos gritando que lo había hecho yo misma, lo deposite en la encimera para que todos pudiesen admirarlo. “La gracia habría sido que se me hubiese caído después de todo el rollo que montamos con el pastelito de las narices. Pero es que… no entendía eso de que no hay nada mejor que algo hecho por ti misma, hasta que hicimos esto. Hasta sabía mejor y todo jajaja” Le pusimos una capita de azúcar glas por encima y pasé el dedo por una gota del agua de arándanos que sudó “tsss, es un secreto.” Con una buena taza de té inglés de fresa y nata, con un chorrito de leche y dos terrones de azúcar, me supo a gloria; incluso estando en semejante chabola rural.

Al día siguiente, me entró la vena exploradora y comencé a examinar la casa. Hasta que llegué a un punto del pasillo de la segunda planta en el que, del techo, se dejaba caer un cordoncito con una luna cristalina azulada, que dejaba pasar la luz a través de sí, pendiendo del extremo. Tiré de esta hacia abajo; el techo se abrió y se desplegó una escalerilla. Era la entrada a un desván; en un principio dudé si entrar, pues si la casa estaba inutilizada desde hacía años, ¿quién me aseguraba a mí que no habría ratas, cucarachas y demás animalejos repugnantes campando a sus anchas por ahí? Pero finalmente recordé que la familia pagaba a un empleado para que cuidase la higiene del lugar y la curiosidad que me impulsaba a ascender por los peldaños de las escalerillas volvió a acrecentarse.

Una vez arriba, como era de esperar, había cajas y cajas viejas amontonadas y muebles cubiertos con sabanas blancas. Pero nada de polvo. “Ese hombre es muy eficaz, no sé si ofrecerle un sueldo más alto del que le ofrece la familia de Esther y quedármelo yo”

Me aproximé hacia un armario de doble hoja, realizado en madera cuyo barniz y color habían sido comidos por el paso del tiempo. Fue todo un hallazgo lo que encontré en su interior. Rápidamente me apoderé de él y bajé veloz nuevamente por donde había venido.

Al rato, salí al exterior, donde los demás estaban observando los diferentes animales: Dimas intentaba tocar los patos que estaban en un pequeño estanque de la propiedad, sentado en un embarcadero; Juanma había sacado un caballo de la cuadra y estaba montado gracias a que Esther le proporcionó el equipamiento de equitación necesario para ello; y Lázaro y Esther viendo cómo el señor que cuidaba de la propiedad esquilaba a las ovejas.

Seguí un poco más adelante, hasta encontrarme a la vista de todos y grité:

- ¡HOLA CHICOOOS!

Instantáneamente todos dejaron de hacer lo que hacían y clavaron asombrados sus pares de ojos en mi resplandeciente persona; no pudiendo evitar fijarse en el vestido de cowgirl que llevaba, con las botas de cuero marrón, trajecito ceñido rosáceo y un gran sombrero típicamente vaquero, también rosa.



- ¿De dónde has sacado eso?- Decía Esther entre risas- Era de mi madre. Cuando yo era pequeña nos gustaba a mis padres y a mi hacer recreaciones del viejo oeste americano en casa. Jajajaja- Aclaró.

- Ah, ¿sí? Pues me va como anillo al dedo. Debemos de tener una talla parecida; si no la misma. Hasta deberían sacar merchandising solo mío-Reí altivamente.

- Bueno, ahora ya no. Ha engordado bastante- Siguió riendo. Risa a la que, inconscientemente, acabe uniéndome yo también.

Era tipo minifalda con vuelitos… pero en mi opinión podría haberse arreglado para darle un aspecto algo más provocativo. Algo que hiciera entrar, de forma instantánea, en época de celo a mi Monito (Lázaro) Algo tal que así:



Después de haberme lucido como si el suelo terroso hiciese las veces de la alfombra roja de Hollywood me desprendí de esas vestiduras y me puse algo más cómodo. Pues el conjunto oeste clásico no es lo que mejor me sienta, precisamente. Así que pedí a Esther alguna ropa desgastada y pasada de moda. Y efectivamente; me dio unos vaqueros y un top que parecían haber sido sacados de las profundidades de una cajoneta de la planta de oportunidades de una boutique conocida solo por la jefa, que a su vez es la dependienta del , no se si se le puede llamar negocio. Pero, en fin, estaba más cómoda. Después de todo, era lo que buscaba.

Los demás, por su parte, siguieron haciendo lo que antes. Por lo que me dediqué a internarme entre las bestias domestico-productivas que allí estaban. No sé si fue el olor a animal o qué; pero me dio un cruce de cables y, al ver a una piara de cerdos bien grandes, limpios y fuera de la pocilga, me pregunté cómo se sentiría una cabalgándolos. Sé que es una estupidez, y todavía no alcanzo a comprender el porqué de mi acción; pero el caso es que lo hice: me dirigí dispuesta a montarlo, sin más. Quería aprovechar, antes de que se revolcase en el fango. Porque si así lo hacía, ya, ni loca, me subiría encima, aún llevando una ropa tan démodé.

Como era algo muy tipo Dimas, este no tardó en darse cuenta de mis intenciones, me gritó para que esperase antes de subirme, lo cual alerto a los otros tres, que no quisieron perderse ni un detalle de la situación. Lo que quería Dimas era sencillo: Grabar semejante hazaña con el móvil, para así inmortalizar tan raro momento de mi vida. Yo me negué, pero él lo grabó de todos modos y lo montó. ¿Qué mejor cosa puedo hacer que colgar mi ridícula locura, para deleite de mis queridos vasallos. Una ocasión perfecta para reíros de vuestra aclamada princesa.



“si es que hasta hubo un momento en el que casi me pego un castañazo. ¿No visteis un momento en el video en el que me agarro al palo de una valla? Me sentía escurrir, y para evitar males mayores que el que dicho video volase por internet, me agarré. No quiero ni pensar que hubiera pasado si me llego a caer. Con lo famosilla que soy en mis círculos sociales, la prensa rosa no habría tardado nada en hacer eco de todo esto. Y acabaría apareciendo en las portadas de las revistas más importantes, programas cutres de cadenas basura y en los típicos basados en zapings. Sí, sé que pensáis que ha sido una lastima que no me cayese. Sois todos unas culebras”

Al final sí que tenían razón y he logrado despejarme y divertirme… Tener amigos en ocasiones jode, pero en otras es todo un alivio. Y es que aún no me puedo quitar de la cabeza la imagen de mí misma encarnando a una amazona porcina en toda regla. Además, si os fijais, esa imagen, es muy digna de aparecer en un cuadro de Andy Warhol; para iniciar una recuperación del tan atractivo e instructivo pop art.



De vuelta a casa me sentí liberada. Ocasión que no desperdiciaron estos tres para atravesarme violentamente con la frase que más odio en este mundo: TE LO DIJIMOS. Pero bueno, creo que eso es un indicio de que voy superando el mal momento griego que viví. Además mañana cumplo veintitrés años y pienso desmelenarme aún más. Es mi día y pienso exprimirlo al máximo, a pesar de saber que estoy más cerca de morir. Ains… la vejez es la tortura continua de las chicas espléndidas como yo. Pero en fin, Novio, amigos y fiesta..., ¡allá vamos!

Como moraleja de la experiencia he extraído: “Las chicas de ciudad no somos más que chicas de campo con abrigos de piel.”

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